Este año se cumplió el aniversario de Chicas Malas (Mean Girls) y todo medio web que se precie hizo mención al evento. Pero este año se cumple también otro aniversario, que, por supuesto, nadie recuerda y del que no se ha hecho eco internet. Se cumplen 5 añitos del estreno de Mentiras y Gordas en cines. Pero en este caso las cifras de taquilla fueron discretas, la crítica no fue demasiado benévola y el público la sentenció. Muchos lo hicieron probablemente nada más ver el trailer. De hecho estoy visualizando perfectamente la escena. Español/a viendo el trailer y pensando: “bleh otra españolada, nada más que drogas y folleteo. No pienso pagar un duro por verla”.
Y pese a todo, allí que fuimos un amigo y yo a verla al cine. Con la firme convicción de que nos íbamos a comer un bodrio de dimensiones épicas, pero del que luego podríamos despotricar bien a gusto (ver pelis malas es un ejercicio antiestrés muy bueno, palabra). Y no sólo no nos pareció infumable como esperábamos, sino que los dos coincidimos en que fue (y probablemente sigue siendo) una de nuestras películas españolas preferidas. Si la habéis visto, os estaréis preguntando como muchos de mis amigos que qué peli vi yo porque no es la misma que vieron ellos. Y sí que lo es, sí.
Probablemente, si hubiera que describir la película en 3 palabras sin poder explicar nada más, serían: sexo, drogas y fiesta. Porque la película es eso, pero también mucho más. La trama transcurre en apenas un par de días y en ese tiempo conocemos un poco a sus protagonistas, pinceladas de su vida, de sus problemas y movidas y cómo salir de fiesta les hace desconectar de todo ese mal rollo diario. Porque ¿quién no ha salido algún fin de semana a “desfasar y darlo todo” para olvidar un poco el día a día?
Mentiras y gordas es una película hiperexplícita al más puro estilo tipical spanish, pero hiperbolizando algunas situaciones. De tal manera que algunas escenas pasan de poder ofender al espectador, a rozar lo absurdo y, en ocasiones, hasta llegan a dar risa. No es una película con mensaje. No es una película con comienzo, trama y desenlace. Es una noche de fiesta para dejarse llevar, de locura, de amor no correspondido, de deseos escondidos que no se pueden decir, de medias verdades y de mentiras que les contamos a los demás y a nosotros mismos. Pero que de noche, con una copa de más o una raya de más se vuelven ciertas. Porque de noche todo fluye, es más fácil, sin ataduras, sin juicios ni propios ni de los demás. El problema, es que al final, siempre se hace de día…
Entre el reparto están todos los jóvenes actores españoles del momento y otros tantos que ya lo fueron en su día. A destacar la actuación de Mario Casas, en un papel totalmente opuesto al de su habitual machito rompecorazones, y también la de Ana Polvorosa, que demuestra moverse como pez en el agua fuera de la comedia. La película es un drama. Pero no te equivoques, nada de momentos lacrimógenos e incluso con más momentos divertidos y tiernos que tristes. Aunque drama, al fin y al cabo.
Mentiras y gordas tiene además, desde mi punto de vista, varias de las escenas croqueta más memorables que recuerdo en el cine español. Y como no podía ser menos, una banda sonora acorde y perfecta para la ocasión. De manos de Nacho Canut y Olvido Gara. Para mí es un peliculón que tiene un más que merecido 9. Si no le pongo un 10 es porque tengo una única pega y que desde mi punto de vista fue un error garrafal de casting: Duna Jové. Ese papel no era para ella. Y que aunque para nada desmerece la película. Sí le impide llevarse la matrícula.
Hay un índice bastante alto de probabilidades de que después de verla pienses que estoy loca y que no hemos visto la misma película (a los hechos me remito). Pero si la englobas dentro de las pelis croqueta ¿seguro que es lo peor que has visto? Con que la veas ya me doy por satisfecha. Pero si encima respondes que “no” a la pregunta, me harás un poquito más feliz.
Si ya la habías visto, te animo a re-visionarla con otros ojos. Y si no la conocías, te invito fervientemente a que lo hagas sin pretensiones de nada. Simplemente, con el objetivo de pasar el rato. Uno bueno, espero.