Este episodio es la confirmación definitiva de que Orange is the new black no sólo no es una comedia, sino que muchas veces retrata lo peor de la humanidad, esa inmensa paleta de grises (morales, sobre todo) que todos los seres humanos tenemos, pero que las series una y otra vez se empeñan en omitir. Los malos son malos, y hacen cosas de malos. Los buenos salvan a la princesa y son altos, guapos y con sonrisa profident. Pero estamos en Litchfield, prisión federal, y aquí nadie, ni siquiera los guardas, son completamente buenos o malos.
Nicky roba la heroína, engañando a todos aquellos que son cómplices con ella en su trapicheo. Miente a todos, por un motivo tan sumamente absurdo que, en última instancia, hace que sea trasladada a un módulo de máxima seguridad, siendo traicionada a su vez por el guarda. Muy seguramente Big Boo también hubiese hecho lo mismo. O casi cualquiera de las presas. ¿Desconfianza, prejuicios? Más bien adaptarse o morir.
Me parece muy interesante la escena en la que las latinas hablan de las relaciones que se establecen en la prisión, la escena en que las definen como ‘tiritas’. No son cosas reales, son tiritas, gente que te ayuda a sobrellevar la estancia en prisión, pero que una vez que salgas no pensarás en ellas ni mirando atrás, porque simplemente te recordarán un tiempo que no quieres volver a vivir. Gente que en otras circunstancias podrían haber formado parte de tu vida, pero no así, no aquí. Un poco el drama de Daya y Bennett: En otro tiempo y lugar, quizá hubiese funcionado. En Litchfield, imposible.
Piper y Alex dan un paso más, y tras una escena chulísima que te deja con una sonrisa en los labios, porque casi sale de la pantalla el amor que se tienen, pasan del odio al enamoramiento en quince segundos. Pero el problema es que al acabarse el odio y el rencor, se acaba el sexo enfadado. Alex es incapaz de tirarle del pelo a Piper, y nosotras vomitamos mariposas cuando lo vemos.
Pese a que las tramas se abren a muchos personajes, está claro que la historia entre Piper y Alex tiene un protagonismo especial, como tambien lo tiene para las chicas de la cárcel, que asisten a sus escenas como si de una telenovela se tratara. ¡¡Las internas shippean a Vauseman!!