Esta tarde, con una semana de retraso respecto a otras ediciones, una manifestación multitudinaria recorrerá las calles de Madrid dando visibilidad a nuestro colectivo, una amalgama diversa con reivindicaciones particulares pero con un objetivo común: el reconocimiento de que somos y seremos. Todos los años alabamos la necesidad de salir, de ser visibles, de que queda mucho trabajo por hacer y de que no nos podemos descuidar. Y todo eso es verdad. Pero este año en particular, lo único que nos apetece es salir porque todavía podemos hacerlo. Que no es poco.
Partidos que quieren coartar nuestros derechos, con un discurso que está calando en la sociedad. Personas que se ponen de perfil porque ‘no va con ellos’. Personas lesbianas, bisexuales y gays que creen que nada va con ellos, o directamente colaboracionistas a los que les explotará la sorpresa entre las manos cuando se den cuenta de que no les ha servido de nada remar con el enemigo. A todos ellos les deseo rabia y amargura cuando vean las imágenes de millones de personas ganando la partida.
No quiero hacer pedagogía. No quiero convencer a nadie. Estoy cansada de tener que justificar mi existencia a cada paso que doy. Siempre amable, siempre explicando, siempre intentando creer que las cosas cambian de manera gradual. Hoy no me apetece tener que escuchar palabras como ‘tolerancia’, una palabra horrible que conlleva que tienen que aceptarme pese a algo. Me he comido mucha violencia de todo tipo como para que me importe un rábano lo que piense, y me diga, cualquier acólita de escritoras venidas a menos que buscan su lugar en el mundo a base de renunciar a la decencia más básica para con otro ser humano, o cualquier imbécil que piensa que el mundo empieza y termina con él mismo.
Apretad los dientes. Porque aunque parezca lo contrario, os estáis quedando más solos que nunca. Feliz Orgullo a todos los demás.