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Siento un fuerte cosquilleo en mi barriga que me impide dormir. Tenerle a pocos centímetros de mí me inquieta, ella me inquieta, y ni siquiera es consciente. Intento relajarme, al fin y al cabo seguramente esté dormida, no hay por qué ponerse nerviosa. Escucho una respiración que corta mis pensamientos y de repente siento su fresco aliento paseando ligeramente sobre mi hombro. Vuelven las cosquillas.
Abro los ojos con la esperanza de ver al menos su silueta pero la oscuridad de la noche me lo impide. Siento su calor, la escucho respirar de nuevo y se me escapa un suspiro. Creo que sigue dormida.
Intento relajarme de nuevo y busco una nueva postura. Recoloco mi brazo izquierdo que choca accidentalmente con su mano derecha y, casi sin darme cuenta, acabo entrecruzando mis dedos con los suyos que comienzan, para mi sorpresa, a desplazarse cautelosamente. Está despierta.
Las pulsaciones se me aceleran y siento mi corazón palpitar como nunca antes lo había hecho. Comienza a jugar inocentemente entre mis dedos y trato de concentrarme en ocultar el hormigueo que invade todo mi cuerpo y me impide acariciar su mano sin que tiemble la mía.
Su dedos van deslizándose suavemente, dibujando una estela sobre mi piel. Siento su tacto, suave como el algodón. Continúa jugando, y yo sigo nerviosa perdida. Extiende su mano sobre mi brazo, a un ritmo lento, improvisado. Hace rato que he perdido la concentración. Ahora solo la noto a ella. Me acaricia con delicadeza como si estuviera pasando la página de un libro sin estrenar al que no se quiere arrugar. Intento devolverle las caricias lo mejor que puedo, tratando de controlar mi respiración que aumenta por cada movimiento suyo.
Seguimos acariciándonos descubriendo lugares nuevos la una de la otra. Noto su respiración cada vez más cerca. Casi puedo notar su aliento chocándose con el mío. Me giro hacia ella levantando mi cabeza para buscar su rostro pero de nuevo la noche me castiga sin poder verlo. Vuelvo a centrar mi atención en sus caricias, buscando consuelo y muriéndome de ganas por besarla. Creo que no aguanto más, necesito ir más allá.
Siguen sus caricias, que bailotean atrevidas sobre mi erizada piel y comienzo a perder la noción del tiempo. Y, de pronto, en mitad de ese vals ejecutado por sus dedos siento sus labios tropezar con los míos. Una explosión de sensaciones invade mi cuerpo mientras ella mantiene sus labios junto a los míos, que se humedecen poco a poco con el contacto de su lengua. Me besa tímidamente, con ternura y firmeza. Seguimos el compás de nuestros agitados corazones que marcan el ritmo de nuestros besos, cautelosos y fugaces. Ahora son mis labios los que están acariciando los suyos.
Me detengo en cada detalle de su boca, queriendo recorrer todas y cada una de sus curvas. Me da un último beso, un beso que pone fin a la explosión de fuegos artificiales que hemos experimentado hace unos segundos. Se retira sutilmente y apoya su cabeza cerca de mi almohada. Se me escapa una sonrisa inocente. Aún no me creo que me haya besado y que estemos las dos cogidas de la mano mirándonos a través de la oscuridad.
«Me has puesto nerviosa» susurra. No puedo evitar reírme silenciosamente, si ella supiera cuanto lo estaba yo…
Entrelaza sus delicados dedos con los míos y ambas soltamos un suspiro de alivio casi al unísono. Finalmente nos hemos besado.
El silencio de la noche nos arropa y la luz de la Luna nos resguarda, siendo única testigo de nuestro primer beso. Cierro los ojos lentamente y me dejo caer sobre su hombro. Siento una última caricia que se pasea por mi mano y sonrío levemente.
Ahora sí puedo dormir…
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