No estoy muy segura de si The boys, la serie de superhéroes de Amazon, está teniendo muchos seguidores. En mis redes sociales veo poco buzz, pero bueno, eso tampoco suele ser indicativo de nada. Yo la empecé casi por casualidad, porque el trailer me echó un poco para atrás, y al poco rato estaba dentrísimo. Tanto es así que he estado esperando con ganas la segunda temporada, de la que llevamos un puñado de episodios emitidos, y que me está gustando mucho más que la anterior. Buena parte de ello tiene que ver con cómo han desarrollado el personaje de Queen Maeve.
Ojo, espoilers
En la primera temporada comenzaba presentándonos a Patriota y Reina Maeve como una especie de pareja publicitaria, algo como esos matrimonios de estrellas de Hollywood que no se rompen porque juntos venden más. Tras el episodio del avión, con total probabilidad el más sucio de la serie, Maeve siente que necesita distancia con Patriota, y con todo lo que él significa. Necesita escapar. ¿Y dónde va a refugiarse? A los brazos de Helena, la mujer a la que abandonó (o tuvo que abandonar) para entrar en Los Siete.
En estos últimos episodios hemos visto cómo ellas dos seguían juntas en secreto. Pero, claro, es verdaderamente complicado ocultar algo a alguien que, además de ser un psicópata, tiene superpoderes. Así que Patriota se entera de su relación y se venga de ella sacándola del armario en un programa de televisión en directo.
The Boys no es que sea una metáfora sobre el capitalismo, porque de poético y oculto no tiene nada. The Boys ES el capitalismo, girando sin parar y no dando jamás una puntada sin hilo. Patriota no hubiera revelado que su compañera es lesbiana si no hubiera podido sacar un rédito de ello. ¿Y en qué medimos ese rédito? En ventas, por supuesto.
A partir de que el mundo entero sabe que Maeve forma parte del colectivo LGBT, Helena y ella pasan por manos de publicistas que quieren moldear su imagen pública, y la heroína se convierte en un anuncio andante de productos que apoyan la causa y al colectivo. También, su arco en la película tiene que pasar por mostrar un romance con otra mujer, algo que hasta la entrevista no era así. Maeve ya es, ante todo, lesbiana (pese a identificarse como bisexual, pero eso, claro, da igual porque vende menos). Y eso también es un nicho de mercado.
Decimos que el capitalismo rosa, o en inglés gaycapitalism, trata sobre todas aquellas empresas que venden productos y servicios orientados al público LGBT no porque nos equipare o nos beneficie de algún modo, sino porque eso les puede producir más beneficio económico. Ojo, esto es algo de dos sentidos: yo también prefiero que cuenten conmigo a que me desprecien, que me hagan figuritas de Lexa a que no hubiera personajes LGBT en las series. Pero, claro, no está de más ser conscientes del papel que jugamos.