Me acuerdo de la primera vez que utilicé un vibrador. Estaba diseñado para estimular la zona G, pero yo, aunque por entonces no tenía mucha idea de las zonas erógenas más allá de lo básico, ya me di cuenta de que lo que más me gustaba era sentir la vibración en el clítoris. Las palabras de la vendedora de aquella tienda erótica cerca de Portal de l’Àngel, en pleno centro de Barcelona, me prometió: “la sensación es única”. Y vaya si lo fue, tanto que el siguiente paso fue interesarme por la juguetería erótica, y aquí estoy unos años después.
Mi primer juguete era básico, tenía un solo botón y funcionaba con pilas. Después de la fase de enamoramiento inicial en la que lo utilizaba día sí y día también, me compré otro. Poco a poco fui descubriendo la variedad no solo de formas y colores, sino de tipos de estimulación que puede ofrecer un artilugio de placer. La realidad es que, tantos años después, hay vibradores de todas las variedades que exploran diferentes matices de la estimulación.
También recuerdo mi primer Laya (¡hace 5 años y medio!): fue el II y formaba parte de la línea Black. Fun Factory transformó los colores que la caracterizaban en un negro elegante precioso y, al igual que su predecesor, fue un superventas. Me sorprendió el concepto “lay on”, o sea, un vibrador que estimula la vulva al completo. Porque ya sabes, las terminaciones nerviosas no solo están en el clítoris, sino también en los labios o en la entrada de la vagina.
Laya II me gustó mucho, pero, como dice Fun Factory, mi marca alemana de preferencia, lo bueno todavía puede ser mejor. Laya III llega pisando fuerte: con un diseño renovado y una promesa más excitante, la de estimular diferentes capas de terminaciones nerviosas.
De entrada, la forma es muy parecida a las versiones anteriores, aunque Laya III es más estilizado y parece que ha sido cuidadosamente esculpido para dejar tan solo el volumen que necesitamos. Es ligero y manejable. Además, está recubierto por un patrón precioso y refinado de ondas que recuerda al eco que se hace en nuestro cuerpo tras el orgasmo. Su superficie se adapta como un guante a la vulva, cubriéndola por completo para asegurar el ajuste. Cuantas más terminaciones nerviosas se abarquen, más intensa puede ser la sensación.
Otra de las mejoras de Laya III, además de afinar su forma, es el efecto layering (“layer” significa “capa” en inglés) del que te hablaba más arriba. El juguete combina la vibración con pequeños pulsos para estimular la piel de forma superficial y también más allá: los tejidos más profundos cuya participación también resulta muy placentera.
Una pensaría que después de decenas y decenas de vibradores externos ya lo ha experimentado todo, pero la fusión de vibración y pequeños pulsos de Laya III es única y me conquistó desde la primera vez que lo probé. Siento que la estimulación es más intensa, que no fuerte. Es más profunda, más envolvente, casi insondable. La sensación es que me acompañó al orgasmo con firmeza y sin reparos y, una vez lo alcancé, permaneció allí. Porque la vibración no es de esas tan impetuosas que te dejan el clítoris KO, sino que te acompaña con seguridad también mientras el clímax te atraviesa. Y, pese a esa intensidad, es supersilencioso.
El uso en solitario, como lees, es exquisito. En pareja también, pues es un juguete que, al adaptarse tan bien a las curvas que forman el cuerpo humano, puede hacerse hueco en casi todos los rincones de la anatomía: para complementar un buen masaje erótico o ayudarnos a alcanzar el orgasmo. De hecho, Laya III puede servir incluso para incrementar la producción de leche en periodo de lactancia al ponerlo en el pecho.
A nivel técnico, Laya III también ha evolucionado. Esta versión mantiene la interfaz de 3 botones de fácil manejo y ofrece 7 velocidades y 3 programas. A mí, por ejemplo, me ha ido bien la tercera velocidad, así que las hay más suaves y más intensas, aptas para todas las sensibilidades. Para encender y apagar el juguete basta con pulsar el botón FUN, luego podrás aumentar la velocidad con + y reducirla con -. Puedes memorizar tu patrón favorito (pulsando FUN un par de segundos) y activar el modo viaje (FUN y -).
Con respecto a la carga, Laya III funciona con un cargador magnético que se coloca cerca de los botones. La primera carga es algo más breve, pero tarda unas seis horas y media en recargarse y eso me ha parecido demasiado tiempo. Podrás disfrutar de 40 a 120 minutos después de eso, que no parece tanto para seis horas y media, pero lo cierto es que no he necesitado recargar el juguete a lo largo de todas las pruebas que he hecho este mes, así que dependerá del uso que le des y de la potencia que requiera cada vez.
Laya III está disponible en dos colores preciosos: soft violet y sage green, ambos tonos pastel que se alejan de los colores más típicos en juguetería erótica. Como todos los juguetes de Fun Factory, van en su packaging cuidadísimo: caja de cartón y un manual de instrucciones que incluye inspiración y consejos. He echado en falta una bolsita para transportarlo, así que me haré con una de las que ofrece la marca por separado.
¿Y qué hay del precio? Pues te contaré lo que sucedió mientras preparaba la reseña. Siempre anoto los datos técnicos para tenerlos a mano mientras escribo una vez he probado el juguete y me sorprendió el precio de Laya III para lo revolucionario que ha sido para mí. No llega a los 90 euros y es un juguete que destila elegancia, calidad y profundidad. Lo que hace va más allá de la clásica vibración que ya conocemos.
En definitiva: Laya III es la versión mejorada de un superventas que ha llegado para dar un paso más allá en la estimulación externa. Su forma ergonómica cubre la vulva y su efecto layering estimula de forma superficial y también profunda para lograr orgasmos más intensos de los que has experimentado hasta ahora.