
El verano es una caja de sensaciones viscosas y sudorosas y Hot Milk (en España Agua salada, no sé deciros la razón porque no he tenido la oportunidad de leerme el libro) llega con esa textura ardiente que se mete bajo la piel de la protagonista mientras el Mediterráneo quema en los fotogramas. La película, escrita y dirigida por Rebecca Lenkiewicz, adapta la novela de Deborah Levy y coloca el foco en la relación tóxica, hermosa y asfixiante entre Sofia (Emma Mackey) y su madre Rose (Fiona Shaw).
Sofia es una joven que ha pausado sus estudios para cuidar de Rose, su madre, misteriosamente paralizada, que vive en silla de ruedas. Las dos viajan desde Londres hasta la costa española de Almería, buscando al curandero Dr Gómez, un sanador misterioso que podría ser esperanza o engaño. En ese pueblo teñido de sol y brisa salina, Sofia empieza a sentir que respira por primera vez.
La que despierta los pulmoncitos a la joven es Ingrid, interpretada por Vicky Krieps, una viajera bohemia que desliza su presencia como un rumor en la playa. Sofia se deja envolver por esa energía libre y despiadada que contrasta radicalmente con la imposición maternal que lleva años sofocándola. La tensión emocional crece como olas de calor, mientras Rose permanece imperturbable en su búsqueda.
Fiona Shaw y Emma Mackey construyen dos polos magnéticos de miserias compartidas y afecto doloroso. Shaw desliza cada gesto con la gravedad de alguien que flota entre cama clínica y delirio emocional, y Mackey ofrece esa furia contenida que explota en destellos luminosos. Según la crítica, a narrativa fragmentada y visualmente audaz deja al público en un limbo entre realidad y alucinación. Chica, que ganas de verla. Todavía no sabemos cuándo se estrenará en España porque la película sigue en el circuito de festivales, pero estaremos atentas.
Vía: Letterbox