Desde 1959, fecha de la Revolución Cubana, que expulsó del gobierno al dictador Batista para convertir al país en una sociedad comunista, el país se ha mantenido considerablemente estático en cuanto a derechos sociales se refiere. No fue hasta el relevo de la jefatura del estado en 2006, cuando Fidel Castro cedió el poder a su hermano Raúl, cuando, tímidamente, algunas cosas comenzaron a cambiar, algo que se aceleró con la muerte de Fidel hace un par de años. Los dos cambios económicos más importantes han sido el reconocimiento de la propiedad privada y el permiso para la inversión extranjera. El cambio social más relevante es, sin duda, la posibilidad de que la isla reconozca el matrimonio igualitario.
Para ello es obligado el cambio de la Constitución actual, un texto redactado en 1976, cuando las relaciones con la URSS influían sobremanera en las decisiones y la trayectoria del país. En 2014 el ahora expresidente Raúl Castro conformó un grupo de trabajo para redactar una nueva carta magna, que julio de este año consiguió sacar adelante un primer borrador del texto que será votado en referendum. En esta primera versión el matrimonio ya no sería “la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello”, sino la unión concertada “entre dos personas”.
Este impulso legal tiene un nombre propio detrás: Mariela Castro, hija de Raúl Castro y directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex). Durante los últimos años se ha encargado personalmente, a base de propuestas y de gestos más simbólicos pero no por ello menos importantes, como aparecer encabezando la marcha del Orgullo de La Habana este mismo año, de que la comunidad LGBT encuentre aceptación e igualdad en la isla. Cuba es el único país del mundo que cuenta con bares de ambiente estatales, administrados por el mismo Estado.
Por supuesto, y como viene siendo habitual, la principal voz en contra del matrimonio igualitario es la iglesia. El arzobispo de Santiago y presidente de la Conferencia de Obispos de Cuba, Dionisio García, ha cargado contra esta modificación de la Constitución, apelando a que es una forma de “imperialismo cultural”, como si ser LGBT fuera algo importando y no propio de cada uno de los rincones del mundo.
El próximo 24 de febrero los cubanos votarán su nueva constitución. Si sale adelante, se pondrá en el grupo de cabeza de los derechos LGBT de América Latina, y del mundo.