Se acercan unas fechas muy especiales, importantes y necesariamente reivindicativas. Es por ello que no se puede dejar pasar este mes sin hablar de una figura a la que se puede considerar “madre” del movimiento LGTB.
Nacida en Elizabeth (New Jersey) el 24 de agosto de 1945, Marsha P. Johnson dedicó gran parte de su vida a luchar contra la discriminación del colectivo LGTB (llamado por entonces “movimiento gay”) en general, y por los derechos de las personas trans en particular, debido a la situación de exclusión social que sufría (y sufre) este colectivo: desde las múltiples dificultades para conseguir empleo debido a su condición sexual (y a su raza y clase, en muchas ocasiones) hasta la indigencia, pasando por la prostitución callejera y el consumo de drogas para soportar una vida llena de impedimentos, violencia y abusos de todo tipo.
Pensando en todas esas mujeres trans, drag queens y niños en situación de pobreza extrema, Marsha P. Johnson y su amiga Sylvia Rivera fundan STAR en 1970, una organización creada para defender a todas estas personas y cuya semilla germinó en la creación de STAR House, que servía como refugio e intentaba sacar de la calle y de las garras de la prostitución a las mujeres trans y drag queens, así como reinsertarlas en la sociedad.
Pero para entender de dónde surge todo esto hace falta viajar un poco atrás en el tiempo. Concretamente, hasta el 28 de junio de 1969: el inicio de las revueltas de Stonewall, que tuvo como protagonistas a Marsha y a Sylvia Rivera, así como a Stormé DeLarverie y a Miss Major Griffin-Gracy, cuyas biografías podéis encontrar traducidas aquí, aquí, aquí y aquí. La importancia de estas mujeres es inmensa, pues no hay que olvidar que es el aniversario de estos disturbios lo que se conmemora cada año en el Orgullo LGTB. De hecho, muchos testigos aseguran que la propia Marsha fue la primera persona en lanzar un ladrillo contra la policía que llevó a cabo las redadas de aquella noche. También fue ella una de las encargadas de organizar la primera Marcha del Orgullo en Nueva York el año siguiente, adquiriendo una gran relevancia en los años posteriores dentro del movimiento, con el que estuvo comprometida hasta el final de su vida, en los primeros días de julio de 1992.
De todo esto habla el documental de Netflix The death and life of Marsha P. Johnson (2017), centrándose especialmente en las causas extrañas que rodearon su muerte, en cómo su caso fue tratado como un suicidio e inmediatamente archivado y, sobre todo, en los esfuerzos realizados por la activista por los derechos de las personas LGTB Victoria Cruz (abogada de víctimas de violencia en el Anti-Violence Project LGTBQ de Nueva York) para reabrir el caso al sospechar que pudo ser un asesinato el cual la policía, simplemente, no quiso investigar. “La policía ya estaba convencida: el caso está cerrado. No nos molesten. Porque no es nadie. No es una persona”, lamenta Randy Wicker, compañero de piso de Marsha.
Otro de los puntos fuertes del documental es que establece un paralelismo entre los múltiples asesinatos cometidos contra mujeres trans en los años noventa y la situación en la que éstas se encuentran ahora: prácticamente la misma. Sin duda, invita a hacer una urgente y necesaria reflexión que el colectivo LGTB no debería esquivar.