En el episodio anterior:
Tokaku se pasa al lado de los buenos y decide que será la protectora de Haru. Eso nos deja con once asesinas y una guardaespaldas.
Como parece que lo de las reglas para matar a alguien va en serio, Nio llama a la mandamás de Myôgô a ver si se puede hacer o no.
En este episodio nos presentan a la primera asesina: Otoya Takechi, una de las de la casa de la pradera. Comparte habitación con otra de su trio de vestiditos: Shiena Kenmochi. Aparte de romperle las gafas, parece que ambas se llevan bastante bien y Otoya hasta le enseña su carta de aviso para Haru.
Mientras tanto Tokaku sufre en silencio por las ganas que le tiene a Haru. No tiene plan con el que enfrentarse a once tías a cual más chiflada (u hortera) y encima Haru no es que sea la mente más brillante de la clase.
Otoya pone en marcha su operativo: Le pone motes cariñosos a Haru, le planta la nota de aviso en el pupitre y decide ser inusualmente cotilla y amigable con ella. Por alguna razón que no entendemos, la víctima decide callarse las amenazas que recibe a la única persona que puede ayudarla. Y ahí anda Tokaku, que se huele cosas pero no puede discernir qué son mientras Kaiba le manda otro acertijo.
Mientras en la clase de biología, el pobre tutor no tiene quien le escuche. Mientras explica “fascinantes” detalles sobre el jardín botánico en el que se encuentran y un musgo nativo de China cuyo nombre en castellano se me pierde (Si hay una botánica en la sala, ya sabéis, el saber no ocupa lugar!).
Cuando pasa a hablar de los camachuelos que viven en el invernadero, Otoya sigue en su plan de ganarse a Haru mostrando tooodo lo que tienen en común. Tokaku está que trina (pun intended) e intenta poner freno a sus maquinaciones, pero su protegida parece vivir en el mundo de la piruleta. Parece creer que si Tokaku se ha puesto de su parte en esta lucha, Otoya hará lo mismo.
Pero Otoya se descubre como todo lo contrario a Tokaku: una auténtica psicópata. Cuando Nio le pregunta que es lo que más desea que Myôgô le conceda, pide que todo asesinato que cometa a partir de ahora venga sin consecuencias. Que alguien limpie sus marrones, básicamente.
Al día siguiente, Otoya pone en marcha su plan: Cuando Haru la caza admirando el colgante para el móvil que les regaló con Banba, decide llevársela a un sitio bien apartado para agradecerle el gesto. Entre ramos de flores y acercamientos ya no sabemos si lo que quiere la asesina es matarla o aprovecharse indecentemente de Haru.
El caso que no se acaba de entender muy bien aquí es por qué no aprovecha que están solas en un rincón para cargársela en vez de montar toda la pantomima sobre como la nota de aviso es de Shienna y que ella lo que hará es protegerla. Ni siquiera el hecho de que sea una loca de atar que disfruta matando te hace entender que arriesgue conseguir lo que más desea con tal de jugar un poco más.
Pero lo hace, claro, o no tendríamos más episodios. La inmoviliza con un ataque sorpresa con el ramo de Gelsemium elegans, otra planta nativa de China y muy venenosa. Si leemos los efectos de su veneno alcaloide, realmente nos preguntaremos porqué Haru no está muertísima nada más entrar en contacto con las flores.
Divagaciones científicas aparte, Otoya no sólo ha engañado a Haru, es que Tokaku también cae en la trampa de que ha sido Shienna como una tonta. Mientras la encierran en un sótano, Shienna se dedica a averiguar todos los problemillas que su compañera de habitación tiene en la cabeza.
Se ve que Otoya sólo puede descargarse sexualmente matando a sus víctimas, todas mujeres. Así que si nuestra lesbiana loca se está tomando su tiempo con Haru es porque quiere “beneficiarsela” (por decirlo de alguna forma) aparte de cumplir su misión. Imagino que todo el rollo de que ataque con tijeras es una alegoría muy fina a las desviaciones sexuales de la chica (Muy sutiles Diomedéa, muy sutiles).
Lo que sorprende gratamente es que mientras Otoya está torturando mentalmente a Tokaku por teléfono, Haru decide tomarse la salvación por su cuenta y riesgo. Interesante ver como pasa del mundo de la piruleta al de las patadas con efecto y a deshacerse de las cuerdas con una buena suerte que no te la creías ni con toda la Gelsemium elegans del mundo.
Para cuando Otoya vuelve a la carga, Tokaku ya está ahí. El canto del camachuelo le ha dado la pista que necesitaba para llegar hasta el invernadero. La verdad es que aunque la guardaespaldas ofrece la distracción adecuada, Haru se bastaba y se sobraba. Cuando están a punto de quitarle un ojo a Tokaku, aparece por detrás de Otoya y la tumba con más veneno de ese cuyos efectos no te acabas de creer mucho.
¡Pero a quién le importa eso! Haru y Tokaku se vuelven a reunir y Tokaku le venda la pierna mientras le pide perdón y todo vuelve a ser piruletas y amor lésbico.
Bueno, para Otoya no, claro. Cuando intenta convencer a Nio, por las buenas o por las malas, que le de otra oportunidad para matar a Haru descubre algo que le pone los pelos de punta hasta a ella.
Cuando en la clase vemos que han puesto unas flores en su pupitre, nos tememos lo peor (¿Lo mejor?) por Otoya Takechi.
Y con Tokaku velando el sueño de Haru nos quedamos y con el nuevo ending de la serie con Manami Numakura, la actriz de doblaje de Otoya, como cantante.
http://www.dailymotion.com/video/x1p7l6m_akuma-no-riddle-ending-3_shortfilms