En el episodio anterior
Tokaku supera el trauma de su pasado y Banba e Isuke quedan fuera de combate.
Lo más sorprendente al inicio del episodio once no es que Hanabusa invite a Haru a una fiesta de té en vez de darle la nota de aviso correspondiente. Ni que Otoya consiga escapar de prisión con unas… ¿Tijeras? (¿En serio?)
No, lo más sorprendente es que Haru siga dando por culo con que a lo mejor no quieren matarla si no que Hanabusa quiere negociar y que sean amiguitas y se vayan al país de la piruleta juntas.
Por supuesto Tokaku no aguanta tanta tontería, y aprovechan las disculpas de Haru para darnos un poquito de chicha entre ellas dos.
La miradita turbada que Tokaku le dedica cuando Haru se presenta con el cursi vestidito que Hanabusa requiere para su fiesta también nos da un poco la vida, para que nos vamos a engañar.
Después del parque acuático, que tengan un edificio de 99 plantas ya casi como que ni nos sorprende. ¿Un salón de fiestas en la última planta? ¿Con armas de todo tipo y color en las paredes? Psé.
Hanabusa, siendo la yandere de manual que es, se muestra amable y tranquila hasta que sienta en su mesa muñecas a tamaño natural de las asesinas que: hablan, la llaman reina y se echan el té encima.
La única cosa que nos demuestra que aún le queda algo de sentido común es atar a Otoya con una camisa de fuerza y a cerrarle la boca con un pañuelo. Bendita seas, Hanabusa.
El plan de usar a los títeres como distracción para que una pared de cristal antibalas separe a Tokaku de su protegida tampoco está nada nada mal pero, por una vez, nuestra protagonista demuestra que vale para algo.
Es un poco rara toda la historia de Hanabusa. A pesar de ser hija de la directora, no ha tenido tanta suerte como Haru y los ataques contra su persona la han convertido en un cyborg. En un cyborg creepy.
A pesar de que Otoya da pistas sobre como inhabilitar las extremidades mortíferas de Hanabusa, Tokaku vuelve a recibir tanto que temes que se vaya a quedar tonta.
Por las hostias o por la duda cruel que plantea a la guardaespaldas sobre la identidad de Haru. ¿A quién ha estado protegiendo todo este tiempo? ¿Y por qué Haru parece saber algo del tema?
Porque ya no es que haga mutis por el foro para atraer a Hanabusa, es que demuestra una inventiva cojonuda con el tema del ascensor y las bombas.
¿Y lo del tejado? Está claro que nada te vuelve más inteligente que el peligro de muerte. Es hasta agradable ver a la mojigata de Haru en un papel activo para su protección futura. La mejor defensa es un buen ataque.
Pero ah, terminamos el episodio con problemas en el paraíso para nuestras dos novias. Haru se niega a contestar las preguntas de Tokaku, y todas sabemos donde acaba eso.
El ending, Inochi no Karakuri (イノチノカラクリ), lo interpreta Miho Arakawa en su papel de Sumireko Hanabusa.
http://youtu.be/wURvuZO8nPI