Se ha hecho esperar, pero por fin podemos disfrutar de la vuelta de Black Mirror, una de las series más estimulantes e inteligentes de la televisión. Las historias de la serie siempre tienen como hilo conductor la complicada relación con la tecnología que tenemos… o podremos tener. Porque muchos de los episodios están situados temporalmente en algún punto del futuro próximo, un futuro que, a veces, deseamos que se parezca lo menos posible a lo que nos cuenta Charlie Brooker, porque son tiempos oscuros y desesperantes, con finales aterradores. Pero no es este el caso de San Junipero, un episodio que ha dejado a todo el mundo encantado, y no es para menos.
Sur de California, 1986. Yorkie (una increiblemente guapa Mackenzie Davis) sale de fiesta un sábado noche. Entre temazo y arcade, conoce a Kelly (Gugu Mbatha-Raw), y hay algo en ella que la fascina. Para quitarse de encima a un tipo con el que pasó una noche, Kelly se sienta con Yorkie, y se inventan la excusa de que a esta le quedan seis meses de vida. Cinco, de hecho. Las dos comienzan a hablar, y ahí sabemos que Yorkie solamente está de paso por San Junipero, es una turista que ha venido a pasarlo bien, y terminan bailando con Kelly en la pista de baile hasta que, cuando las cosas pasan a ser un flirteo descarado, Yorkie huye.
¿Es posible que estemos viendo una historia de amor normal en Black Mirror? ¿Por qué nos cuentan el encuentro de estas dos? Poco a poco nos van desvelando pequeños detalles que nos hacen pensar que algo no va bien. Primero, hay muchas referencias a la muerte. Demasiadas. La obsesión con la madrugada tampoco parece muy razonable. ¿Qué está pasando en San Junipero?
Bajo la lluvia, esa que nunca pasa en el Sur de California (¿otro guiño a que algo no es lo que parece?), Kelly muestra todas sus cartas:
—¿Te quieres acostar conmigo? Podemos llegar a mi casa en un momento.
— Nunca he hecho algo así.
Pero Yorkie está prometida, y no lo hace. A la semana siguiente, Yorkie vuelve al mismo bar, con la esperanza de volver a verla. Y así es. Después de verla ligar con un chico, sigue a Kelly al baño, y esta vez sí que la acompaña a casa. ¿Es esta una de las escenas de amor más chulas de las que hemos visto en tv? Pues yo voto que sí: es sensual, es sutil, y nos deja una sensación de triunfo que, pues oye, nos gusta.
Pero dan las doce.
Llega la semana siguiente, y Yorkie está probándose una serie de modelitos estereotípicamente ochenteros. En serio, algo no va bien. Es como si estuviera esforzándose mucho en ser de los ochenta. Busca en un bar, busca en otro, pero nada. Hasta que se encuentra al tipo del que huía Kelly.
Búscala en otra época. Estuvo aquí en los ochenta, los noventa, y una vez en 2002
San Junipero es artificial. No son los ochenta, ni los noventa: es un pueblito diseñado para el placer, un espacio en el que salir y pasarlo bien. Un lugar en el que todo está bien, nada duele, y el hedonismo es el medio y el fin. A partir de ahí, Yorki va buscando a Kelly por todas las épocas. Una vez por semana, viaja hasta la década correspondiente, con la esperanza de encontrarla.
Finalmente, lo hace en los dosmiles. Discuten. Yorkie se va, disgustada, y se sienta en una azotea. Las dos mujeres mantienen una conversación honesta sobre lo que sienten, sobre los tiempos, y, una vez más, hay algo que no sabemos por donde coger.
No sé cuanto tiempo me queda aquí
Una de las cosas más chulas de este episodio es cómo el desarrollo de la historia es totalmente orgánico, y sabemos las cosas justo cuando debemos saberlas. Es justo en este momento cuando entendemos, más o menos, el porqué de tanta referencia a la muerte. Sabíamos que San Junipero era un lugar artificial, y tras esta conversación sabemos que es un sitio al que ir cuando se muere. Kelly le habla a Yorkie de su marido, de cómo él no quiso probar San Junipero, y desapareció tras su muerte. No hubo nada después. Todos son jóvenes y guapos porque no son ellos, son el recuerdo que tienen de ellos. Y eso queda más que patente en la siguiente escena, cuando la Kelly real, una anciana, va a conocer a la Yorkie real, otra anciana, y que además es tetrapléjica.
En el centro en el que está ingresada trabaja Greg, el prometido de Yorkie, quien le cuenta la historia de su vida: A los 21 años, Yorkie le contó a sus padres que era lesbiana. Tras una discusión muy fuerte, ésta cogió el coche y tuvo un accidente. A partir de ahí terminaron sus vivencias, y es por eso que San Junipero se va a convertir en el sitio al que vaya cuando muera.
El enlace con Greg es un mero trámite para facilitarle el proceso de acabar con su vida, y es entonces cuando Kelly, en un gesto de generosidad extrema, le propone que se case con ella. Así, al menos, habrá un vínculo emocional con la persona con la que contraiga matrimonio. Esta escena es una de las más lacrimógenas que he podido ver, porque es un mix de sentimientos que, al final, te deja con los ojos verdes de llorar.
Las dos, como no puede ser de otra manera, se reencuentran en San Junipero. Yorkie tiene la ilusión de pasar el resto de la eternidad con ella, en su casa de la playa, en el heaven on earth, pero Kelly tiene una decisión más que firme: cuando muera, no irá allí. Hará como su marido, y desaparecerá. Tienen una discusión, y Kelly termina cogiendo el coche y provocando un accidente. Pero en San Junipero no puedes morir, y cuando se levanta, ahí está Yorkie dándole la mano.
Pero dan las doce.
Kelly está preparada para morir, y así se lo hace saber a la asistente de su centro. Es entonces cuando empiezan a salir los títulos de crédito, y la sensación de que ese no puede ser el final. No puede ser. Pero sólo hay que tener paciencia y, al ritmo de Belinda Carlisle, vamos como las dos se dirigen a una eternidad juntas.
Esta temporada de Black Mirror (o, al menos, un par de episodios) tienen algo que no habíamos visto hasta ahora: un final –artificialmente— feliz. Kelly y Yorkie no son más que líneas de código en un mar de memorias virtuales que se relacionan con otros avatares como ellas. Pero, para ellas, eso es el cielo. Y es un cielo perfecto.