No es novedad alguna decir que en este blog somos unas grandes fans de Disney y, sobre todo, de sus princesas, cualquiera con dos ojos que haya pasado un tiempo en el blog, lo sabe. E incluso puede saber que no sólo nos gustan, sino que incluso las shippeamos a machete, aunque no es de eso de lo que hemos venido a hablaros hoy, sino del cambio más que evidente que ha ocurrido en Disney.
No sé vosotras, pero yo he sido una niña Disney desde que era una enana, todo el día cantando las canciones de las películas, viéndolas hasta que se rallaban y mis padres preferían morir a ponerla de nuevo, y en todas las películas siempre pasaba más o menos lo mismo: “Chica (porque no todas eran princesas, al menos de momento) conoce príncipe, se enamoran, hay una bruja malvada que intenta matarla, él la rescata y se casan. Fin.” Y con esta premisa nos hicieron una película tras otra. No podemos negar que, aunque nos gustaran, a medida que nos hicimos mayores y empezamos a darnos cuenta de qué preferíamos.
Y de pronto dejamos de soñar con ser princesas que erróneamente fueron puestas en una familia que no tocaba y algún día alguien se daría cuenta de quién eramos en realidad y tendríamos todo aquello que siempre habíamos deseado (un pony), a darnos cuenta de que, como tan bien dijo Riatha: “¿Quién quiere ser una princesa cuando puede casarse con una?” y entonces nuestro mundo dio un giro completo. El problema fue que las películas de Disney continuaban igual, y por mucho que nosotras supiéramos que Nakoma se había chivado porque estaba celosa y cabreada ya que John Smith (en serio que no sé cómo Pocahontas pudo fijarse en un hombre con nombre de marca de zapatillas deportivas…) le había robado la novia. Pero, tal y como dice el nombre del artículo de hoy; algo está cambiando en Disney.
Supongo que realmente la cosa empezó con Mulán, una chica que ni era princesa ni nada, que se hizo pasar por un hombre para salvar a su padre enfermo de ir una guerra que posiblemente le mataría, y que acabó salvando China. Que ahí es nada, ¿sabéis? La primera chica guerrera que nos hizo darnos cuenta de que se podía ser algo más que el adorno de un hombre. No sé vosotras, pero yo me enamoré de ella. ¿¡Y cómo no hacerlo si era la primera chica Disney badass!? Pero a pesar de que fue toda una guerrera y un ejemplo a seguir como mujer, nos metieron a un chico. Casi, Disney, casi. La película hubiera sido fantástica sin el elemento romántico, pero puedo llegar a comprender el motivo por el cual se hizo, y os perdono todo esto porque, Once Upon a Time nos la ha hecho bisexual y eso hace que olvidemos hasta nuestro nombre.
Entonces llegó ella; Mérida. No puedo ni tan siquiera empezar a explicar lo que sentí cuando la película terminó, a pesar de que no fue de mis favoritas de Disney y hubo momentos en los que me parecía floja, la idea de que una princesa Disney se niegue en redondo a casarse de cualquiera de las maneras, que luche incluso por conseguir su propia mano en un concurso para ganarla y que desafíe a sus padres, sus leyes y sus tradiciones para ser la dueña de su propio destino… Wow. Disney, me quito el sombrero ante vosotros. Sobre todo porque tanto yo, como muchos de los espectadores que fueron al cine a ver la película, esperábamos que en algún momento apareciera el típico chico con iba a ayudarla a lograr romper la maldición que ella misma echó sobre su madre y del cual se acabaría enamorando, ¡y no pasó! No hay chico. Mérida empieza la película soltera y feliz y termina más soltera y más feliz que al inicio, sobre todo porque ha conseguido que sus padres no la obliguen a casarse con nadie. Obviamente pronto saltaron las bolloalarmas que nos indicaban que esta chica era una croqueta de armas tomar. No sabemos si es cierto o no, pero yo siempre he pensado que ella y Mulán están hechas la una para la otra, pese a quien le pese. (¿Ves, M? Esto es hacer campaña a favor del Mulán/Mérida, ahora sí puedes echarme la bronca.)
Y esta Navidad hemos tenido Frozen (ojo que hay spoilers), la última película de la compañía que está petándolo todo en cuanto a críticas se refiere. Y no es de extrañar. Admito que fui a verla con las expectativas bajas porque me habían dicho que la película era demasiado infantil y que había muchas canciones (Nota para Disney: Invertid un poco más en la música, como antes, que todas las canciones molaban mucho y ahora tenemos dos en toda la película que de verdad se disfrutan) y es posible que eso ayudara al hecho de que salí del cine pensando en volver a entrar para verla de nuevo, pero no fue sólo eso. No no no no… Fue ella.
Y os pongo la canción en inglés con toda la intención del mundo porque la dobladora es Idina Menzel, quien se hizo muy famosa por ser Elphaba en el musical de Wicked.
Nuestra querida Reina Elsa de Arendelle, a pesar de ser la encargada de helarlo todo y de sumir su ciudad en un invierno eterno, me llegó al corazón. Y al parecer no ha sido sólo al mío porque internet está lleno de Elsas por todas partes, cosa que realmente es de agradecer en todo menos en el hecho de mi ordenador tiene una capacidad limitada de datos que puede contener. ¿Y qué tiene de especial Frozen? Pues básicamente la película empieza con una historia de amor fraternal de esas que te llegan a la patata bien rápido (mi hermana y yo parecíamos tontas llorando el cine mientras sonaba “Hazme un muñeco de nieve…”), y pronto vemos esa relación rota por los poderes que Elsa no logra controlar. Sus padres, en lugar de ayudarla a controlarlo, le hacen ocultarlo tras haber herido sin querer a su hermana Anna, haciendo que ella misma tema y se encierre. Los años pasan y los poderes van a más y a más, los padres mueren y hay que coronar a Elsa frente a todos, y ese día es el que por fin se abren las puertas del castillo y todo el mundo las ve. Y empieza el desastre.
¿Y por qué? Pues básicamente porque Anna, que es enamoradiza, alegre y un poco cabra loca, decide comprometerse con un chico que acaba de conocer y que es el príncipe Hans de no sé qué pueblo de por ahí cerca. Obviamente, cuando al cabo de unas horas le dice a su hermana que quiere que bendiga su matrimonio, ella le dice algo que deberían haberle dicho a todas las princesas disney de la historia.
Y ahí es cuando Disney rompe con su pasado de un portazo y nos deja a todos con la boca abierta. ¿Ah, no? ¿No puede casarse con un hombre que acaba de conocer? ¿Y qué pasa con Aurora¿ ¿Y Cenicienta? ¿Blancanieves? ¿Ariel? ¿Jasmine? Todas las películas de la compañía nos han vendido el amor verdadero y el flechazo, que es justo lo que Anna le dice a Elsa, que sí puede casarse si es amor verdadero, y ahí es cuando Elsa se cabrea y hunde Arendelle en nieve, huyendo a la montaña porque no quiere hacer daño a nadie y dejando a Anna sola. Lo que pasa es que Anna también es cabezota y además empieza a comprender por qué su hermana la alejó, así que, decidida como es, sale tras ella para que descongele el pueblo y vuelva con ella. Y por el camino va conociendo a gente que no deja de repetirle la locura que es comprometerse con alguien que acaba de conocer.
Al encontrar a su hermana, con ayuda de Kristoff y un reno llamado Sven, Elsa se asusta y acaba congelando el corazón de Anna sin darse cuenta, cosa que va haciendo que la pobre se congele poco a poco a menos que haya una prueba de amor verdadero. Y ahí es donde ella le pide a Kristoff que la lleve junto a Hans para ser salvada, cosa que él hace sin siquiera dudarlo. Y jou jou jou… Feliz Navidad. ¿Qué pasa cuando Hans la encuentra a punto de morir completamente congelada? ¿¡Pues qué va a pasar!? Lo típico en las películas de Disney, que la besa y le dice que la ama y que nunca la dejará de amar, rompiendo el hechizo y salvándola. Y fin.
¡Es coña! Lo que Hans hace es mostrarnos su verdadera faceta, que resulta ser la del auténtico villano de la película. ¡Chúpate giro argumental inesperado como pocos en Disney! Que el príncipe es el malo, que no hay amor verdadero, que quiere matar a Anna para así culpar a Elsa, matarla también, y quedarse con el trono. Y con Anna apunto de morir, va en buscar de Elsa dispuesto a matarla por el asesinato de su hermana, pero ella que es más guapa y más lista y más guapa que ninguna, escapa en plena tormenta de nieve al creer a su hermana muerta. Y ahí es donde Disney nos da otra lección y, tras un momento en el que parece que hemos perdido por completo a Anna que se sacrifica para salvar a su hermana antes de que Hans la asesine, descubrimos qué es una prueba de amor verdadero.
Ni príncipes, ni besos mágicos, ni hechizos, ni magos o brujas. Ellas dos. Entonces, ¿estáis conmigo en que algo está cambiando en Disney? Vale que al final Anna sí encuentra a alguien, pero ni hay boda ni nada de eso, y Elsa continua sola, siendo una reina maravillosa y tan guapa que es imposible no amarla. Por cierto, son varias las fuentes que hablan de la posible homosexualidad de Elsa, y aunque nos gustaría que así fuera, haremos como con Mérida y diremos que es posible porque no muestra ningún tipo de interés por ningún hombre, pero claro, eso tampoco lo confirma del todo.