Yo con mi amiga Riatha solía tener conversaciones muy amenas. Hablábamos de libros, de libros (de más libros), a veces de política —no siempre, por si nos cabreamos— o de cualquier cosa que se nos pasara por la cabeza.
Teníamos, en resumidas cuentas, una relación whatsappera de lo más enriquecedora.
Pero un día llegó Anna Simón a nuestras vidas y todo cambió.
La verdad es que no recuerdo muy bien el momento exacto en el que comencé a mirarla con ojos lesbianos. Recuerdo, eso sí, que la niña era mona, tenía un cuerpo agradable de mirar y de vez en cuando me hacía reír. No sé. Bien. Sin más. No dejaba de ser una de tantas rubias con una delantera más potente que la del Real Madrid, que de vez en cuando ocupaba las páginas centrales de las revistas para hombres.
Tengo que confesar que a mí ese tipo de belleza nunca me ha llamado la atención, porque si vas a enseñar carne, me gusta que la chicha vaya acompañada de algo. Chicha-inteligencia. Chicha-humor. Chicha-ingenio. Chicha-salsa ranchera. Chicha-lo que sea. Pero algo que te haga sonreir, porque para físico hay muchas mujeres que no dejan de ser maniquíes huecos.
Entonces fueron pasando las semanas y por esas cosas que tiene el amor marital, los sacrificios, los momentos en los que te ves forzada a ver la tele acurrucada a tu pareja aunque tú sabes —lo sabes, no mientas— que preferirías estar haciendo cualquier otra cosa que viendo Mira quien baila. Y ahí es cuando sucede la catástrofe. Sin opción a escapatoria posible. Descubres de repente, a traición, que estás hasta las trancas por Anna Simón.
Así que, bueno, estás perdida, qué le vamos a hacer… la vida es así de perra y a ti te ha hecho caer en las redes de la Simón hasta el punto de que las conversaciones por Whatsapp con tu amiga, durante la sobremesa, se han convertido en algo así:
—Tía, ¿la estás viendo?
—Ajam.
—¿Pero en serio la estás viendo?
—Sí, tía, está sentada.
—Sí…
—¡Está sentada, tía!
—Sí, sí. ¡Dios, está sentada!
Resulta fascinante hasta qué punto puede llegar a ser erótico que una mujer esté sentada, con las piernas cruzadas, y el torso ligeramente inclinado sobre ellas. Yo lo desconocía, pero Anna me ha abierto un fascinante mundo sobre este gesto en concreto.
Ella casi siempre lleva una blusa, aunque desde ese ángulo no puedes ver el último de los botones en tensión, a punto de ceder, por lo que el botón no es excusa para el sentimiento PRIMARIO que despierta en nosotras Anna Simón, tan mamífero que no tienes más remedio que dejarte llevar, y entregarte por completo a ese placer culpable que es observarla cada sobremesa con ojos beodos.
Yo os confieso que cuando estoy viendo Así nos va me siento como si me hubiera pillado una gigantesca melopea de Anna Simón, que no es como el vino barato que se vende en los supermercados, pero si te la bebes a grandes sorbos acabas igual de borracha.
Lo malo es que en ese momento te das cuenta de que tienes que ir a trabajar, porque ya es la hora, y tu madre te enseñó modales mejores que plantarte en un lugar de trabajo en semejantes condiciones. Así que te recompones lo mejor que puedes y sacudes la cabeza para intentar despejar de tu mente lo que acabas de ver.
¡ES HETERO! Te gritas internamente. ¡SALE EN FHM! ¡EN BIKINI! Vale, quizá ese no fue el pensamiento más inteligente de todos… y tampoco es cierto. ¡POSA PARA LOS TÍOS! Bien, ahí le has dado. Ya casi lo has conseguido. Estás a punto de llegar al trabajo. Estás bien. Eres una mujer adulta, madura, tienes el control. Eres el ama de tu cuerpo y tu mente.
Y sí… es en ese momento cuando te llega el mensaje de tu otra amiga, que también está viendo Así nos va, en el que te confiesa que esa noche ha tenido un tórrido sueño con Anna Simón, que aunque no sea recomendable para todos los públicos, por ser tú te lo va a contar.
¡ARRRRGH!
Es desesperante.
Por todo esto, Anna Simón: te culpo a ti. Por arruinarme la sobremesa, por arruinar mi reputación de mujer impasible y por hacer que las conversaciones con mis amigas se parezcan cada día más a una noche de borrachera sin alcohol, cosa que es bastante desconcertante, por cierto, aunque seguro que mucho más barato. Pero sobre todo te culpo porque debería estar penado por ley ser un cañón y a la vez resultar tan adorable:
Amigas lesbianas del mundo:
¿Qué es lo que tiene esta tía para ser tan profundamente heterosexual y tenernos tan profundamente agilipolladas?
Yo todavía no he sido capaz de encontrar la respuesta. Quizá tú puedas ayudarme.