Este post es una continuación de Qué esperar cuando sales del armario (Parte I: tus amigos y tú).
Pues muy bien, ¿no? Por fin has salido del armario.
…aunque, claro, no del todo…
Es cierto que tu chica te anima.
Que tus amigos ya te han dicho que te apoyan.
Algunos hasta la náusea.
Pero todavía te queda la parte más difícil: LA FAMILIA.
Querer, querer… tú no quieres contárselo.
Pero hacen demasiadas preguntas y ya estás un poco harta.
“¿Quién es esa nueva amiguita tuya? Parece maja”
“¿Y qué? ¿Cuándo te echas novio?”
“Se te va a pasar el arroz”.
LAS SOSPECHAS SON CONSTANTES.
NO-AGUANTAS-MÁS-LA-TENSIÓN.
Es tan horrible que quieres gritarles eso de “¡Sal de mi vida!”
Así que al final se lo cuentas a tu madre.
Pero lo haces a lo grande. Por ejemplo, el día de Navidad.
Ella no lo encaja demasiado bien…
Está desolada. No quiere ni imaginar lo que haces cuando te quedas a dormir en casa de “tu amiguita”.
Aunque eso no le impide que vaya corriendo a contárselo a tu padre.
Y a tus abuelos.
Y también a tu hermano (él sí que se imagina lo que haces en esas fiestas de pijamas).
Lo tiene clarísimo.
La única que parece encantada con la noticia es tu prima.
Porque los mayores de la familia no acaban de asimilar el #concepto…
Incluso te hacen una intervención.
Según ellos, ¡ahora ya lo entienden todo!
Tus cambios de humor.
Los cambios en tu armario.
En tu pelo.
¡Con razón ibas siempre rodeada de chicos!
No sabes cómo lo has hecho, pero de repente tu homosexualidad se ha convertido en SU PROBLEMA.
“¿Qué van a pensar nuestros amigos?”
“¡Nunca vamos a tener nietos!”
“¡Te quedarás sola!”
“¡Nosotros no te educamos así!”
Es un momento un poco duro.
Pero te da igual, porque… ¡Eres libre!
O eso creías… Hasta que los vecinos empiezan a saludarte de manera extraña.
Sospechas que lo saben.
Porque te sonríen mucho. Demasiado. De un modo raro.
Menos la del cuarto. Esa directamente te grita ¡BOLLERA! un día que te ve asomada a la ventana.
Vale. Sí…. LO SABEN.
Pero te has quitado un peso de encima. Y eso es lo importante, que ya no tienes que contárselo a nadie más.
Bueno, espera… quizá deberías decírselo al monitor del gimnasio, que está empeñado en que sois hermanas.
Y sí… a la casera, que a veces te pregunta por esa amiga que pasa tantas noches en tu casa.
Y a la peluquera, que no entiende por qué nunca hablas de tu vida amorosa.
Y, bueno, claro, a tus compañeros de trabajo, porque todavía no conocen a tu “pareja”.
Así que sales del armario una vez.
Y otra vez.
Y sí… OTRA vez…
Joder, qué pesadez.
Puto día de la marmota.
Menudo aburrimiento.
Has dicho tantas veces que eres lesbiana que estás pensando tatuártelo en la frente.
O quizá dar un discurso.
Comprendes entonces que te vas a pasar la vida saliendo del armario. Pero no te vuelvas loca.
Porque todo tiene su parte positiva.
Y es que llega un momento en el que no entiendes por qué te asustaba tanto.
Ahora sí que eres libre.
Bienvenida a la vida croqueta.
Escrito por Marca de Fábrica y Emma Mars.