La explosión de plataformas como Netflix o Amazon ha supuesto un cambio en cómo los espectadores vemos las series, pero también en el modo en que los creadores las conciben. Al lanzarlas al mismo tiempo, parece que la unidad de visionado (este concepto me lo acabo de inventar, pero creo que se entiende) ya no es el episodio, sino la temporada completa. Y hay casos, como por ejemplo Transparent, en los que directamente la temporada completa es una película de diez horas con cortes para ir al baño. Sin embargo Goliath, el nuevo drama legal de Amazon, es una vuelta a los orígenes, y plantea los episodios con un principio y un final, con un cliffhanger, con sus cosas de televisión pre-internet. Y resulta refrescante en ese sentido.
La serie cuenta la historia de Billy (Billy Bob Thornton), un abogado que por cosas de la vida, ha perdido la reputación y el éxito que conoció, y ahora es poco menos que esos personajes que vemos a la salida de los hospitales en Estados Unidos moviendo una tarjeta en la mano. Pero un caso le ofrece la posibilidad de hundir a la firma que él mismo fundó y al fin tener venganza. A partir de aquí, espoilers.
En la serie hay un par de personajes que molan, molan mucho. Uno es Michelle McBride, interpretada por una cara familiar: Maria Bello. Michelle es la ex mujer de Billy, también es abogada, y además trabaja en la firma que lo expulsó. Otra de las abogadas del despacho es Callie Senate, a quien da vida Molly Parker, y te suena de House of cards, donde interpretaba a la congresista Jacqueline Sharp.
La relación entre las dos es profesional. No parece que sean demasiado amigas al principio. Tampoco sabemos mucho de la vida personal de Callie, no así de la de Michelle, ya que la sombra de su ex marido es alargada. Pero hacia la mitad de la temporada, parece que las cosas cambian en su relación, que pasa a ser bastante más íntima (y nos lo enseñan en una escena que es muy chula yq ue no es esta de debajo, pero no encuentro el video).
Durante el resto de la temporada vemos guiños y escenas entre estas dos, y está llevada con naturalidad. De verdad, da gusto ver cómo una serie es capaz de meter a una bisexual y a una lesbiana en la trama y que no se hunda el mundo, ni haya dramas por salir del armario, ni lloros, ni nada. Solamente dos mujeres adultas que se gustan y, sorpresa, tienen vida sexual. Hay un punto de tensión en determinado momento, pero creo que no tiene que ver con la orientación sexual de nadie, así que BIEN.
Si os apetece un drama legal cortito, con buenas críticas, y con croqueteo, Goliath puede ser una muy buena opción. Tiene el sello de aprobación de HULEMS.
En algún momento debería hacer un curso de poner titulares, porque cada vez lo hago peor. La otra opción era “Su padre le buscaba novio: ahora es la CEO más influyente”, propuesto por Paula Plath, pero en fin, ya veis el nivel. Pero no estamos aquí para hablar de titulares, sino para contaros qué pasa con Gigi Chao. ¿No sabes quien es Gigi? Yo te lo cuento.
En 2012, el padre de Gigi, el multimillonario chino Cecil Chao Sze-tsung, preocupado porque su hija no sólo fuera lesbiana sino que estuviera casada con otra mujer, tuvo una idea brillante: ofrecer 40 millones de libras al hombre que enamorara a su hija y la sacara de las llamas del lesbianismo. La cosa no fue tan bien como él esperaba, y un par de años después subió la cifra hasta 80 millones de libras, unos 100 millones de dólares. Por supuesto la cosa fue fatal (para él, para Gigi y su esposa fue bien), pero saltó a los titulares de todo el mundo.
Ahora Gigi ha vuelto a los medios, pero por una razón totalmente diferente: se ha convertido en la ejecutiva LGBT más influyente del mundo, según el OUTstanding ranking, que se elabora con la colaboración del Financial Times. Este ranking se elabora midiendo la antigüedad y la influencia de su cargo, sus logros en los negocios y su impacto en la inclusión LGBT tanto en su lugar de trabajo como en otros.
Gigi, con su puesto en Cheuk Nang Holdings Limitedencabeza la lista, en la que también encontramos otros nombres como Inga Beale, CEO de Lloyds of London (una empresa de seguros), Stacey Friedman, General Counsel de JP Morgan y David Furnish, el marido de Elton John, que es el CEO de Rocket Entertainment Group.
Destaca en esta lista Martine Rothblatt, mujer trans que en 2014 llegó a ser la CEO mejor pagada de Estados Unidos.
No estoy muy segura de si hay un equivalente de este formato en España (no, Mujeres, hombres y viceversa no me sirve), pero The Bachelor es uno de los realitys más conocidos a nivel mundial. Consiste, básicamente, en un montón de chicas pretendiendo a un soltero de oro, y llegando a nada porque una vez que acaba el programa se dan cuenta de que sólo se gustaban un poco y que ni true love ni nada parecido. Una vuelta de tuerca interesante es la serie UnReal, en la que se muestran los hilos que mueven el programa (y hay croquetas). Pero, volviendo al tema, parece que el formato ha conseguido encontrar a dos personas que son compatibles entre ellas y se quieren.
*Música de violines*
Megan Marx y Tiffany Scanlon compitieron en la edición de este año de The Bachelor Australia, y después de compartir muchas imágenes juntas en Instagram, han querido dejar claro que lo suyo no es amistad, sino que están enamoradísimas.
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Conocí a Tiffany en una situación extraña. Bueno… estábamos algo así como quedando con el mismo chico. Y estaba siendo filmado y en TV. Desde la primera fiesta fue como un equilibrio entre almas, como si nos hubiéramos conocido antes. La amistad se convirtió en algo más audaz, la confianza se fue formando, y ahora cada aventura que tenemos rivaliza con la otra. Ayer volé con esta preciosa mujer a la isla de Abrolhos para su 30 cumpleaños. Tengo que admitir que me siento muy orgullosa de estar con ella, mi persona favorita, celebrando semejante ocasión en el aguam, y también el amor mutuo que nos tenemos. Ella es tan segura de si misma en el océano y en cada aventura, que es como si cada nueva aventura fuera como ganar la lotería, es una oportunidad de crecer y aprender y desarrollarnos. Para Tiffany, la experiencia gana al tener ‘cosas’ , y creo que es por eso que ella es tan abierta de mente, acepta tan bien a los otros, es tan divertida, y tan dispuesta a dejas las alas abiertas y volar hacia toda una variedad de oportunidades. Ella me ha ayudado a desintegrar muchas de las ideas que tenía que eran dolorosas, sobre las relaciones, sobre la carrera y la estabilidad, y me siento liberada. Gracias por siempre preguntar cosas, por ser curiosa sobre la gente, las ideologías y el universo, por amar a la gente con tanto amor que no sé si voy a ser capaz de copiarlo. Me inspira. Feliz cumpleaños, Tiffany. Te quiero.
Si no has visto el cuarto episodio de la tercera temporada de Black Mirror, titulado San Junipero, no puedo sino recomendarte muy fuerte que dejes TODO lo que estés haciendo y te lo pongas. En serio. Es una pasada, a muchos niveles. No sólo porque es una historia de amor entre dos chicas (aunque lo parezca, no somos tan superficiales), sino porque está contada de una manera tan a fuego lento que te vas a preguntar por qué no se hacen más cosas así.
Otro de los puntos que nos ha conquistado es, como no puede ser de otra manera, la banda sonora. Más allá de Belinda Carlisle nos encontramos con unos temazos que te transportarán directamente a los ochenta. Y a los noventa. Y a los dosmiles. Y no hablamos más.
La memoria de Prudence no es lo que era. Buena muestra de ello es que ella quiere ir al baile de veteranos con Mildred, pero ella falleció hace años, y pese a que el cuidador de su residencia se lo recuerda, ella se enfunda su traje de la Segunda Guerra Mundial y va en busca de su novia. Pero, claro, ella no está. No así su nieta, a la que Prudence le cuenta su historia.
Este cortometraje de apenas ocho minutos condensa muchas de las cosas que nos gustan: historias que algún día hicieron feliz a alguien, la sesnación de que las cosas pueden ser bonitas, y, esto ya es cosa mía, una banda sonora chula. Dirigido y escrito por la cineasta Angela Jude, Prudence es uno de esos cortos a los que volveremos en alguna tarde de otoño.
Helena Bonham Carter, Anne Hathaway, Rihanna, Mindi Kaling, Sandra Bullock, Cate Blanchett, Awkwafina y más que probablemente Sarah Paulson y Elizabeth Banks son las protagonistas de, big surprise, el spinoff de una de las franquicias más exitosas del cine de los últimos tiempos, la que comenzó con Ocean’s eleven, siguió con Ocean’s twelve, y Thirteen, y que volverá con Ocean’s eight. Como dato curioso, decir que la saga de los dosmiles ya era un remake de una película de los años sesenta y funcionó requetebien.
La película, dirigida por Gary Ross (The hunger games) se está rodando as we speak, y es una gran noticia que podamos ver escenas del rodaje porque no sabemos nada del argumento. NADA. Así que podemos dejar volar nuestra imaginación e imaginar qué veremos en junio de 2018, fecha del estreno de la película.
Hace unos días se celebró el primer Día de las escritoras y que coincidirá, a partir de ahora, con el primer lunes después del 15 de octubre. La idea ha sido acogida en su mayoría con mucho entusiasmo, pero no han faltado voces que han puesto en duda que iniciativas como estas sigan siendo necesarias porque el machismo en la literatura es algo de otro tiempo.
Entonces, ¿hay machismo en la literatura? Hay machismo en la literatura.
A día de hoy ya no se trata tanto de discriminación a la hora de acceder al mercado editorial (aunque un poco sí y un poco más también según de qué género estemos hablando), sino más bien qué obras deciden cubrir de gloria y las que son relegadas a morirse del asco en un sótano porque no se consideran dignas de ningún honor. Los que mueven el cotarro y los todopoderosos críticos, literatos y académicos más reputados siguen siendo en su mayor medida hombres que se esfuerzan fuertecito por preservar el hábitat existente. Ese en el que una obra firmada por un hombre desprende cierto aura de valía y respetabilidad innata de la que no goza una escrita por un mujer. Y, si además esta tiene el descaro de que sus protagonistas sean féminas preocupadas por los problemas propios de su sexo, apaga y vámonos. Eso son “cosas de chicas”. Una pérdida de tiempo. No interesa.
Esto tiene sus consecuencias en los galardones, por ejemplo, donde son ellos los que siguen ganando de calle, en los libros de texto y materiales didáctios, que siguen siendo un campo de nabos, y en los medios de comunicación, donde son ellos los que tienen más exposición, más tiempo, más espacio, más todo. A su vez, esto se refleja en los lectores. En general, tienen más posibilidades de acercarse a un escritor que a una escritora. A él lo conocen, le viene recomendado, han leído sobre él el otro día en el periódico. A ellas hay que buscarlas. Escarbar entre las baldas. Hay que arriesgarse porque igual nunca has oído hablar de ella.
Es por eso que días como este pasado 17 de octubre son importantes. A las escritoras hay que visiblizarlas y reinvindicarlas. Están ahí y no valen menos que nadie, pero necesitan de nuestro empujón.
Se ha hecho esperar, pero por fin podemos disfrutar de la vuelta de Black Mirror, una de las series más estimulantes e inteligentes de la televisión. Las historias de la serie siempre tienen como hilo conductor la complicada relación con la tecnología que tenemos… o podremos tener. Porque muchos de los episodios están situados temporalmente en algún punto del futuro próximo, un futuro que, a veces, deseamos que se parezca lo menos posible a lo que nos cuenta Charlie Brooker, porque son tiempos oscuros y desesperantes, con finales aterradores. Pero no es este el caso de San Junipero, un episodio que ha dejado a todo el mundo encantado, y no es para menos.
Sur de California, 1986. Yorkie (una increiblemente guapa Mackenzie Davis) sale de fiesta un sábado noche. Entre temazo y arcade, conoce a Kelly (Gugu Mbatha-Raw), y hay algo en ella que la fascina. Para quitarse de encima a un tipo con el que pasó una noche, Kelly se sienta con Yorkie, y se inventan la excusa de que a esta le quedan seis meses de vida. Cinco, de hecho. Las dos comienzan a hablar, y ahí sabemos que Yorkie solamente está de paso por San Junipero, es una turista que ha venido a pasarlo bien, y terminan bailando con Kelly en la pista de baile hasta que, cuando las cosas pasan a ser un flirteo descarado, Yorkie huye.
¿Es posible que estemos viendo una historia de amor normal en Black Mirror? ¿Por qué nos cuentan el encuentro de estas dos? Poco a poco nos van desvelando pequeños detalles que nos hacen pensar que algo no va bien. Primero, hay muchas referencias a la muerte. Demasiadas. La obsesión con la madrugada tampoco parece muy razonable. ¿Qué está pasando en San Junipero?
Bajo la lluvia, esa que nunca pasa en el Sur de California (¿otro guiño a que algo no es lo que parece?), Kelly muestra todas sus cartas:
—¿Te quieres acostar conmigo? Podemos llegar a mi casa en un momento.
— Nunca he hecho algo así.
Pero Yorkie está prometida, y no lo hace. A la semana siguiente, Yorkie vuelve al mismo bar, con la esperanza de volver a verla. Y así es. Después de verla ligar con un chico, sigue a Kelly al baño, y esta vez sí que la acompaña a casa. ¿Es esta una de las escenas de amor más chulas de las que hemos visto en tv? Pues yo voto que sí: es sensual, es sutil, y nos deja una sensación de triunfo que, pues oye, nos gusta.
Pero dan las doce.
Llega la semana siguiente, y Yorkie está probándose una serie de modelitos estereotípicamente ochenteros. En serio, algo no va bien. Es como si estuviera esforzándose mucho en ser de los ochenta. Busca en un bar, busca en otro, pero nada. Hasta que se encuentra al tipo del que huía Kelly.
Búscala en otra época. Estuvo aquí en los ochenta, los noventa, y una vez en 2002
San Junipero es artificial. No son los ochenta, ni los noventa: es un pueblito diseñado para el placer, un espacio en el que salir y pasarlo bien. Un lugar en el que todo está bien, nada duele, y el hedonismo es el medio y el fin. A partir de ahí, Yorki va buscando a Kelly por todas las épocas. Una vez por semana, viaja hasta la década correspondiente, con la esperanza de encontrarla.
Finalmente, lo hace en los dosmiles. Discuten. Yorkie se va, disgustada, y se sienta en una azotea. Las dos mujeres mantienen una conversación honesta sobre lo que sienten, sobre los tiempos, y, una vez más, hay algo que no sabemos por donde coger.
No sé cuanto tiempo me queda aquí
Una de las cosas más chulas de este episodio es cómo el desarrollo de la historia es totalmente orgánico, y sabemos las cosas justo cuando debemos saberlas. Es justo en este momento cuando entendemos, más o menos, el porqué de tanta referencia a la muerte. Sabíamos que San Junipero era un lugar artificial, y tras esta conversación sabemos que es un sitio al que ir cuando se muere. Kelly le habla a Yorkie de su marido, de cómo él no quiso probar San Junipero, y desapareció tras su muerte. No hubo nada después. Todos son jóvenes y guapos porque no son ellos, son el recuerdo que tienen de ellos. Y eso queda más que patente en la siguiente escena, cuando la Kelly real, una anciana, va a conocer a la Yorkie real, otra anciana, y que además es tetrapléjica.
En el centro en el que está ingresada trabaja Greg, el prometido de Yorkie, quien le cuenta la historia de su vida: A los 21 años, Yorkie le contó a sus padres que era lesbiana. Tras una discusión muy fuerte, ésta cogió el coche y tuvo un accidente. A partir de ahí terminaron sus vivencias, y es por eso que San Junipero se va a convertir en el sitio al que vaya cuando muera.
El enlace con Greg es un mero trámite para facilitarle el proceso de acabar con su vida, y es entonces cuando Kelly, en un gesto de generosidad extrema, le propone que se case con ella. Así, al menos, habrá un vínculo emocional con la persona con la que contraiga matrimonio. Esta escena es una de las más lacrimógenas que he podido ver, porque es un mix de sentimientos que, al final, te deja con los ojos verdes de llorar.
Las dos, como no puede ser de otra manera, se reencuentran en San Junipero. Yorkie tiene la ilusión de pasar el resto de la eternidad con ella, en su casa de la playa, en el heaven on earth, pero Kelly tiene una decisión más que firme: cuando muera, no irá allí. Hará como su marido, y desaparecerá. Tienen una discusión, y Kelly termina cogiendo el coche y provocando un accidente. Pero en San Junipero no puedes morir, y cuando se levanta, ahí está Yorkie dándole la mano.
Pero dan las doce.
Kelly está preparada para morir, y así se lo hace saber a la asistente de su centro. Es entonces cuando empiezan a salir los títulos de crédito, y la sensación de que ese no puede ser el final. No puede ser. Pero sólo hay que tener paciencia y, al ritmo de Belinda Carlisle, vamos como las dos se dirigen a una eternidad juntas.
Esta temporada de Black Mirror (o, al menos, un par de episodios) tienen algo que no habíamos visto hasta ahora: un final –artificialmente— feliz. Kelly y Yorkie no son más que líneas de código en un mar de memorias virtuales que se relacionan con otros avatares como ellas. Pero, para ellas, eso es el cielo. Y es un cielo perfecto.
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En muchas ocasiones pienso lo fácil que sería que mi vida fuera igual que en las películas o series. Si así fuera, tendría mi pandilla de amigas lesbianas (la rompecorazones, la bisexual, la deportista y la parejita que está felizmente casada). Ellas me harían salir de fiesta, me llevarían a los bares de ambiente, me presentarían a sus ex y también a alguna que otra conocida que es muy “de mi tipo”, aunque ni yo misma sepa de qué tipo están hablando. Todo es maravilloso, antes de darme cuenta habré conocido a la mujer de mi vida, estaremos viviendo juntas a la segunda cita, en la tercera habremos adoptado dos gatos (Viv y Aster) y a la quinta estaremos prometidas. Oye, por lo visto las lesbianas somos así, a mi no me miréis…
Fácil, sencillo y para toda la familia. Siempre y cuando la peli o serie acabe ahí y no terminemos una de las dos (en el mejor de los casos) o las dos muertas,ya sea por una bala perdida, o un coche que nadie sabe muy bien porqué se salió de la carretera invadiendo por completo la acera y a sus inocentes viandantes.
Es una auténtica pena que en la vida real de muchísimas de nosotras las cosas sean tan diferentes a como nos las presentan. Es genial ver que es posible, que puedes estar camino al altar y de repente enamorarte de la florista que se ha encargado de tu ramo, es muy necesario que alguien me enseñe que puedo reencontrarme con aquella chica hetero que me tenía tan pillada cuando era una cría y me atreví a besar bajo una mesa montando un drama familiar para acabar casándome con ella, o que entre en un grupo de wiccanas y pueda descubrir que la magia de verdad existe al unir mi mano con la tuya, pero todavía hacen falta muchos otros tipos de historias.
Existe gente como yo, y probablemente como tu. Gente que no tiene en su ciudad bares de ambiente, que no tiene una pandilla de amigos gays, puede que incluso no tenga ninguna amiga lesbiana ni bisexual. Es una verdadera lástima que haya lugares en los que sea tan rematadamente difícil conocer a gente sin tener que recurrir a las redes sociales, a un ordenador o un teléfono.
Soy una chica normal que vive en una ciudad normal, y digo normal aunque para mi esa palabra solo sea el tipo de champú que compra la gente que le tiene miedo a lo que piensen los demás.
No tengo pareja, pero he tenido varias relaciones largas y ahora mismo no es porque no quiera, no es porque no esté intentando conocer gente nueva, simplemente es porque no es fácil cuando la probabilidad no juega de tu parte. Y esto lo dice una chica que nunca ha tenido una relación con una chica lesbiana antes, lo cual significa que no soy muy amiga de dejarme influenciar por las probabilidades.
A veces me gustaría que alguien contara mi verdad, la verdad de alguien que vive en una ciudad pequeña fuera de un armario que hace ya años que también se quedó pequeño, y por eso, he decidido contarla yo misma, porque estoy segura de que a alguien le hará bien leerla. Y que sepas, amiga, que no estás sola y que Esperanza es un bonito nombre de mujer.
Melissa Rosenbeger, productora ejecutiva de Jessica Jones y showrunner de la misma, lanzó la noticia el pasado fin de semana de que la segunda temporada de la serie estará dirigida integramente por mujeres. Se convertiría así en la segunda serie en hacer esto, precedida únicamente por Queen Sugar, la serie que produce Oprah Winfrey.
La showrunner propuso a Marvel incrementar el número de directoras para la segunda temporada, pero “alguien involucrado en el proceso” sugirió que por qué no hacer que todas fueran mujeres, y rápidamente adoptaron la idea. Marvel está haciendo un gran esfuerzo porque sus producciones cuenten con el mayor número de mujeres posible en puestos de responsabilidad: tanto es así que Captain Marvel estará dirigida por una mujer, aunque aún no sabemos quién.
La historia contada durante la primera temporada, en la que Jessica tenía que enfrentarse a su ex pareja, un sádico obsesionado con ella, resulta fácilmente extrapolable como vivencias de miles de mujeres en su vida diaria. Una visión femenina del asunto va a ser como un soplo de aire fresco, y va a resultar más que interesante ver cómo un personaje femenino tan fuerte como Jessica sigue las órdenes de una directora.
No hay fecha de estreno confirmada para la serie, que se supone que saldrá en algún momento de 2018, después de que Netflix estrene Iron Fist en 2017 y The Defenders. Tenemos muchas ganas de volver a ver a Jessica (y a Jeri Howgart, no lo podemos evitar)