Killing Eve acababa con un gran momento de suspense o, si lo preferís, con un cliffhanger catedralicio en el que Eve (Sandra Oh) apuñalaba, casi sin querer, a nuestra dicharachera asesina Villanelle (Jodie Comer). Quizá por eso, cuando me aposenté en mi sofá para iniciar esta segunda temporada, esperaba un primer episodio más sosegado, incluso con un pequeño salto temporal. Pero ¡bum! Se abre el telón y seguimos apenas unos segundos post-apuñalamiento después… ¡Déjame respirar, serie!
Tras este frenético inicio la cosa “se relaja” ligeramente, pero esta entrega no pierde un ápice de ritmo ni tensión a lo largo de sus ocho episodios.
Emerald Fennell ha tomado el control de la sala de guionistas con mano suave aunque firme. Hay un pequeño cambio de enfoque, pero se mantienen los puntos fuertes de Killing Eve: una trama centrada en los personajes, una estética cien por cien al servicio de la historia y un equilibrio perfecto entre lo perturbador y lo humorístico.
A pesar de que algunos críticos han cuestionado la “necesidad” de una segunda temporada (me gustaría también saber cuándo se considera “necesaria” una segunda parte) soy una firme defensora de su existencia. No sólo se produce una evolución de los personajes, especialmente relevante en Eve, sino que no nos alejamos tanto de la trama de espías como parece en un principio. Queda especialmente claro una vez llegamos al 2×08 y todas las piezas están sobre el tablero. Aunque el conflicto del M16 y Los Doce nunca ha sido lo más importante en Killing Eve, no se puede desdeñar el interés de la continuación de esta trama y su impacto en el desarrollo de la historia: Eve y Villanelle pasan de pilla-pilla particular a ser dos peones, dos víctimas en un juego mucho más grande.
Cómo humanizar a tu asesina
Jodie Comer ha encandilado a todo el mundo y su abuela con su interpretación de una asesina completamente despiadada, bastante infantil y francamente divertida. El guión nunca se cansa de recordarnos que estamos ante una ¿psicópata? que disfruta matando, pero es muy difícil no quedar fascinada ante su desparpajo, encanto y su sentido de la moda.
Una de las formas más inteligentes de hacernos empatizar con Villanelle ha sido enfrentarla a otros monstruos, compararla con seres que a nuestros ojos son claramente “peores”. Tenemos un depredador que mantiene presa a su madre y encierra a una joven “inocente”, un psicópata frío y obseso con el control incapaz de disfrutar de ningún placer de la vida teniéndolos todos al alcance de la mano y un asesino brutal e idiotizado que vigila todos sus movimientos. Visto así, Villanelle se nos muestra entre luces y sombras más que en una oscuridad absoluta.
¿Su obsesión con Eve Polastri? Sigue muy en firme. ¿Qué mayor prueba de amor hay que un cuchillo clavado en el abdomen? Eve debe estar totalmente pillada. Luego hablamos de ello.
La corrupción de Eve
Uno de los aspectos más destacables de esta temporada es el arco de Eve. Si en la anterior entrega ya mostraba fisuras en su personalidad, en principio honrada y de carácter bondadoso, en esta segunda parte, las grietas han provocado una fractura en el núcleo de la identidad del personaje.
La obsesión de Eve con Villanelle la ha llevado siempre a actuar de forma impulsiva y catastrófica para su vida personal y profesional: problemas en el trabajo, problemas con su marido, la muerte de su mejor amigo… Apuñalar a Villanelle sirve para ir un paso más allá y marcar el inicio de una Eve que coquetea con sus impulsos más oscuros… Tanto sexuales como homicidas, llegando a plantearse que se sentiría al matar a alguien más allá de lo hipotético.
¿Killer Eve?
La Eve de esta temporada está destrozada y es una gozada asistir a su viaje al fondo del pozo que, creo, culmina con un despertar (vale, y un disparo también) a una mezcla más positiva entre la Eve del inicio y la que hemos visto en esta entrega. Lo que me lleva al siguiente punto.
Villaneve, el romance imposible
Las convenciones de toda película romántica se retuercen deliciosamente, casi todas con una doble lectura. Tenemos celos, “peleas de enamoradas” y mucha, mucha (muchísima, jo) tensión sexual no resuelta. (El “trío” del 2×07 no vale.)
Esto me recuerda nuestra primera cita
La obsesión de Villanelle con Eve y viceversa no hace sino progresar a lo largo de los episodios. Podemos hasta llegar a creer un poco a Villanelle, desde luego en su cabeza y peculiar forma de pensar, su amor por Eve es sincero. Por otro lado, Eve está lo suficientemente perdida para que un romance auténtico parezca posible… durante medio capítulo más o menos.
Pelín posesiva, Villanelle
Cuando llega el final, la ilusión se deshace incluso antes del bang final. El amor que usa la manipulación y está dispuesto a alterar la auténtica personalidad de un individuo, no es amor. Que Eve vuelva en sí y renuncie al “idílico” futuro que Villanelle propone es consecuente con su personaje y con todo el desarrollo de la malsana obsesión que comparten las protagonistas.
Los secundarios
Enriquecen la serie y están tremendos en sus respectivos papeles. En realidad no tengo mucho más que añadir, es que cualquier momento es bueno para mencionar lo que mola Carolyn y la actriz que la interpreta, Fiona Shaw, croqueta extraordinaria. Y es que Carolyn juega con todos los personajes como una gran marionetista y por ahora le está saliendo todo perfecto… ¿seguirá así de bien en la tercera temporada?
Hablemos de Queerbaiting
Las declaraciones de Sandra Oh en la revista Gay Times revolvieron un poco las aguas del agitado mar tuitero cuando declaro:
“Hacéis algo de trampa porque queréis convertirlo en una cosa… que no es. Por eso también creo que la sexualidad y el descubrimiento de la amplitud que puede alcanzar la sexualidad es el tema de la serie; el porqué le interesa a la gente. No se trata de una cosa u otra.”
Sandra Oh en Killing Eve interview: Sandra Oh and Jodie Comer discuss their characters’ sexuality, Gay Times
Una declaraciones que han sido usadas para tachar la relación de Villaneve como queerbaiting. ¿Pero podemos hablar de queerbaiting cuando uno de los personajes principales es abiertamente bisexual? Y no se cortan en dejarlo bien claro en la serie. ¿O cuando el otro personaje principal siente una atracción sexual evidente? Como dice Oh, el “romance” entre Eve y Villanelle es algo que “no es”, o algo que no puede ser, por el propio carácter de los personajes en la actualidad. Pero esto no invalida el lado sexual de su obsesión mutua, ni la sexualidad de Villanelle. Quizá debemos diferenciar el lado más shipper del argumento real de la serie.
Dicho esto, shipear Villaneve es una de las cosas más divertidas que puedes hacer y lo recomiendo muy mucho. Como le leí a Noelle Stevenson en un tuit, ¿y si al final Villanelle e Eve son un matrimonio jugando el rol play más elaborado de la historia? Ideaca para fic es, eh.
Este artículo es subjetivo, personal y tienes todo el derecho a no estar de acuerdo =)
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Que Sueños de Libertad está sirviendo de inspiración para muchísimas autoras es un hecho. Si entras en redes, verás ilustraciones, fanfics, memes y casi de todo inspirados en Marta y Fina, lo que hace (nos hace) muy felices, y seguro que te habrás topado con el trabajo de red (@sapphicsathome), autora de Unarmed, la historia que tiene a miles de fans enganchaditas a Twitter. Hemos querido charlar con ella para que nos cuente algo más de su proceso creativo.
Para quien no te conozca, cuéntales algo sobre ti (lo que quieras).
Soy una persona muy tranquila, que disfruta mucho de la soledad y de los pequeños placeres de la vida: estar rodeada de libros, escuchar vinilos, estar con mis gatitas, leer poesía, dibujar bajo el sol del otoño, o ver cómo florecen y crecen las hojas de mis plantas en primavera.
¿Qué es lo que te llevó a crear un AU? (porfa, explica un poco qué es un AU para las lectoras que no manejen la terminología) ¿Por qué este formato en concreto?
Desde que empecé a ver Sueños de Libertad, y comenzó la historia de las Mafin, me pareció que había muchas dinámicas interesantes en las que se podría profundizar: huecos de guión, tramas que se abrían y no se cerraban o no se exploraron lo suficiente. Unarmed nació de lo que yo imaginaba que podría funcionar como un spin-off. Como soy una persona a la que no le gustaría que cambiasen su historia por completo o que hicieran algo totalmente nuevo, quería crear algo que mantuviera su esencia y desarrollara mejor esas tramas, llevándolas hacia un lugar más profundo.
Al principio, lo pensé como un SMAU porque no me sentía capaz de escribir un fic completo, pensé que no iba a tener tiempo suficiente, y además soy ilustradora, así que me apetecía hacer algo que mezclase lo literario y lo visual. Este formato me pareció el más indicado. Irónicamente ha resultado llevar más tiempo y trabajo que un fic común, porque me resulta imposible no escribir narraciones largas.
Para quienes no conozcan la diferencia: los fanfics son narraciones al estilo libro, que suelen publicarse en Wattpad o Ao3. En cambio, un SMAU (Social Media AU) se publica normalmente en redes sociales (Twitter, por lo general) y tiene un formato más visual, con capturas de pantalla o simulaciones de redes. Yo los veo casi como una novela gráfica, aunque no es habitual que estén ilustrados (eso fue algo que pensé que podría estar guay hacer, aprovechando mis habilidades; la verdad, no tengo idea de si había otros SMAU ilustrados antes).
¿De donde sacas la inspiración para las escenas que vas creando?
Todo lo que escribo en Unarmed viene de lo que consumo y me gusta: films que veo, libros y novelas que he leído, principalmente. Muchas veces me pasa que veo una película o leo una novela hetero que me parece inteligente o profunda y pienso: “Ojalá ver algo así, pero sáfico”, “¿Por qué no tenemos historias así nosotras?”, o directamente: “Esto sería perfecto si tuviese lesbianas”.
También hay otras escenas que surgen de fantasías personales o de sueños que tengo, cosas que me gustaría vivir, y pienso mucho en cómo me gustaría experimentarlas, en cómo las disfrutaría yo.
Curiosidad: ¿Tienes toda la historia pensada o vas escribiendo escena a escena?
Las dos cosas son ciertas. Toda la historia está pensada y planificada, pero también escribo escena por escena. Unarmed tiene una especie de esqueleto muy sólido, con cada punto importante marcado. Las escenas que llevan a esos momentos clave tienen una descripción con la intención, lo que quiero transmitir, lo que necesito que suceda. A partir de esa base, creo la escena. Muchas están bastante claras ya en mi cabeza, aunque a veces les voy añadiendo detalles o matices que me parecen necesarios.
Por ejemplo, hacía mucho tiempo que había decidido que Fina acabaría siendo fotógrafa (antes incluso de que lo dijesen en la novela), y que Marta le regalaría la cámara. Pero cuando eso apareció en la novelita, tomé frases o momentos de allí para hacer que se sintiera aún más cercano a ellas.
Siento que la construcción de Unarmed es como plantar semillitas e ir regándolas hasta que crecen las hojitas.
¿Habías escrito anteriormente historias sobre otras parejas, otros fanfics?
Nunca en mi vida había escrito fanfics. Tampoco fui nunca de estar en fandoms ni de dibujar fanarts en si.
A ver, que siempre me he enganchado mucho a mis parejas de lesbianas favoritas, como Cophine de Orphan Black o Gini de The L Word: Gen Q, y siempre he sido de leer muchos fanfics en Ao3, como otro tipo de literatura que me gusta; pero lo mío con Mafin es algo completamente nuevo, y me ha gustado mucho porque me ha hecho capaz de abrirme a compartir mis dibujos o enseñar lo que escribo, cosa que antes quizás no me habría atrevido a hacer.
Es muy bonito compartir una pasión en común con otras personas. Y algo que me ha sorprendido, y que también me ha parecido muy cuqui, es esa sensación de ser capaz de generar tanta pasión y todas estas emociones en los demás a través de una historia.
¿Qué tiene Mafin que no tengan otras?
Son muchas las cosas que las hacen especiales. La historia de ambas está muy cuidada y se nota el cariño con el que está llevada, sobre todo por parte de las actrices. La química entre Alba y Marta hace que cada escena entre ellas sea una locura total.
Además, a mí me gusta mucho el trope del will they/won’t they, esa tensión de la añoranza. Cuando se hace bien, puede crear escenas mágicas con muy poco. Por ejemplo, la escena de los bollos, cuando se rozan los dedos al principio al entregarse la carta, o las dos escenas de los perfumes… Todo eso está lleno de deseo, de amor contenido, de simbolismo. De hecho, la forma en que exploran el simbolismo y se comunican a través de esos gestos me parece muy inteligente. Sinceramente, no creo haber visto una combinación de todas estas características en una pareja sáfica, y mucho menos que las hayan logrado sostener tan bien durante tanto tiempo.
Y aunque sea una novela de sobremesa —y yo pueda desear ver cosas que no tenemos, como escenas más apasionadas o besos que no se recorten— creo que historias así, llevadas con tanto cariño, son muy importantes en el momento histórico en el que estamos.
Una cosa sí os digo: claro que me encantan las historias de lesbianas de época, y los años 50, en concreto, me vuelven loca. Es la razón por la que empecé a ver Sueños de Libertad. Pero sí que me encantaría ver algo que tuviese todos estos componentes y además fuese inteligente, con más profundidad, en una historia de actualidad.
¿Cómo ves las tramas actuales de la serie? ¿Y el futuro? Hagamos de pitonisas.
Todo el sinsentido del embarazo me pareció que rozaba bastante lo desquiciado, y además fue totalmente innecesario. Pero la trama actual, la de FotograFINA, me parece preciosa y necesaria.
Una de mis mayores preocupaciones (y uno de los desaciertos más grandes que he visto en la novelita, y que he intentado corregir en Unarmed) es como Fina, pese a ser un personaje tan potente y tan bien interpretado, siempre quedaba en segundo plano. Era “la novia de Marta”, una extensión de la burguesa. Yo ansiaba que tuviera su propio espacio, su libertad, deseos propios, planes que no fuesen solo esperar a que Marta tuviera tiempo para verla. Que Marta y el amor no fueran su única pasión. Y sobre el futuro, no sé la verdad, mientras no las desdibujen estúpidamente a favor del patriarcado o maten a alguna de las dos, yo seguiré aquí.
Unarmed tiene muchísimos comentarios y citados, pero ¿Qué crees que es lo que más les gusta a las seguidoras de tus historias? ¿Cómo recibes el feedback del público?
Ha sido una locura, la verdad. Cuando empecé esto, jamás imaginé que pasaría algo así. No tenía ninguna referencia de que pudiera llegar a funcionar. Solo quería crear la historia porque las penquitas desarmadas me estaban haciendo sentir muy creativa, y necesitaba sacarlo de dentro y plasmarlo en algún sitio.
Me han hecho esta pregunta varias veces y también me repiten a menudo qué es lo que más les gusta, así que he tenido tiempo para pensarlo. Creo que una de las cosas favoritas de les lectores es la profundidad. La exploración de las motivaciones de los personajes, el que sea una historia realista con la que muchas personas se sienten identificadas, pero que al mismo tiempo mantiene toda la esencia y la identidad de Marta y Fina.
Esto es muy importante: muchas personas me comentan que disfrutan mucho leyendo a las Desarmadas porque sienten que siguen siendo ellas, que están muy bien caracterizadas. Y yo me esfuerzo muchísimo en eso, porque me parece una de las cosas más importantes cuando leo un fanfic: que, aunque sea una adaptación al 2025 y haya cosas que cambien, al leerlas sientas que son ellas, que hablan como ellas, que ves claramente sus motivaciones y personalidades.
El feedback todavía me hace sentir nerviosa, sorprendida, y la mayoría del tiempo está ahí el bichito del síndrome del impostor que me repite cosas como “tampoco es para tanto” pero voy lidiando con ello. Lo más importante para mí es poder contar la historia que quiero contar <3
¿Cual crees que ha sido la escena favorita de tus lectoras?
Esta pregunta es difícil, porque en las unarmis o el unarmy (autonombrades 🧍♀️) todo es muy subjetivo. Además, es una historia larga, con muchísimas partes.
Une pensaría que todes se volverían loquis con el smut en una historia como esta, pero hay otras escenas que han generado muchísimo más revuelo y recepción. Algunas que tengo muy claras son:
La noche en el parque, cuando ven las estrellas (de muchas formas wink wink).
Las cuatro estaciones de unarmed.
La cita en casa de Marta, en concreto cuando le dice: “Me has cambiado desde adentro. Y me asusta. Porque sé que puedes destruirme. Sé que puedes romperme en mil pedazos, Fina… pero si esa es la condición para tenerte, entonces los trozos que queden van a ser los más hermosos que hayan existido, porque van a llevar tu nombre.”
Las entradas del diario de Marta.
Los sueños de ambas.
Y, más recientemente (en París): el homenaje a la noche de Illescas, la escena de los celos bajo la lluvia, y los nenúfares.
¿Tienes alguna escena de las que has escrito que te gustaría ver en pantalla?
Me encanta esta pregunta, porque al leer el AU creo que es bastante evidente que escribo con todo muy gráfico y visual en la cabeza. Hay escenas que he escrito literalmente pensando en planos de cámara, en iluminación, en dirección de fotografía.
Dos que creo que quedarían preciosas:
Las cuatro estaciones de unarmed, que siempre las he imaginado como un plano secuencia.
Y, más recientemente, casi todas las escenas de París: Marta caminando detrás de Fina cuando está celosa de Patricia, el momento en el Sena, la discusión bajo la lluvia o, por ejemplo, la escena de los nenúfares. Creo que visualmente serían muy guapas.
Y al revés, ¿cuál de las que hemos podido ver te hubiera gustado escribir a ti?
Pues creo que me habría gustado escribir todas esas escenas que, honestamente, sentí que se podrían haber mejorado fácilmente. Porque no es que yo sea una experta, de hecho soy bastante amateaur pero por ejemplo, la de los nenúfares: el concepto me pareció interesante, pero la escritura fue un poco pobre. También las entradas del diario de Marta, podrían haber sido mucho más potentes.
Otra sería la escena de su primera vez, después de la boda de Andrés. Siento que a veces hay una intención bonita, pero se cae en clichés o en soluciones demasiado cursis, y eso diluye la magia de lo que podría haber sido algo increíble.
Jo, que incluso la trama del embarazo, con un poco más de ganas, se podría haber hecho mucho mejor.
¿Qué te resulta más difícil a la hora de escribir? ¿Dónde encuentras la inspiración?
Lo que más me cuesta es que soy terriblemente perfeccionista. Me resulta muy difícil soltar las cosas. Releo mil veces, ajustó cada mínimo detalle, investigó muchísimo para encontrar justo la palabra que necesito (puedo pasar horas en diccionarios de sinónimos). Y aún así, cuando lo publico, soy muy dura conmigo misma si veo errores. Es un desafío enorme, y con el AU he tenido que trabajar mucho en eso: aprender a soltar, publicarlo ya aunque no me parezca la mejor versión.
También me ha ayudado el hacerlo de forma diaria, porque si no, me tiraría una semana reescribiendo cada escena.
En cuanto a la inspiración… está toda en mi cabeza. A veces, si busco algo concreto, escucho música y las visualizo a ellas dentro de esas canciones. O me inspiro en esos outfits que veo en Pinterest. También hay muchísima inspiración que viene directamente de la novelita, de frases, escenas, momentos que han compartido.
Sabemos que, además de escribir, ilustras, lo que nos viene genial a las fans. ¿Qué vino primero, el dibujo o la escritura?
Oye, que cada vez que decís “fans” me quedo tiesa JAJA qué fuerte.
Respondiendo a la pregunta: en el fandom Mafin, lo primero fue el dibujo. Empecé a ilustrarlas muchísimo cuando empecé a ver la serie, creo que fue un poco antes de la ensoñación, todavía ni sabía que iban a ser pareja. Después me costó un tiempo sentirme a gusto para compartir algo de lo que hacía.
La escritura en el fandom vino por necesidad: me obligué a no abandonar el AU, básicamente.
Ya si te refieres a la vida real, dibujo desde que tengo uso de razón. Soy ilustradora desde hace muchos años, trabajo de ello. La escritura me ha acompañado desde la adolescencia, pero siempre he sido más de poesía y ensayos que de ficción.
Tu AU tiene, además, una playlist con las canciones que les gustan a las dos protagonistas. ¿Cómo fue el proceso de creación?
Me encanta que incluyáis la playlist, porque también es una de mis cosas favoritas de unarmed. Creo que dice muchísimo sobre ellas.
Como comenté antes, consumo mucho cine, y pienso que la música no solo es crucial para construir una buena escena, sino también para construirnos a nosotres como personas. Así que pensé mucho qué tipo de música disfrutarían Marta y Fina si vivieran en el 2025, qué tipo de géneros disfrutarían y qué artistas es evidente que odiarían, y de ahí se fue hilando la playlist.
Empezó como una construcción basada en sus personalidades —y aún lo es, porque se puede distinguir perfectamente a cada una dentro de ella— pero con el tiempo también ayudó a construir la historia. La playlist está llena de pistas, de easter eggs. Todas las canciones que aparecen tienen un peso importante: reflejan momentos que viven juntas, lo que sienten, lo que piensan de la otra, cómo se desean, cómo se quieren… en diferentes etapas de su historia.
Háblanos de tus autoras favoritas, tanto de fanfic como de literatura convencional.
Muchas de mis autoras favoritas están reflejadas en los gustos de Marta Desarmada, porque a mí también me apasiona la poesía.
Algunas que amo profundamente: Mary Oliver, Virginia Woolf, Elizabeth Bishop, Alejandra Pizarnik, Assata Shakur, June Jordan, Maya Angelou, Audre Lorde, Sylvia Plath, Louise Glück.
Escritoras que aún están con nosotras y para mí son esenciales: Angela Davis, Camila Sosa Villada, Susy Shock, Brigitte Vasallo.
Y ahora mismo, una de mis poetas favoritas y una persona que me parece increíble es Rafeef Ziadah. Por favor, buscad su spoken word poetry, especialmente uno que se llama “Shapes of Anger”.
Y así… muchas otras. Han existido y existen mujeres absolutamente brillantes en este mundo.
Si quieres añadir algo, ahora es el momento.
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El verano es una caja de sensaciones viscosas y sudorosas y Hot Milk (en España Agua salada, no sé deciros la razón porque no he tenido la oportunidad de leerme el libro) llega con esa textura ardiente que se mete bajo la piel de la protagonista mientras el Mediterráneo quema en los fotogramas. La película, escrita y dirigida por Rebecca Lenkiewicz, adapta la novela de Deborah Levy y coloca el foco en la relación tóxica, hermosa y asfixiante entre Sofia (Emma Mackey) y su madre Rose (Fiona Shaw).
Sofia es una joven que ha pausado sus estudios para cuidar de Rose, su madre, misteriosamente paralizada, que vive en silla de ruedas. Las dos viajan desde Londres hasta la costa española de Almería, buscando al curandero Dr Gómez, un sanador misterioso que podría ser esperanza o engaño. En ese pueblo teñido de sol y brisa salina, Sofia empieza a sentir que respira por primera vez.
La que despierta los pulmoncitos a la joven es Ingrid, interpretada por Vicky Krieps, una viajera bohemia que desliza su presencia como un rumor en la playa. Sofia se deja envolver por esa energía libre y despiadada que contrasta radicalmente con la imposición maternal que lleva años sofocándola. La tensión emocional crece como olas de calor, mientras Rose permanece imperturbable en su búsqueda.
Fiona Shaw y Emma Mackey construyen dos polos magnéticos de miserias compartidas y afecto doloroso. Shaw desliza cada gesto con la gravedad de alguien que flota entre cama clínica y delirio emocional, y Mackey ofrece esa furia contenida que explota en destellos luminosos. Según la crítica, a narrativa fragmentada y visualmente audaz deja al público en un limbo entre realidad y alucinación. Chica, que ganas de verla. Todavía no sabemos cuándo se estrenará en España porque la película sigue en el circuito de festivales, pero estaremos atentas.
Si algo nos encanta de los últimos tiempos es que la literatura lésbica en español está más viva que nunca. Las editoriales, como Les editorial o Egales, se han puesto las pilas y nos están regalando historias para todos los gustos, desde dramas históricos que te rompen el corazón hasta comedias románticas de esas que te devoras en una tarde. En pleno 2025 tenemos títulos que nos hacen pensar, llorar y, sobre todo, sentirnos vistas. Y eso, amigas, siempre es motivo de celebración, y más estando las cosas como están (estoy pesimista, yo qué sé).
No basta una vida – Mila Martínez
Mila Martínez vuelve a hacer de las suyas con No basta una vida, una novela ambientada en la Valencia de 1937 que mezcla la crudeza de la Guerra Civil con una historia de amor tan real como necesaria. Dolores e Isabel se encuentran en medio de un mundo que parece desmoronarse y deciden agarrarse a lo único que les queda, la una a la otra. La autora, referente absoluta en la narrativa lésbica española, sabe como nadie rescatar esas voces que el tiempo quiso silenciar y nos entrega un relato tan emocionante como reivindicativo. Es imposible no enamorarse de la fuerza de estas dos mujeres que se atreven a amar cuando hacerlo era casi un acto de guerra. Puedes comprarlo aquí.
Escenas de lo nuestro – Catalina Maer
Si lo que necesitas es algo más contemporáneo y emocional, Escenas de lo nuestro de Catalina Maer es una joya. Aquí la protagonista atraviesa el duelo tras una ruptura inesperada, recordando los momentos compartidos con su expareja mientras intenta recomponerse. La autora nos regala un relato honesto sobre lo que significa perder a alguien que fue parte de tu vida, pero también sobre cómo aprender a seguir adelante. Es una lectura de esas que te tocan fibras porque habla sin filtros de lo que duele y de lo que cuesta levantarse cuando parece que todo se ha derrumbado. Puedes comprarlo aquí.
Las memorias de Sara – Marta Garzás
Las memorias de Sara, de Marta Garzás, también va de reencuentros, pero con un giro que engancha. Sara lleva cuatro años sin saber nada de su ex y de repente, zas, la tiene de vuelta en su vida. A partir de ahí, todo son preguntas, recuerdos y emociones que resurgen con fuerza. Garzás construye una historia sobre segundas oportunidades y sobre cómo el tiempo cambia a las personas, pero no siempre apaga lo que sentimos. Es imposible no engancharse a la montaña rusa emocional que vive Sara mientras decide si merece la pena volver a apostar por aquello que un día se rompió. Puedes comprarlo aquí.
Luchando contra el amor – Noelia Martín Luna
Para quienes buscan algo más ligero y divertido, Luchando contra el amor de Noelia Martín Luna es la comedia romántica sáfica que estábamos esperando. Dos editoras rivales, diálogos llenos de chispa y esa tensión deliciosa de las historias de enemigas a amantes que tanto nos flipan. La novela es pura diversión, con personajes carismáticos y escenas que te sacan una sonrisa constante. Ideal para desconectar, reír y suspirar con una historia que demuestra que a veces del odio al amor solo hay un paso. Puedes comprarlo aquí.
Qué te hizo apagar la luz y quedarte dentro – Yulieth Mora Garzón
En otra línea, pero igual de emocionante, está Qué te hizo apagar la luz y quedarte dentro de Yulieth Mora Garzón. Esta colección de relatos nos lleva a distintos momentos y realidades de mujeres que descubren y viven su amor por otras mujeres de formas muy distintas. Hay primeras veces, amores adultos e incluso situaciones donde amar sigue siendo un acto de valentía. Mora Garzón escribe con delicadeza, pero también con intensidad, creando relatos breves que se quedan contigo mucho tiempo después de leerlos. Puedes comprarlo aquí.
El jardín del invierno – Daniel María
Y para cerrar esta selección, El jardín del invierno de Daniel María es la prueba de que el amor no entiende de edades. Dos mujeres octogenarias se reencuentran después de toda una vida y redescubren lo que las unió en su juventud. La novela es tierna, nostálgica y muy necesaria, porque pocas veces la literatura nos habla de la vejez y el deseo lésbico con tanta naturalidad y belleza. Daniel María consigue emocionarnos con una historia que reivindica que nunca es tarde para amar y para recuperar lo que un día se perdió. Puedes comprarlo aquí.
Estos seis títulos son solo una muestra de lo que está pasando ahora mismo en la literatura lésbica en español. Historias diversas, valientes y llenas de verdad que nos hacen sentir que cada vez tenemos más referentes en los que vernos reflejadas. Así que ya sabes, ve haciendo hueco en tu mesita de noche porque vas a querer leerlos todos.
*Los enlaces de afiliados conllevan una pequeña comisión que va para mantener la web. Los ponemos por si los quieres utilizar, pero recomendamos encarecidamente que encargues los libros en la librería de tu barrio.
El 2025 cinematográfico ya estaba potente, y ahora por fin confirmamos esto: Anne Hathaway protagoniza Mother Mary, una película de A24 donde interpreta a una estrella del pop venida arriba, venida abajo y venida a todo, que además es lesbiana. Sí. Lesbiana. Y su pareja en la ficción es ni más ni menos que Michaela Coel.
Respira. Tómate tu tiempo.
Hathaway, que ha dicho en Vogue que se inspiró en Taylor Swift (no voy a hacer ningún comentario al respecto) y Lady Gaga para el personaje, lleva dos años preparando el papel. Ha entrenado voz, coreografías y todo el sudor emocional que se necesita para interpretar a una estrella en plena crisis existencial. La trama nos lanza a un viaje musical con tintes místicos, performances intensas y muchas emociones contenidas. Imagina una mezcla de A Star Is Born, El cisne negro y un videoclip de Florence + The Machine. Pero en croqueta.
¡Pero qué dices!
Porque va de croquetas la cosa: la historia gira en torno a la intensa y tortuosa relación amorosa entre su personaje y el de Michaela Coel, que interpreta a una diseñadora de moda con la que comparte mucho más que ideas creativas. Confirmado. No es queerbait. No es subtexto. Es romance sáfico, con beso y todo, que estando como estamos nos parece hasta algo para celebrar.
Las canciones del film han sido compuestas por Jack Antonoff y Charli XCX. Hathaway grabó temas originales con ellos en Nueva York, se metió al estudio y dijo “quiero dolor, quiero glitter y quiero pop”. Por si esto no fuera suficiente para estar en absolutas llamas, el reparto se completa con Hunter Schafer, FKA Twigs y Jessica Brown Findlay. Una fantasía queer vestida de videoclip emocional y lágrimas con pestañas postizas.
Mother Mary todavía no tiene fecha de estreno, pero queremos verla ya. Verlas ya. Hathaway y Coel en una historia de amor, con drama, música y tensión sexual con slow burn incluido. La película se está cocinando a fuego lento y nosotras ya tenemos el tenedor en la mano.
Andrea Gibson, poeta, performer, referente absoluto del spoken word queer, ha muerto. Tenía 49 años y llevaba cuatro peleando contra un cáncer de ovario. Y aunque la frase “ha muerto” nos suene más a obituario de periódico que a otra cosa, lo cierto es que se ha ido alguien que ha sido muchas cosas para muchas personas. Especialmente para las bolleras. Especialmente para quienes un día pensaron: ‘no hay poema que pueda decir esto que me pasa’, y se encontraron con uno suyo que lo decía mejor de lo que jamás podrían haber imaginado.
Andrea (they/them, por si alguien se lo pregunta) llevaba más de dos décadas desafiando lo que entendemos por poesía. O por dolor. O por género. En sus textos hablaba de amor, de política, de salud mental, de identidad, de duelo, de perros (muchos perros), de belleza, de rabia, de lo que significa existir cuando tu existencia es, desde el principio, una declaración. Y lo hacía con una mezcla rara de honestidad brutal y ternura absoluta que nos dejaba un poco noqueadas, pero agradecidas.
Publicó siete libros, entre ellos You Better Be Lightning y Lord of the Butterflies, que si no los has leído, no sé a qué estás esperando. También grabó álbumes, llenó teatros y ganó slams de poesía a lo bestia. En 2023, Colorado les dio el título de poeta laureado del estado, algo que probablemente hizo que un par de señores blancos conservadores se atragantaran con el café, y eso siempre está bien.
Desde que anunció su diagnóstico en 2021, Andrea no dejó de escribir, ni de vivir. Ni de contarlo todo, con esa mezcla de humor seco, profundidad espiritual y estética de camiseta negra con mensaje. Su último poema, Love Letter from the Afterlife, es tan bonito que te deja callada. Y eso que es sobre la muerte.
En otoño se estrena un documental sobre su vida en Apple TV+, Come See Me in the Good Light, dirigido por Ryan White. Sale Brandi Carlile. Sale Sara Bareilles. Sale Andrea, como siempre, diciendo cosas que hacen que te quieras tatuar una línea nueva cada diez minutos.
¿Y ahora qué? Pues ahora seguimos leyéndole. Escuchándole. Recomendando su poesía a esa amiga que no levanta cabeza, a ese ex que aún te duele, o a ti misma, un martes cualquiera que necesitas que alguien te diga que estás viva, aunque duela. Andrea Gibson no era una influencer, ni una gurú, ni una santa. Era una persona queer que escribía desde las tripas, y eso, en este mundo, ya es poco menos que un milagro.
Hace un año, un grupo de bolleras nostálgicas, creativas y con mucho arte decidió que ya estaba bien. Que si no íbamos a tener SuperPop, ni Bravo, ni recortes de revista con olor a chicle de fresa que hablase de nosotras, entonces habría que montarlo por nuestra cuenta. Y así nació BOLLOPOP, el fanzine que mezcla cultura pop, activismo, adolescencia, brilli-brilli y bollería fina. Un viaje directo al pasado, pero con las gafas moradas bien puestas. Pues bien: la segunda edición ya está en marcha, y tú puedes formar parte de ella.
El crowdfunding para el segundo año de BOLLOPOP ya está abierto en Verkami, y si tienes el corazón mínimamente arcoíris, vas a querer entrar. Todos los números, cuatro al año, vienen con sorpresas. Porque sí, BOLLOPOP es un fanzine, pero también es un refugio, una celebración, una carta de amor a todas las adolescentes que fuimos (y a las que vendrán).
¿Qué te vas a encontrar dentro? Pues básicamente, el universo bollero hecho papel. La EME DJ hablando de los años de la ruta y los flyers de colores; entrevistas con artistas queer que te van a sonar y a emocionar; test de los de toda la vida (pero con preguntas que sí tienen sentido para ti); póster central con la fantasía maribollo de turno; colaboraciones de gente que tiene muchas cosas que contar; y un diseño que entra por los ojos y se queda en el alma. Todo eso envuelto en una estética que recuerda a cuando recortábamos la SuperPop y pegábamos fotos con celo en la carpeta del insti. Pero esta vez, en vez de Nick Carter, aparece una bollera tatuada que canta con autotune en una sala de Lavapiés. Y así mucho mejor.
Y sí, esto va de bolleras, pero también de maricas, de bis, de trans, de no binaries, de cualquiera que se haya sentido fuera de plano en la narrativa pop de siempre. BOLLOPOP no excluye, BOLLOPOP suma. Es de todas y para todas. Porque la adolescencia bollera también fue pop, aunque nadie lo pusiera en los quioscos.
Además, el crowdfunding no solo te permite apoyar el proyecto y recibir los fanzines en tu buzón con olor a revolución marica: también puedes hacerte con recompensas preciosas como láminas, tote bags, packs especiales o, atención, ¡el pack coleccionista con los cuatro primeros números! Ideal si te los perdiste o si simplemente quieres tenerlo todo y presumir en tu salón queer.
Así que ya sabes: haz el favor de apoyar BOLLOPOP. Por ti, por tu yo de 14 años que no sabía dónde mirar, por las bolleras que vienen pisando fuerte y por las que seguimos aquí, a veces con dudas, a veces con miedo, pero siempre con ganas de escribir nuestra historia.
Inma Cuesta se ha casado. Sí, como lo lees. La actriz, a la que tantas veces hemos visto vestida de novia en pantalla, ha dado el “sí, quiero” en la vida real a su pareja desde hace años, la guionista y productora Ángeles Maeso. Lo ha hecho con la misma naturalidad con la que siempre ha llevado su vida privada: sin grandes alardes, pero con una sonrisa de las que hablan por sí solas.
La noticia ha llegado a través de su cuenta de Instagram, donde ha compartido una imagen de las dos en lo que parece una ceremonia íntima, rodeadas de naturaleza, flores y mucho amor. La publicación ha coincidido, además, con una fecha muy especial: se cumplen veinte años desde la aprobación del matrimonio igualitario en España. Y pocas maneras mejores de celebrarlo que viendo cómo mujeres como ellas pueden vivir y compartir su amor libremente.
Inma y Ángeles tienen dos hijos y llevan años formando una familia que ahora se consolida también sobre el papel. Más allá de su vida personal, comparten también proyectos profesionales: juntas dirigen Loba Loba, una productora con la que apuestan por relatos contados por mujeres. Son pareja, madres, socias y, ahora, también esposas.
La boda ha sido tan sencilla y bonita como cabría esperar de ellas. Nada de exclusivas ni grandes titulares, solo una imagen serena que lo dice todo. En tiempos en los que aún hay quien discute derechos básicos, gestos como este nos recuerdan que el amor, cuando es del bueno, no necesita decorado. Felicidades desde aquí a las novias. Y feliz aniversario al matrimonio igualitario. Qué suerte tener historias como la suya para seguir creyendo.
Algo que admiro del espíritu de LELO, la marca sueca de juguetes eróticos de lujo, es su afán por la superación. Sus modelos, incluso los superventas, evolucionan para mejorar en funcionalidades, potencia, diseño o tecnología. Y así ha ocurrido con el juguete del que te hablo hoy, Gigi 3, un vibrador para estimular la zona G que, a diferencia del modelo anterior, incorpora varias mejoras y puede conectarse por aplicación.
Gigi 3 tiene un diseño especialmente pensado para la estimulación interna. De ahí su forma curva, que se adapta a la anatomía mientras lo introducimos, o la punta plana pero redondeada creada para posarse sobre los puntos más placenteros del interior de nuestra vagina. A eso contribuye el material, que es de silicona con un acabado sedoso. A diferencia de Gigi 2, el mango también es de silicona y es mucho más cómodo por la suavidad y el contacto con el material más blando. En pocas palabras: es elegante, bonito y perfecto para quienes buscan un juguete de aspecto sofisticado.
En cuanto a las dimensiones, son medianas tirando a pequeñas: tiene 9 cm insertables y un grosor adecuado. Podría ser una buena opción como primer juguete para la zona G, ya que su ergonomía y su firmeza son ideales para adentrarse en nuestro interior y estimularnos con precisión.
Pero Gigi 3 no es solo apariencia: tiene un potente motor que nos ofrece 8 patrones de vibración cuya intensidad podemos regular. Eso permite que vaya de un suave murmullo a una vibración intensa, apto para sensibilidades de todo tipo. Además, es un juguete bastante silencioso.
Este vibrador desbloquea una nueva funcionalidad: la posibilidad de conectarlo con la aplicación de LELO. La conexión con Gigi 3 es sencilla, basta con pulsar el botón () durante unos segundos hasta que parpadee y, luego, volver a pulsar una vez para confirmar la conexión. Dentro de la app tenemos varias opciones, pero podemos empezar por elegir el modo de entre los 8 disponibles. Acto seguido, encontraremos 3 maneras de controlar la intensidad:
Atornillado/Screwing: podemos aumentar o disminuir girando el móvil.
Sacudida/Shaking: podemos aumentar o disminuir agitando el móvil.
Aburrido/Boring: podemos aumentar o disminuir pulsando los botones + y – en la pantalla.
Esto es en el modo normal, pero también existe el avanzado, que esconde dos modos ocultos adicionales: Terminar/Finish me off y Fuera de control/Out of control. Estos modos son, sin duda, una manera irresistible para disfrutar de Gigi 3 en solitario. Asimismo, desde la aplicación podemos ver el nivel de batería del juguete o modificar el tiempo de apagado automático, que es de 20 minutos según la configuración de fábrica y ayuda a proteger el motor del dispositivo.
Otra de las sorpresas de la app es que está vinculada con Volonté, el blog de LELO, por lo que puedes acceder a contenidos eróticos (como mis relatos sáficos) para inspirarte mientras disfrutas de Gigi 3.
Si preferimos el control manual, Gigi 3 nos ofrece su comodísima interfaz Insignia de 3 botones. Es la misma que en el resto de su catálogo, por lo que si tienes otro LELO su funcionamiento te parecerá incluso más intuitivo. El botón () sirve para encender el juguete y cambiar de modo, mientras que con + y – graduamos la intensidad. Para apagarlo, hay que pulsar () durante varios segundos. Este juguete, además, tiene modo de viaje, que va fenomenal para bloquearlo durante el transporte al pulsar + y – durante varios segundos.
El uso que le podemos dar a Gigi 3 es, fundamentalmente, para estimular la zona G. La punta aplanada pero redondeada es clave para brindarnos una sensación exquisita en contacto con nuestros puntos más excitantes y más sensibles, ya sea en solitario o en pareja. Y aún hay más, porque la punta es ideal para la estimulación del clítoris si te apetece algo diferente.
También en pareja, podemos usarlo para estimular a nuestre amante de manera externa mientras nos practica sexo oral. La aplicación, además, da mucho juego; podemos cederle el control a nuestra pareja mientras nos masturbamos… incluso si nos encontramos muy lejos. Con la opción de crear una habitación le cederemos el control de la app a cualquier persona en cualquier parte del mundo.
Si, como yo, necesitas estimulación externa para alcanzar el orgasmo, puedes ayudarte de un masajeador adicional como Siri 3 o Lily 3, o del sérum potenciador del orgasmo y de tu propia mano.
Gigi 3 es un juguete recargable y tiene una autonomía de 2 horas tras 2 horas de carga; se recarga con un cable que se introduce en la parte inferior del mango del juguete. Cuando el led del vibrador se encienda y parpadee, sabremos que la carga es baja. Al conectarlo a la corriente se mantendrá el parpadeo, que se detendrá una vez esté completamente cargado. También te encantará leer que es sumergible, o sea que puede ser el compañero perfecto para una tarde en remojo, ya sea en la ducha o en la bañera.
Con respecto al packaging, sigue la línea del resto de productos de LELO con su caja elegante negra que permite ver el producto. Tiene detalles dorados y protege el juguete a la perfección. En la caja se incluye el cargador, un manual de uso, la tarjeta para activar la garantía y una funda de tela para guardarlo o transportarlo. Está disponible en tres colores: Powder Blue, Plum y Deep Rose.
¿Y qué hay del precio? Gigi 3 es un juguete de gama alta y su precio es coherente en este sentido por la calidad de los materiales y la tecnología. Puede ser una inversión segura para quienes disfrutamos de la estimulación interna y buscamos un vibrador que nos asegure orgasmos intensos y profundos.
En definitiva: Gigi 3 es un juguete muy goloso para toda persona que disfrute de la estimulación de la zona G y quiera un compañero experto. Su forma ergonómica, su motor potente y la posibilidad de controlarlo con la aplicación lo hacen un vibrador ideal para uso interno, y para descubrirnos todo el placer que podemos generar desde nuestro interior.
Una de las mayores revoluciones de este siglo ha sido, para mí, la de la menstruación. Hoy en día se habla más de ello que en toda nuestra historia, y eso nos está llevando a normalizar y desestigmatizar un proceso natural que vive el cuerpo de la mitad de población todos los meses. Todo ello ha contribuido a tres avances que me parecen fundamentales:
Entender que la menstruación no es algo sucio o que deba ocultarse. Todavía recuerdo esconder la compresa en el instituto para que no la viera nadie cada vez que tenía que escaparme al baño a cambiármela.
Conocer mejor lo que ocurre en nuestro cuerpo y aprender a escucharlo y respetarlo. La educación en cuestiones menstruales ha avanzado considerablemente en los últimos años y ahora sabemos que, por ejemplo, sentir dolor no debería ser normal y podría ser indicativo de algún tipo de alteración o enfermedad relacionada con el ciclo menstrual.
Innovar en productos de higiene menstrual. Aunque los orígenes de la copa menstrual se remontan al siglo XX, en los últimos años hemos sido testigos de la evolución en los productos para recoger el flujo menstrual. ¿El objetivo? Que nos brinden una mayor comodidad y sean más sostenibles.
Las bragas menstruales son ideales para primeras menstruaciones, para estar por casa, para usar por la noche, para asegurarnos de que una copa menstrual no tenga fugas… El único inconveniente es que no son tan cómodas para el día a día fuera de casa porque, si bien la capacidad de absorción es alta, en los días de mucho flujo sería necesario cambiar de bragas a lo largo de la jornada con lo que eso implica (llevar recambio, desvestirte de cintura para abajo…).
Imagen de Intimina
Las nuevas bragas de Intimina se llaman Bloom y han aterrizado al mercado de la salud menstrual para cambiar las reglas. Las bragas menstruales son prendas con un refuerzo en la parte que entra en contacto con la vulva que tiene una combinación de tejidos que absorben el flujo. Son, sin duda, el método más cómodo para transitar esos días menstruales y están libres de químicos a diferencia de las compresas o tampones convencionales.
En el caso de las Bloom, están fabricadas con una tecnología antibacteriana y algodón orgánico, lo que las hace transpirables y respetuosas con el cuerpo y con el planeta. También llevan un par de tejidos más que aportan elasticidad y protección a prueba de fugas.
Una de las preocupaciones habituales sobre este tipo de prendas es la capacidad de absorción frente a otros métodos convencionales como compresas, copas o tampones. Las Bloom tienen una capacidad de absorción de hasta 20 ml, el equivalente a 4 tampones normales, por lo que ganamos en tiempo y necesitamos menos cambios.
Tienen un acabado suave y agradable en contacto con la piel. Son un modelo básico, como unas bragas clásicas negras, e incorporan un elástico en la parte superior. También tienen un diseño original y creativo gracias a las ilustraciones que hay en los costados, aunque creo que ha sido una apuesta arriesgada. Las formas y los colores aportan un estilo y un aspecto que puede no ser del agrado de todas las personas y, tal vez, una propuesta más básica habría sido un acierto seguro.
Estas bragas menstruales están disponibles en varias tallas, desde la XS hasta la XXL. En mi caso, utilizo una talla 40 de pantalón y la L me queda bien, aunque tal vez con una 42 habría ido algo más ligera, porque el elástico me aprieta un poco. Estoy acostumbrada a ropa interior que aprieta poco, pero en este caso es importante que queden bien ajustadas para evitar posibles fugas. En la página web de Intimina puedes consultar una tabla con todas las tallas para dar con la tuya.
Asimismo, un detalle que me ha llamado la atención es que el tejido absorbente me ha parecido más grueso que el de otras bragas menstruales. Probablemente esté relacionado con la capacidad de absorción, un dato importante a la hora de conseguir tus bragas.
El proceso para cuidar de Bloom es más sencillo de lo que imaginas: una vez se retiran, hay que enjuagarlas un poco bajo el grifo con agua muy fría y, luego, basta con meterlas en la lavadora. Siempre con agua fría y sin lejía ni suavizantes, porque podrían dañar la prenda. Para secarlas, a mí me gusta hacerlo al sol, y es mejor evitar la secadora y la plancha.
En cuanto al packaging, las Bloom vienen en formato individual y dobladas en un sobre de cartón, listas para el primer lavado y el primer uso. En la web de Intimina existe la posibilidad de adquirir unas bragas o tres, que resulta mucho más económico. Aun así, el precio es similar al de otras bragas menstruales del mercado.
En definitiva: las bragas de Bloom son perfectas para menstruar de manera segura, ecológica y muy cómoda. Su alta capacidad de absorción te hará olvidarte de que estás menstruando, además de su tejido supersuave y su diseño básico capaz de adaptarse a diferentes cuerpos.
La escena podría parecer cotidiana: un grupo de señoras en el Madrid de los años 20 tomando el té. Pero, en lugar de cotilleos intrascendentes, discuten sobre literatura, política y derechos femeninos. Aquella no era una tertulia cualquiera, sino una reunión del Lyceum Club Femenino de Madrid, el primer club cultural para mujeres en España fundado en 1926. En sus salones, ubicados en la calle de las Siete Chimeneas, se fraguó una pequeña revolución social liderada por mujeres intelectuales dispuestas a adelantar el reloj de España en materia de igualdad.
El Lyceum Club Femenino madrileño abrió sus puertas oficialmente el 4 de noviembre de 1926, inspirado por clubes similares de Londres. La iniciativa partió de un grupo de españolas cosmopolitas que, tras viajar al extranjero, soñaban con crear en Madrid un lugar donde compartir ideas, fomentar la cultura y luchar por los derechos de las mujeres. Su primera presidenta fue la pedagoga María de Maeztu, directora de la Residencia de Señoritas, quien junto a otras fundadoras como la artista Victorina Durán, la escritora María Lejárraga o la periodista Isabel Oyarzábal logró convertir aquel sueño en realidad.
Desde el principio, el Lyceum se concibió como un hogar intelectual para las llamadas mujeres modernas de la época. Profesionales, artistas y académicas de mente abierta que buscaban una habitación propia fuera del control masculino. No era un club elitista por gusto, pero en la práctica predominó una élite cultural de clase media-alta, ya que se exigía a las socias tener estudios superiores, haber destacado en alguna rama artística o colaborar en obras sociales. Aun así, su mera existencia resultaba exótica en la conservadora sociedad española de los años 20. Como señaló irónicamente Carmen Baroja, la idea de un club de señoras en Madrid sonaba extraña entonces, y surgió en buena medida tras conocer los clubes femeninos ingleses donde aquello era habitual. El Lyceum madrileño rompió moldes al ser una organización laica, apolítica en teoría y gestionada enteramente por y para mujeres. Algo inédito hasta entonces en España.
Lejos de ser un espacio de ocio frívolo, el Lyceum Club se volcó en la actividad cultural y la reivindicación social. Tenía secciones de literatura, música, bellas artes, ciencias. Por sus salones pasaron a dar conferencias algunos de los intelectuales más célebres del momento, desde Miguel de Unamuno hasta Federico García Lorca. La propia agenda de charlas la nutrían también las socias, presentando sus investigaciones o creaciones. Imaginemos a la poeta Concha Méndez leyendo sus versos vanguardistas, o a la pintora Maruja Mallo exhibiendo sus últimas obras surrealistas ante un público femenino entusiasta. Aquellas reuniones con té y pastas eran la cuna de debates sobre educación, arte, ciencia o política.
Maruja Mallo
Además de nutrir el espíritu, el Lyceum luchó por mejorar la sociedad. Allí nacieron importantes campañas feministas como la del sufragio femenino, que la socia Clara Campoamor lograría hacer realidad en 1931, o la batalla para derogar el artículo 438 del Código Penal, que prácticamente exoneraba a los maridos que mataran a sus esposas en defensa de su honor. También promovieron iniciativas solidarias como la Casa del Niño, una guardería gratuita para apoyar a las madres trabajadoras. En pocas palabras, el Lyceum se convirtió en un semillero de conciencia femenina colectiva, donde las socias tomaban conciencia de que muchos de sus problemas no eran individuales sino fruto de la situación social de la mujer.
Por supuesto, la osadía de estas mujeres adelantadas a su tiempo no fue del agrado de todos. Los sectores más conservadores las miraban con suspicacia y ridículo. Algunos periódicos las caricaturizaban como marimachas o solteronas, y más de un intelectual se negó a colaborar con ellas. El dramaturgo Jacinto Benavente, por ejemplo, rehusó dar una charla arguyendo con sorna que no podía dar una conferencia a tontas y a locas (y no es una expresión, es lo que pensaba él). En la prensa derechista llegaron a motejar al Lyceum como el club de las maridas, un apelativo que insinuaba que aquellas señoras querían hacer las veces de maridos. Pero lejos de achantarse, las lyceístas llevaban estas críticas casi como una medalla. Estaban decididas a luchar porque les tocaba hacerlo, respondiendo con hechos a los insultos.
El Lyceum madrileño congregó a buena parte de las mujeres más brillantes de la Edad de Plata de la cultura española. Algunas de las más destacadas fueron:
María de Maeztu, pedagoga incansable y gran impulsora del Lyceum, también estuvo al frente de la Residencia de Señoritas, desde donde defendió con uñas y dientes la educación de las mujeres. Clara Campoamor, abogada y política, encontró en el Lyceum una plataforma perfecta para dar voz a su lucha por el sufragio femenino, que acabaría conquistando en 1931. Victoria Kent, también abogada y pionera como directora de prisiones durante la Segunda República, fue vicepresidenta del club y, aunque con discreción, compartió su vida en el exilio con la estadounidense Louise Crane. Zenobia Camprubí, escritora, traductora y pareja de Juan Ramón Jiménez, ejerció de secretaria del Lyceum y fue clave para dinamizar su vida cultural. Carmen Baroja, escritora y hermana del novelista Pío Baroja, estuvo al frente de la sección de Artes y dejó valiosas memorias sobre el ambiente del club. Y por último, Elena Fortún, la célebre autora de Celia, que participó activamente en el Lyceum y cuyas obras, especialmente su novela póstuma Oculto sendero, revelan una identidad queer que durante años permaneció en la sombra.
Y muchas más: Concha Méndez, Margarita Manso, Ernestina de Champourcín, Matilde Huici, Carmen de Burgos. Todas aportaron su grano de arena para hacer del Lyceum una referencia del pensamiento feminista.
Es inevitable preguntarse si aquel entorno también favoreció el encuentro entre mujeres lesbianas y bisexuales. La homosexualidad femenina era tabú, pero entre artistas e intelectuales comenzaba a asomar cierta tolerancia. Aunque el Lyceum no se declaraba como un espacio queer, lo cierto es que algunas de sus socias vivieron relaciones con otras mujeres.
Victorina Durán
Victorina Durán, pintora y escenógrafa, fue una de las fundadoras del club y vivió abiertamente su lesbianismo en los círculos artísticos madrileños. En sus memorias dejó constancia de ese ambiente en el que algunas mujeres vivieron su sexualidad de forma oculta, pero no por ello menos intensa. Gracias a ella sabemos que existían tertulias privadas, cenas en casas de confianza, pequeños círculos donde el amor sáfico encontraba su rincón. También Elena Fortún, Carmen Conde o Lucía Sánchez Saornil forman parte de esa constelación de mujeres que amaron a otras mujeres mientras intentaban abrirse camino en un mundo que no estaba preparado para aceptarlas. Aunque muchas debieron vivir en la sombra, su legado persiste.
Con la Guerra Civil, el Lyceum cerró sus puertas. Muchas de sus socias se exiliaron, otras guardaron silencio para sobrevivir. El franquismo confiscó su sede y la entregó a la Sección Femenina. Durante décadas, el recuerdo del Lyceum quedó relegado al olvido. Las mujeres que se atrevieron a soñar fueron borradas, y más aún aquellas que se salían de la norma sexual o de género.
Solo recientemente estamos recuperando esas historias. Hoy, una placa en una fachada de Madrid nos recuerda que allí, en los años 20 y 30, hubo un lugar donde las mujeres pensaban, debatían, creaban. Y, quizá también, se enamoraban.
El Lyceum Club de Madrid fue más que un club. Fue una declaración. Un espacio donde la cultura, el feminismo y la posibilidad de vivir de otra manera, incluso de amar de otra manera, se entrelazaban con elegancia y con ganas de cambiar el mundo. Y aunque el régimen quiso borrarlo, sigue latiendo entre nosotras. Porque la historia de las mujeres también es nuestra historia. Y porque en cada taza de té compartida entre amigas cómplices hay un poco de ese espíritu rebelde que ellas nos dejaron.