Hace tiempo que la terminología Caja tonta en referencia a la televisión se ha quedado anticuada. Mientras en el cine asistimos a una escasez de ideas como no recordamos, con infinidad de reboots, remakes, live action, y demás, la ya no tan pequeña pantalla nos ofrece un catálogo de historias que la han ensalzado ya a los altares de la narrativa. Historias adultas, complejas, con muchas capas, y con la gran ventaja del tiempo: Ya no tiene que contarse en hora y media, ahora el arco argumental puede abarcar todos los episodios que queramos, y desde la llegada a la industria de Netflix, que saca a la luz las temporadas enteras desde el primer día, ya ni siquiera tenemos que hablar de una narrativa episódica. Estamos, como es el caso de Sense8 y de otras como por ejemplo Transparent, ante películas de doce horas. Y lo estamos disfrutando.
Sense8 es la incursión de los hermanos Wachowski en la televisión, y lo han hecho de la mano de dos temáticas que conocen muy, pero que muy bien, la ciencia ficción, como en la trilogía Matrix que los catapultó a la fama, y la diversidad, basada en su propia experiencia personal. Lana Wachowski es transgénero, y pese a que no fue idea suya la inclusión de un personaje trans en la trama, se nota que sabe de lo que habla. Nomi es una activista transgénero que, como el resto de los ocho sensates (el juego de palabras del título), un día empieza a tener visiones de una mujer rubia (Daryl Hannah). A partir de ese momento, su destino y su mente estarán ligados sin remedio a las otras siete personas, repartidas en diferentes partes del mundo, y con vidas y realidades muy diversas.
No se me ocurre ahora mismo un show televisivo que nos muestre semejante abanico de diversidad en su reparto. Tenemos, como ya hemos nombrado, una mujer transgénero que mantiene una relación con otra mujer, tenemos un hombre gay, tenemos mujeres indias y coreanas, tenemos un chico africano. El casting ha puesto especial atención en buscar personas que, a priori, no pueden tener más que diferencias, para mostrarnos que, en realidad, lo que nos une es más evidente y más básico de lo que creemos. La serie trata temas muy profundos, como por ejemplo, la discriminación dentro de los mismos colectivos, el diferente excluyendo al diferente basándose en prejuicios y falsas premisas: Una lesbiana que no respeta a una transgénero porque lo ve como un intento de un hombre de colonizar el espacio femenino, un latino que desprecia a un niño negro porque cree que es un criminal.
La pareja formada por Nomi (Jamie Clayton, quien a su vez es transgénero en la vida real) y Amanita (Freema Agyeman) es una de las que más minutos ocupa en pantalla durante los primeros episodios. La primera vez que las vemos están haciendo el amor de un modo que no habíamos visto nunca jamás antes en televisión, en una escena que merece su propio comentario, dada su potencia y lo que significa a estas alturas de la historia. Conocemos también su pasado, cómo se conocieron, las dificultades de Nomi con su familia, que no aceptan que ya no es Michael, que nunca lo fue. Son dos personajes verdaderamente claves en la trama, y con los cuales es casi imposible no conectar desde el primer instante. Nomi, además, pronuncia un discurso en el segundo episodio que, en este mes de junio que se corona con el Orgullo Gay como fiesta dentro de la reivindicación, tiene más relevancia que nunca.
Durante mucho tiempo estuve asustada de ser quien era porque mis padres me enseñaron que había algo malo en alguien como yo. Algo ofensivo. Algo que debías evitar, o incluso que te debía dar pena. Algo que nunca debías amar. Mi madre es fan de Santo Tomás de Aquino. Ella dice que el orgullo es un pecado. Santo tomás vio el orgullo como el rey de los siete pecados capitales. Ella lo ve como la última puerta a cruzar en el camino de ser un pecador. Pero el odio no es un pecado en esa lista. Ni la vergüenza. Yo estaba asustada de la marcha del Orgullo porque quería ser parte de ella. Así que hoy saldré en la marcha por esa parte de im que estaba tan asustada de salir. Y por toda esa gente que no puede participar. La gente que vive vidas como yo la vivía. Hoy, marcho para recordar que no soy solo yo. También soy nosotros. Marchamos con orgullo. Así que que te den, Aquino.
Así, pues, Sense8 es una serie a la que, por lo menos, hay que dar una oportunidad. Merece mucho la pena observar la interrelación de los personajes en su diversidad, con un toque de ciencia ficción que, sinceramente, casi es lo de menos en la historia. Porque Sense8 no es sólo visiones, Sense8 es la historia de conectar con alguien, sea cual sea el nivel.