Está corriendo por ahí, expandiéndose disimuladamente, el término ‘sáfica’ para hacer referencia a todas aquellas mujeres que aman a las mujeres. Ya no solo en el sentido carnal, sino en el espiritual, desde la admiración. La etimología de esta palabra surge en Lesbos, isla griega donde Safo reunió a multitud de mujeres para enseñarles arte, ciencia y amor. De aquí tenemos el término ‘lesbiana’. Pero, ¿es lo sáfico un término que va más allá?
Cuando investigamos un poco la vida de la poetisa griega Safo, descubrimos numerosas teorías acerca de sus supuestos e indescifrables amores. Dedicaba noches enteras a buscar las palabras perfectas para sus discípulas. Paseos larguísimos para encontrar la idea exacta. A muchas las amó físicamente y volcó en ellas sus mejores versos, pero a otras las admiró por su belleza, sus movimientos y su cultura. ¿Es el amor sáfico, aquí, amor lésbico?
‘Amor sáfico’ VS ‘Amor lésbico’. Pongamos un ejemplo. Lola Flores, conocidísima por todos como ‘La Faraona’ o la autora de “¿Quién no se ha dado un pipazo con una amiga?”, idolatraba a mujeres como Rocío Jurado, sin haber mantenido jamás (al menos, esos son los datos hasta ahora) relaciones sexuales con ella. Adjetivaba a su compañera como una diosa, como la más imprescindible de las artistas y una inspiración divina. No fue señalada por ello como ‘lesbiana’, pero hoy sí podríamos decir que este veneración podría ser ‘sáfica’. Respeto y adoración por una figura femenina: ¿safismo?
Tenemos pocos datos exactos de su vida, pero sabemos que Safo estuvo siempre acompañada de su arrebato educador, un hecho que crearía un aura excéntrica, algo fantasmal y embaucadora. Quien entrase en sus palabras, descubriría un mundo muy distinto. Un mundo lleno de ‘safismo’: sororidad, comprensión, aceptación. ¿Pertenece a nosotras aún ese término? Me atrevo a decir que más que nunca: comprensión entre mujeres, el éxtasis ante la visión conjunta, el embobamiento ante personajes televisivos/ del cine/ radio que, siendo mujer homosexual, bisexual o heterosexual (etc.), nos atraen, sea o no Don Carnal quien reine.
Interfieren en toda esta definición el feminismo como doctrina social que busca la igualdad entre mujeres y hombres, pues somos – o podríamos ser- sáficas todas aquellas que amamos, respetamos y valoramos a nuestras compañeras; la sororidad, ya que vemos en lo femenino un punto de apoyo indiscutible, y la cultura, porque jamás fue extraño que una amiga se quedase a dormir en casa, nunca extrañó que nos diésemos la mano y pasáramos tardes enteras juntas, revueltas o no.
¿Es Vanesa Martín una mujer sáfica por admirar a todas las mujeres que habitan en ella y mostrar en su último vídeo cuatro ejemplos de este amor? ¿Leticia Dolera es hetero-sáfica por publicar, con sororidad y un feminismo perfecto, Morder la manzana? ¿Fue Safo lesbiana y sáfica? ¿Estamos, en realidad, ante un término vacío?
Muchas mujeres admiten sentir atracción por otra mujer, ya sea sapiosexual o simplemente un encuentro fortuito. Ergo, ¿por qué sáfica sí, pero lesbiana no? ¿Por qué safismo sí, pero bisexualidad no? ¿Hay un miedo escondido que nos hace retroceder hacia términos generales? Nadie quiere etiquetas, nadie quiere un término específico para un sentimiento, pero si lo abro, si lo generalizo, es correcto.
Y la pregunta es, pues, ¿dónde empieza el safismo y acaba el lesbianismo?
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El amor sáfico, ¿El amor es solo admiración? y Safismo o Lesbianismo