Este año se celebra por primera el Día de las escritoras y que coincidirá siempre con el primer lunes después del 15 de octubre, día de Teresa de Jesús. Esta iniciativa busca dar visibilidad a quienes han sido habitualmente las olvidadas de la literatura, la historia y la cultura, en general, y no por su escasa valía, sino que, simplemente, por haber nacido mujeres.
Son muchas las mujeres escritoras a reivindicar, pero como no quiero teneros aquí hasta la cena del lunes que viene, aquí van algunas a tener muy en cuenta.
Mary Wollstonecraft, madre del feminismo y de Mary Shelley, ha sido la encargada de poner la primera piedra en el camino hacia la emancipación de la mujer y la igualdad de género con Vindicación de los derechos de la mujer.
Sylvia Plath, una mujer intrigante, inteligente y llena de contrastes, ha generado y sigue generando mucha fascinación, tanto por su persona como por su trabajo. A Sylvia ya sólo podremos conocerla a través de lo que nos ha dejado vislumbrar a través de su prosa, poesía y sus diarios, siendo Ariel un buenísimo punto para comenzar.
Anne Sexton, ha sido, junto con Plath, una de las máximas exponentes de la poesía confesional. Sus versos crudos y tan ásperos como el Martini que tanto adoraba beber, han sido recogidos en su Poesía completa.
Patricia Highsmith, la maestra del suspense, más conocida por la serie de Ripley para el gran público, para nosotras lo es por habernos dado Carol, la primera novela lésbica con final feliz.
Carmen Laforet, la prolífica catalana ha llenado su obra de personajes femeninos, fuertes e independientes como el de Andrea, en Nada, donde retrata la asfixiante sociedad barcelonesa de la posguerra.
Virginia Woolf, una de las escritoras más destacadas de la literatura universal. Cualquiera de sus libros merece mención especial, pero es quizás La señora Dalloway el más accesible para acercarse a ella y prendarse de su inconfundible estilo, mezcla de prosa y poesía.
Anaïs Nin, provocativa y controvertida, es conocida por haberse atrevido a exponer sin tapujos su tormentosa vida sentimental y sexual en sus diarios, cuyo primer volumen data de 1931 y detalla el intenso triángulo amoroso en el que se ve envuelta con Henry Miller y la mujer de este, June, al convertirse en amante de ambos.
Jeanette Winterson, apodada la Virginia Woolf moderna, no deja de aportar pequeñas joyitas a la literatura, muchas de las cuales llevan la etiqueta de lésbicas, como es el caso de ¿Para qué ser feliz cuando puedes ser normal?
Ana María Matute, fue el asiento K de la Real Academia Española y será recordada como una de las mejores novelistas que nos ha dado la literatura patria. Como refleja Luciérnagas, nadie ha sabido retratar el dolor y el sufrimiento de la España de posguerra.
Caitlin Moran, feminista, muy feminista y gamberra, muy gamberra, ha convertido su desenfadado e irreverente Cómo ser mujer en un libro clave para el feminismo moderno.