Altiva, irascible, arrogante, orgullosa y condenadamente sexy. Así es ella. La señorita Kenet se pasea cada mañana por la oficina con esos aires de superioridad que tanto me sacan de quicio. Molesta a unos cuantos compañeros con sus impertinencias y absurdas órdenes y se marcha grácil contoneando las caderas de un modo casi hipnotizador para todo el sector masculino y hasta algún miembro del femenino. Ella lo sabe, es su juego.
Así empieza Mis besos no son de cualquiera, la carta de presentación de Marta Garzás, que nos trae la historia de la seductora y atrevida Sara.
Sara tiene el grupo de amigos que a todas nos gustaría tener, hay muy buen rollo entre ellos y son como una segunda familia. Sara también tiene un trabajo envidiable, aunque una jefa que no tanto, la señorita Kenet. Su jefa vive por y para torturar a algunos de sus empleados, especialmente a Sara, quien, en el fondo, no puede decir que eso le desagrade del todo. Disfruta jugando con ella y haciéndola perder la paciencia. Lo mismo con María, la tímida asistente loquita por ella a quien Sara disfruta poniendo nerviosa. La vida de Sara es casi perfecta. Casi. Su vida sentimental es un desastre, pero es que los juegos le gustan demasiado como para abandonarlos…
Contada en primera persona y alternando narradores, Mis besos no son de cualquiera gana personalidad e intensidad. Gracias a una historia que se mueve con agilidad y a unos diálogos intensos, llegamos a conocer perfectamente y muy a fondo a todos los personajes que conforman el universo de Sara.
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