¿Existe la literatura lésbica como género literario o la orientación sexual de los protagonistas no debería definir una novela?
Hace unos días, Miriam B. Vigo partió la pana en su blog con un artículo acerca de si existía o no la literatura lésbica. “Y os contaré un secreto: creo que ninguna autora o autor escribe novela LGBT propiamente dicha. Escriben novela romántica, novela fantástica, novela intimista, novela de ciencia ficción en cuya trama se refleja algún personaje homosexual. No sé en qué clase de mundo seguimos viviendo que hace que este tipo de libros deban tener un distintivo, como si solo pudieran enfocarse a un público general. Qué rabia.”, escribe Miriam en su artículo.
Aunque yo sí me defino como autora de novela lésbica, entiendo lo que quiere decir Miriam porque es algo sobre lo que siempre doy vueltas. ¿Existe la literatura lésbica como género?
Como bien le apuntaba una lectora a Miriam en los comentarios de su blog, Marafarinha no sería lo mismo si Olga y Ruth no fueran dos chicas que se enamoran, porque la trama gira en torno a sus dificultades para reconocerse enamoradas de una persona de su mismo sexo, a esa falta de libertad que sí tendrían si fueran un hombre y una mujer.
Las etiquetas son útiles para que te encuentren. Obviamente, estaría genial que me leyera todo el mundo de habla hispana, pero no es mi objetivo. Ya bastante difícil resulta que te lean todas las lesbianas de habla hispana aun escribiendo historias en las que podrían verse reflejadas.
Además de a escribir, me dedico al marketing online de manera profesional. El objetivo principal de estar en internet es que te encuentren. Y es imposible que te encuentren si no te defines, te etiquetas, uses las palabras que está buscando tu público objetivo (¿he oído SEO?).
Existe la novela lésbica porque existe la lectora lésbica. En un principio, me autodefiní como escritora de historias de amor entre chicas con final feliz porque eso era lo que demandaba mi público, cansado de muertes, suicidios y asesinatos de sus personajes favoritos en la ficción. Claro que nos gustaría que nos fichara una editorial potente y llegar a más gente, pero no olvidemos que sin las lectoras lesbianas y bisexuales, el trabajo de Clara, Marta, Gema, Miriam, Emma, Mila, Adriana, y tantas otras, no tendría sentido.
Existe la novela lésbica porque existe la lectora lésbica.
Pero también es cierto que no sólo existe una lectora lésbica (como tampoco existe una escritora lésbica). Hay muchos tipos de lesbiana, pero todas hemos pasado por lo mismo: autorreconocimiento, lucha interior y salida del armario. Aderézalo con lesbofobia y machismo, y añade algo de confusión porque “las chicas somos más cariñosas que los chicos y no te vayas a creer que porque una sea maja contigo, ya significa que le gustas” y tendrás los elementos básicos del género lésbico.
A todas nos gustaría que estuviera superado que la orientación sexual de la protagonista no definiera el público de una obra y a la inversa, que la orientación sexual del lector tampoco le limitara para escoger sus lecturas. Puede que a nosotras, lectoras lesbianas, no nos importe leer historias con protagonistas heteros porque es a lo que nos hemos acostumbrado (¡hola, heteronormatividad!). Pero sí lo es para muchos lectores (la mayoría) que eligen o descartan en función de eso. Y no sólo por la orientación sexual. También por el género. Si no, no habría iniciativas como #AdoptaUnaAutora o #LeoAutorasOct.
Sólo nos queda darle a nuestras lectoras lo que quieren: protagonistas con las que se puedan identificar.
Lo ideal sería lo mencionado unas líneas antes, pero es que no es así y a nosotras, como autoras, sólo nos queda etiquetarnos, visibilizarnos y darle a nuestras lectoras lo que quieren: protagonistas con las que se puedan identificar.
Porque si no lo hacemos nosotras, no lo va a hacer nadie.