Morenas, rubias, pelirrojas, pelo corto, largo, altas, bajas, delgadas, rellenitas… todas las mujeres sean como sean tienen algo de atractivo, pero si hay algo que me seduce sin remedio es la tinta en su piel, es como un imán, me atrae sin remedio.
Y no, no hablo de tatuajes cutres sacados de un catalogo hechos a) en un acto de “rebeldía” en la adolescencia o b)como producto de una mala borrachera, sino los que han sido diseñados, pensados y replanteaos cien noches con la almohada únicamente para cubrir la piel de ella, de ella y la de nadie más.
Como amante de los tatuajes ajenos y propios, considero que deberían ser algo más que unas letras chinas cuyo significado desconoces pero que “quedaban chulas” o aquella mariposa que te gustó pero ahora da vergüenza ajena. Deberían ser una muestra de uno mismo, el recuerdo de una experiencia, del verdadero amor, de tu más oscuro secreto…una forma de expresar y definirte, en definitiva arte.
De ahí que me enamoren las chicas con tatuajes, con tatuajes de verdad, sobre todo los que son enormes y cubren espaldas, brazos, piernas… me pierdo entre sus líneas deleitándome con su belleza y a la vez imaginando que historia se esconderá detrás, poco más hay en este mundo que encuentre más sexy que eso.
Por eso quiero daros un consejo de amiga para navegantes, si os encontráis a una chica tatuada que os hace tilín, por vuestra integridad y posibilidades futuras de que se convierta en la madre de vuestros hijos, bajo ningún concepto le preguntéis qué significan o porqué se los hizo, podéis pedirla que os deje verlos, disfrutarlos pero por el momento nada más, a nadie le apetece contar sus secretos a una desconocida. El momento llegará, si conseguís ganaros su confianza y ella misma os lo dirá y, os aseguro, que merecerá la pena la espera.