Tras una segunda temporada buenísima, que no ha bajado ni un poco el listón que nos dejó la primera, El ministerio el tiempo emitió ayer noche el último episodio de la temporada, y quizá de la serie. La renovación por parte de RTVE está todavía en el aire, y la cadena ha demostrado que no le tiembla el pulso lo más mínimo a la hora de cancelar proyectos con éxito. Los misterios de Laura, te echamos de menos. Pero no hablemos del futuro; centrémonos en el pasado.
Cambio de tiempo fue un broche de oro, y quizá uno de los mejores episodios que hemos podido ver en ficción nacional en los últimos tiempos. En él, Felipe II se convertía no sólo en el Emperador del mundo, sino también del tiempo, reinando en todas las épocas hasta la vez. Como ya habíamos visto en otras ocasiones, las personas que viven en el presente no aprecian el cambio, pero sí los agentes a los que la modificación del tiempo sorprende entre puertas temporales. Así, Amelia, Julián y Alonso son los únicos que se dan cuenta del horrible cambio que ha sufrido la historia: el mundo no es tal y como lo conocemos ahora, y ha pasado a convertirse en una extensión ¿modernizada? del siglo XVI.
Hay cosas simpáticas en esta nueva realidad. La previsión metereológica no se ciñe a la península ibérica y las islas, sino que también conocemos el tiempo de las Carolinas, Filipinas, y el resto de dominios españoles de ultramar. La bandera no es la rojigualda, ideada por una Carlos III que no llegará a reinar, sino que continúa siendo la de la cruz de Borgoña, y se lleva con orgullo en los partidos de fútbol del Imperio contra las provincias alemanas.
Para Alonso y Julián, esta realidad paralela tiene una cosa que mejora la que han conocido. En este 2016 alternativo los dos están con las mujeres de las que están enamorados. La mujer de Julián nunca murió, y la novia de Alonso está embarazada, y no le tiene ese miedo del que le hablaba al principio del episodio. Para ellos parece razón suficiente para quedarse ahí y no volver a la realidad de verdad. Cayetana Guillén Cuervo comentaba después del episodio que éste trataba sobre poner por delante los intereses de la mayoría, frente a los propios. Y eso es, precisamente, lo que en un primer momento no hacen Julián y Alonso.
Sin embargo, Amelia, que recordemos que es una mujer del siglo XIX, está convencida de que la pesadilla que ha supuesto la loca idea de Felipe II debe terminar (o quizá nunca empezar: con el tiempo nunca se sabe). Sus compañeros la han abandonado, y es entonces cuando busca un apoyo fundamental. Busca a Irene Larra, la Irene Larra alternativa.
En el 2016 normal, Irene es una mujer fuerte e independiente, una hija del tiempo en el que vive, no así del tiempo que la vio nacer, dónde (¿cuando?) al lado de un marido impuesto, no podía ser feliz. El presente alternativo nos presenta a una mujer sumisa y atrapada en un matrimonio que la tortura, porque ella no quiere estar casada con un hombre. Para hacerle entender que existe una realidad en la que Irene puede ser plenamente ella, Amelia nos regala uno de los momentos más memorables de la serie, un reflejo de la primera vez que las dos mujeres se vieron.
El papel de Irene en este episodio es, aunque de manera sutil, fundamental. Los dos hombres de la brigada del tiempo, pese a que barruntan que las mujeres de las que se enamoraron no son esas con las que están, necesitan el testimonio de Irene para convencerse de que deben hacer lo que deben hacer. La Irene del 2016 alternativo les suplica que, si debe existir una Irene, ha de ser una Irene feliz, y no ella.
La serie tiene un trío de protagonistas claro, pero no sería la misma sin el elenco de excelentes secundarios que lo rodea. Irene pocas veces forma parte de la historia principal, esa que se cuenta en cada episodio, la misión en sí, pero muchas veces parece que la que mueve la trama subyacente, esa que forma la mitología del Ministerio, que se alarga durante las temporadas, está conducida por ella. Irene fue la que denunció a su compañero, Irene fue la que desveló los planes de Susana Torres, la Irene alternativa es la que les da el último empujón para que arreglen la historia. Como nos comentaba una lectora por twitter, los episodios en los que el personaje de Cayetana Guillén Cuervo aparece, son los más interesantes de la serie.
Además, no podemos olvidar que Irene es una mujer decidida y fuerte, pero que también es lesbiana, y vive su vida sexual y amorosa con total despreocupación, lo que le da un valor añadido a su personaje: no es mejor por ser lesbiana, pero sí hace a la serie más inclusiva y real, y nos da una explicación de porqué Irene no era feliz en su época original y tuvo que venir al Ministerio del siglo XXI. Le da profundidad, y la convierte en uno de los personajes más redondos de las series españolas.
El episodio termina como a todos nos gustaría, con el tiempo en su sitio, y cada personaje en su lugar. ¿Será este el final de la serie, o tendremos el gustazo de seguir disfrutando de una ficción de tanto nivel como esta?