Hay un mantra recurrente cuando hablamos de películas lésbicas, y es aquel que dice que son todas malas, infumables, un cuadro del Museo del Prado. Es posible, no seamos ilusas, que esto sea verdad en muchos casos, sobre todo porque los grandes estudios dan la espalda sistemáticamente a la producción de historias de amor entre mujeres y los pequeños bastante tienen con intentar sobrevivir. Pero cada vez que pienso en una película romántica ligera y entretenida que tenga por protagonistas a dos mujeres, pienso en Saving face.
Estrenada en el Festival de Sundance de 2005, festival al que nunca estaremos lo suficientemente agradecidas por la cantidad de ficciones LGBT a las que ha dado el empujón definitivo, Saving Face, cuya traducción en castellano es Guardando las apariencias; Un amor diferente (sólo les falta poner un guiño al final, no vaya a ser que te vayas a tragar una historia de lesbianas sin estar prevenida) cuenta la historia de Wil, brillante cirujana, con brillante porvenir, con una madre ferreamente convencida de las bondades de la tradición china: mucho trabajo, mucho dinero, un buen marido.
Pero como ya sospecharás gracias a los traductores españoles, Wil (la taiwanesa Michelle Krusiec) va a vivir un amor diferente… de lo que le gustaría a su madre (Joan Chen), porque se va a enamorar de Vivian, una bailarina interpretada por Lynn Chen.
Saving face es una comedia romántica de manual. ¿Cuantas veces hemos visto el conflicto entre tradición y amor? Mi gran boda griega, por ejemplo, va de lo mismo, solo que la pareja de la protagonista en vez de ser una chica es un chico estadounidense (¿irlandés?) que no se sabe bien cómo va a encajar en su tradicional familia, que es más griega que Pericles. Desde el mismo momento en el que le damos al play, sabemos cómo va a discurrir paso a paso. No sorprende nada, no hay efectos novedosísimos. ¿Pero acaso importa? Pues exactamente igual en Saving Face.
Lo que sucede con las comedias románticas, con las buenas comedias románticas, es que las puedes ver una y mil veces, porque lo que causan en ti es un chute de bienestar cada vez que te tapas con la manta y te quedas embobada mirando. Es lo mejor que se puede decir de ellas, el estándar de calidad. Y sí, efectivamente: Saving Grace lo cumple de sobra. Siempre se puede regresar a ella.