Hace un tiempo, Tina Fey pasó por el programa No necesitan presentación, de David Letterman, donde contó una anécdota que representa fielmente lo que sucede en la televisión cuando no hay mujeres en las salas de guión, donde se cuece todo. Paula Pell, que entonces escribía junto a Fey en Saturday Night Live, había intentado durante varios años que grabaran un sketch sobre compresas. Compresas gigantes. El resto de guionistas, hombres, rechazaban la idea porque no les hacía gracia. Fey consiguió que se rodara. Fue un éxito. Y lo fue porque a las mujeres que veían el programa les hizo gracia, pero sobre todo porque hubo dos mujeres en esa sala que consiguieron que se rodara. La historia entera, mucho mejor contada por Betina Serrano, la tenéis en Buzzfeed.
Hoy, en la sección de televisión de El País, han hablado de la poca representación lésbica que hay en las ficciones últimamente. El autor habla de Con amor, Simon, y también de Pose, la serie de Ryan Murphy sobre la comunidad trans en los ochenta en Nueva York. Tiene razón en que parece que somos las grandes olvidadas, que no hay prácticamente series ni películas que cuenten nuestras historias, y cuando las hay, son maltratadas o escondidas. Este es el caso de Disobedience, que en España salió en cines con tan pocas copias, 18 y todas en VOSE, que cualquiera podría pensar que la distribuidora no tenía mucho interés en que tuviera éxito.
Pero el artículo termina diciendo: “Es algo que pasa en la televisión más que en ningún otro sitio: si no consumes, no existes. O mueres.”. Y es completamente mentira.
Primero: para poder consumir, tendríamos que tener la oportunidad de hacerlo. Tendríamos que tener una oferta digna de considerarse tal, con ficciones buenas, malas y regulares en formato serie o película. Con amor, Simon, salió en España con 275 copias en salas. Una película con actores desconocidos multiplicó por diez el número de cintas de Disobedience, con una protagonista y un director ganadores del Oscar, y la otra protagonista nominada. Ya no es cuestión de qué película es mejor, porque ese es otro asunto. Pero muchísimas personas, muchísimas mujeres lesbianas y bisexuales, simplemente no habrán podido ver Disobedience porque no habrán podido, porque no se ha estrenado ni siquiera cerca de sus hogares.
La comunidad de mujeres lgbt ha de pervivir, ha de sostenerse, en base a las historias que nos quieren contar otros, casi siempre personas de fuera de la comunidad. ¿Quienes son los productores y los guionistas de las series que vemos? Hombres. En un porcentaje altísimo, hombres. Esto no quiere decir que no existan mujeres en salas de guión, pero desde luego el número es todavía inferior, y la repercusión que sus obras tienen, también.
Vida es una de las mejores series de este año. Emitida por el canal Starz, y con un equipo de producción y dirección eminentemente femenino y latino, la ficción, que contaba historias que a todas las mujeres lgbt nos pueden resultar más que familiares, ha pasado prácticamente desapercibida en nuestro país. Ningún canal español ha anunciado, de momento, que vaya a emitirla [actualización: desde hace pocas semanas se puede ver en la plataforma de pago Starz], y el acceso a ella por medios legales es prácticamente imposible fuera de Estados Unidos. Pero muy seguramente si se distribuyera a través de Netflix, lesbianas y bisexuales se lanzarían a verla, como tantas otras veces ha pasado.
Y, además, cuando no nos hacen historias para nosotras, nos las inventamos. La subcultura de los fanfics es burbujeante en español. Miles de chicas siguen a diario, o cuando la autora saca un ratito para continuar con su historia, las narraciones de personajes de ficción, o incluso reales, que nos gustaría que hubieran pasado. Sólo hace falta darse una vuelta por Wattpad para comprobarlo. En ese portal, Lexa sigue más viva que nunca.
Por tanto: no. La culpa de que no haya series para nosotras no la tenemos las lesbianas. A lo mejor habría que mirar al otro lado, al de la fábrica de historias, y comprobar que no tiene una motivación económica, sino, como contaba Tina Fey, es que simplemente no les interesamos porque no nos entienden.