Salir del armario es una experiencia muy personal, como lo es el proceso que viene antes. Cada persona LGBT tiene unos tiempos y unos modos de ser conscientes de su propia identidad sexual, y una vez que ha podido y sabido hacer una reflexión sobre ello, se siente preparado para salir del armario por primera vez y contarle a alguien, o al mundo si se siente especialmente valiente, que es lesbiana, o gay, o trans, o asexual, o lo que sea. Excepto heterosexual.
Por mucho que haya avanzado la sociedad en algunas partes del mundo, en 2016 todavía la orientación sexual de casi todas las personas (no vamos a meter en el mismo saco a todo el mundo, pero vamos) es, por defecto, la heterosexual. Si eres chica, tu abuela te pregunta que cuando te echas novio, y si eres chico lo contrario. Contar lo contrario por primera vez es, en muchos casos, algo que requiere tragar saliva y respirar. Y esto solamente la primera vez, pero habrá muchas más veces en las que haya que salir del armario.
Como decía, salir del armario es una experiencia muy personal. Por eso, arrebatarle a alguien, aunque sea únicamente una vez, su derecho a contarlo cuando y como le apetezca, y solamente a quien le apetezca, es un acto abominable.
En España tenemos la gran suerte de que ser homosexual, en la mayoría de los casos, es algo que no tenemos que andar ocultando, y podemos vivir nuestras vidas como mejor nos parezca. Pero, ojo, no olvidemos que no siempre es así. Sólo en la capital, Madrid, llevamos registradas 167 agresiones homófobas en lo que va de año. Y los famosos tampoco se libran de ver, por ejemplo, su vida profesional amenazada al desvelarse su orientación sexual.
Es necesario salir del armario para que, poco a poco, la visibilidad gane al resto de cosas. Eso está claro. Si hubiese más famosas que, por propia voluntad, contaran con naturalidad su vida privada, muchas más se animarían y dejarían las sombras, y a lo mejor dejábamos de buscar activistas en donde sólo hay personas. Pero la clave es justo esa: por propia voluntad. No porque a una periodista se le ocurra que hoy es buen momento para contar que estas dos señoras llevan juntas dos años, algo que por lo visto muchos otros periodistas sabían y no tuvieron la poca elegancia de contar.
No se debe confundir ser un personaje público con vender su vida privada. Hay dos presentadoras que han sido noticia estos días, y que salen en la televisión, cuentan cosas en la pequeña pantalla, pero no venden su vida privada. No les apetece. Lo pasan mal cuando las pillan los paparazzi en la playa. Y es perfectamente respetable, porque cada uno es libre de decidir lo que hace con su vida.
Es importante tener referentes, rostros famosos que cuenten su vida y digan que sí, mira, soy gay, o lesbiana, o lo que sea, y soy feliz, y no pasa nada. Pero lo que no se puede hacer es exponer la vida personal de alguien porque salga en la televisión, arrebatándole el derecho a contarlo cuando esté preparada. Así, no. Nuestra responsabilidad como medios es no hacerlo. Y como lectores, negar ese clic que se busca sin importar nada más.