Podéis enviar los textos (preferiblemente que no incluyan ninguna imagen) a la dirección de correo que figura en el banner, con el asunto “La croqueta libre”. Los textos se leerán para escoger, pero no se editarán. Es decir, que si tu texto se ajusta a la temática de la web, lo publicaremos, pero sin corregir las posibles faltas. Los textos deben ir firmados con nombre o seudónimo. ¡Ah! ¡Y un título!
Se me remueve el estómago al verte pasar y comprendo que caigo otra vez en tus garras. No puedo evitar fijarme en los mismos detalles, otra vez. Como cuando te vi ayer. Por primera vez. Ya creía que eso del amor era un mito muerto. Y cuando me acostumbro al desierto que llevo dentro, allí brota otra vez.
Tus caderas, tu andar vacilante, tu pelo oscuro y esos vaqueros que descaradamente me incendian el cuerpo; parece que hay traseros más estimulantes que el café (sin duda, los hay).
Lo que más me entretiene es el aura que te envuelve, como si las nubes te escondieran del sol que brilla detrás de la ventana de tu oficina, dejando entrever un mundo impenetrable lleno de matices.
Entro con descaro, echándome el pelo a un lado y, sin intentar disimular, me acerco a tu mesa y espero a que te gires. Parecería mentira si no estuviera pasando. Las miradas cruzadas, el saber sin saber. Se me acelera el corazón y sonrío un poco más para disimular los nervios. Me dices lo cansada que estás y te reto a tomarte algo luego.
No tendré suerte hoy, pero esperad al sábado.
El principio siempre es la mejor parte. Cuando no hay nada que perder y la voz de la experiencia no tiene nada con lo que torturarte – aun.
La conversación fluye, es un sinparar. Vamos a cenar y luego nos tomamos algo por ahí… Nos recostamos. Se hace el silencio y en lugar del calor embriagante de la bebida y de la compañía, siento el frío de la duda…
Me miras con tus ojos grandes, oscuros, aun indescifrables para mí, novata en tu mar de azuladas algas. Arqueas la ceja y tus labios trazan una media sonrisa. Puedo oler tu perfume con claridad y la dulzura de tu aroma… Siento el calor de tu cuerpo abrigando mi piel descubierta y me quema la mano que dejas descuidada en mi hombro.
-Si supieras lo que pienso…– digo.
-No me cabe duda que me gustaría.
-Sí, claro. No estés tan segura. Te advierto.
-Deja de pensar y aprovecha el momento. Anda, aprovéchate. Te lo tomas demasiado en serio. Pierde el control, que toca.
-Libera el alma -susurras.
Tú críptica voz me seduce, melodía aterciopelada.
-Sé el ser salvaje que encuentra salida a su cautiverio.
Te respondo. Saquemos las armas, pienso.
Acerco mi rostro a tu oreja y murmullo algo más. Sé sin pensar.
Tú haces lo mismo.
No dejaremos que arda la aldea, pero nos arriesgaremos.
Una vez más, miraremos en el abismo. Y pagaremos el precio de los que se asoman demasiado tiempo.
–.Mariposas de papel