En la España de finales de los 70 hubo un movimiento cinematográfico al que se le llamó “El destape”. Con la excusa de que el franquismo había acabado y había más libertad, el cine empezó a mostrar esa libertad. El destape se trataba, básicamente, de mujeres enseñando las tetas. Viniera o no a cuenta.
La literatura lésbica ha sufrido una doble invisibilización y discriminación: por ser hecha por mujeres y por tener temática homosexual. Pero hoy se puede decir que vivimos en un destape de literatura lésbica en España. De un tiempo a esta parte, hemos visto un aumento de novelas con argumento bolleril en español. Y eso es siempre una gran noticia.
Este destape viene derivado en gran medida por las facilidades que existen actualmente para autoeditarse y llegar a la gente (la combinación mágica de Amazon y redes sociales).
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Esto ha supuesto una explosión en la diversidad de la literatura que cubre esas necesidades de un grupo de personas deseosas de encontrar personajes con los que identificarse (y con finales felices, a ser posible). Esto hace que este destape lésbico también se estampe, en ocasiones, contra una pared de tetas y culos que hace que el recato (o directamente la invisibilidad) a la hora de tratar el sexo entre mujeres rebote, rebote y en tu culo explote.
Nunca antes se había dado tanta oferta de novelas lésbicas y nunca habían estado tan al alcance de cualquiera. Y esto no ha hecho más que empezar. Irán surgiendo nuevas autoras, nuevos personajes e historias y la exigencia de calidad de las lectoras será cada vez más alta.
Además, estas novelas ya no las protagonizan mujeres lejanas, ejecutivas, famosas, o mujeres ricas en general con pisazos donde llevar a su croqueta novata. Ahora las historias las protagonizan chicas y mujeres con las que te podrías cruzar por la calle.
Chicas y mujeres que podrían ser tú.