Todo ha cambiado

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Ella mira por la ventana, distraída. Observa embelesada las gotas que resbalan por el cristal empañado, como si guardaran un secreto especial. Una vez me dijo que le gustaba la lluvia porque era como si el cielo llorara por ella, me pregunto si las gotas que golpean la ventana son las lágrimas que no se atreve a dejar escapar.

Me callo, y dejo de hablar sobre lo que intento explicarle. Es obvio que no me presta atención, y, si soy sincera, a mi también me parece mortalmente aburridas mis lecciones de geología. Así que nos quedamos en silencio, ella observando el mundo exterior y yo mirándola. Su cabello, negro y espeso, le cae sobre la cara descuidadamente haciendo zarcillos alrededor de sus ojos del color del mar embravecido. Está sentada con los pies sobre el sofá, abrazando sus rodillas donde apoya el rostro; a tan solo un par de centímetros de mí, pero a la vez demasiado lejos. Lleva una enorme sudadera gris y los vaqueros desgastados por el uso; va descalza, como siempre.

Sobre la mesa hay apuntes y bolígrafos esparcidos. Los míos con letra pulcra y ordenados; los suyos dispersos, escritos con su irregular caligrafía cursiva y garabatos en las esquinas. En su lado hay un cenicero con un cigarro a medio consumir, cuyo humo se mezcla los la fragancia del incienso que se quema lentamente al fondo de la habitación. Delante hay un piano de teclas ya doradas por el tiempo y las viejas partituras desperdigadas por la tapa. También hay libros, cientos; colocados sin orden en estanterías de madera barata y mal barnizada. Normalmente el apartamento está lleno de música que se cuela por todos los rincones, viejos vinilos de opera, canciones de rock sufrido o las incesantes prácticas de un violín bien afinado; pero hoy no. Solo hay silencio, silencio y el tic-tac del viejo reloj de pared.

Ella sigue seria, ligeramente aburrida, reflexionando sobre algo que no sé o sin pensar en nada. Dios, se cree tan madura y segura de sí misma pero solo es una cría que perdió a su madre demasiado pronto y con más peso sobre la espalda del que puede soportar. Se gira hacia mí, como si supiera que estaba pensando en ella. Ambas serias, ambas con la mente llena de pájaros y preocupaciones. Quiero decir algo, pero mejor no hacerlo “La ilusión es como el silencio, algo perfecto hasta que alguien decide abrir la boca” al menos eso dice ella. Sus profundos ojos me examinan, como si conocieran cada detalle de mí. Coloca su mano sobre la mía, y la acaricia suavemente mientras sonríe, triste. Recuerdo cuando me dijo que el amor era llorar de alegría y sonreír con tristeza, sin duda tenía razón. Me acerco y le devuelvo una sonrisa tímida, sin saber muy bien porque. Suspira, cansada, parece que carga con el mundo entero. Me gustaría apagar su mente durante un momento, que simplemente dejara de reflexionar sobre cada pequeño detalle del universo. Ella niega con la cabeza suavemente, como si supiera en lo que estaba pensando. Después fija sus ojos en los míos y su melena se derrama sobre ellos como una cascada de agua color azabache. Lo recojo tras su oreja y me inclino despacio, mirando alternativamente sus ojos y sus labios entreabiertos. De repente la razón deja de funcionar en mí, así que la beso.

Sus labios son suaves, saben a chocolate y tabaco. Su respiración acaricia suavemente mis mejillas mientras responde lentamente a mi atrevimiento, como pequeñas descargas de electricidad que me recorren de pies a cabeza. Es tan diferente a cualquier beso que haya dado antes, tan diferente como ella. El aroma de su champú con olor a frambuesa me inunda el olfato. Mueve sus manos a mi cintura, me abraza con delicadeza para acercarme más a su cuerpo. Su lengua delinea mi labio inferior, como pidiendo permiso. Cruzo mis brazos tras su cuello y enredo mis manos es su pelo. Nos besamos durante horas o quizás solo segundos. No pienso en nada, solo las caricias de sus labios sobre los míos y la melodía de su respiración pesada. Entonces ella muerde mi labio y tira suavemente. Abro mis ojos y me encuentro con los suyos, mirándome intensamente, llenos de sentimientos que no se reconocer. Después coloca un beso tierno e inocente en mi boca y baja la cabeza, con su frente apoyada en la mía.

Ninguna dice nada, no creo que haga falta. No nos movemos, solo permanecemos abrazadas; sin saber que va a ocurrir a continuación, pero sí que todo ha cambiado.

.- Drama Fuhrer

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