Yo siempre he sido una de esas lesbianas totalmente fuera del armario en todos los ámbitos de mi vida y es una cosa que nunca había experimentado.
A mí me costó salir del armario, pero una vez lo hice fue a lo grande y lo sabía toda mi familia (excepto mi abuela, como ya sabéis), todas mis amigas del colegio y toda la universidad. Y yo pensé que esto de salir del armario ya se había acabado. PERO NO.
Resulta que cuando eres bollera te pasas la puta vida saliendo del armario.
A mí a veces me gustaría que se me notara más que soy bollera para no tenerlo que aclarar una y otra vez (desde aquí aclarar que SE ME NOTA, pero parece que no lo suficiente). Quizás la solución sea llenar mi armario de camisas de cuadros o raparme el pelo, no lo sé, pero hasta que me vaya de compras o a la peluquería, mi vida es un salir del armario constante.
El caso es que de repente llegó EL MUNDO LABORAL. “El mundo laboral”, desde ahora EML, es el malo de esta película. El que te obliga a dudar en el momento de hablar de tu novia abiertamente porque ¿y si me jode luego un ascenso?, el que te hace sustituir los “mi novia” por “mi pareja” porque resulta que tu jefe es un gilipollas homófobo y te puede putear, EML es el que cuando hablas de los planes de fin de semana a veces hables de “una amiga” porque no te apetece ver las miradas curiosas en tu ambiente de trabajo. EML es Voldemort, así básicamente.
Y claro, tú te dices que Dumbledore no se sacrificó para esto, y que tienes que hablar con libertad (libertad, libertad, sin ira, libertad, estos días la he oído mucho y se engancha que no veas), y te dices que a la mierda lo que piensen y lo que no y que qué le jodan a tu jefe, pero tu salario depende de ello Y ENTONCES NO ES TAN FÁCIL.
Así que empiezas a evitar el tema “relaciones sentimentales” y a referirte a tu novia siempre como “tu pareja”.
Y acabas, cómo no, creyendo que todo el mundo es lesbiano. Si es que la cabra tira al monte.
Y como cree el ladrón que todos son de su condición, cada vez que alguien dice “mi pareja” asumo inmediatamente que son gays, y luego me sorprendo muchísimo cuando resulta QUE NO. No sé, quizás es porque para mí es poco natural la expresión, pero es oír “mi pareja” y mis orejas se ponen de punta y empieza a pitar el gaydar como loco.
Pero resulta que es otra de esas cosas que se están poniendo de moda. (Cosa que a mí me viene estupendamente, por otra parte.)
Me acuerdo de cuando yo era una fan acosadora y obsesionada con Patricia Vico (ojo, que llegué a ver incluso la miniserie esa sobre Carmina Ordoñez) y leí en una entrevista que hablaba de su pareja. Y yo me ilusioné, y empecé a planear mi futuro junto a ella, como siempre nos gusta hacer a las bolleras, y resulta que más adelante hablaba de un “ÉL”, y mis esperanzas se hicieron añicos contra el suelo de la desilusión y me quedé compuesta y sin novia.
En esa entrevista no sólo descubrí que mi historia con Patricia Vico era imposible, sino que descubrí el uso de la expresión “mi pareja” y lo ambiguo que resulta.
(Y aunque en ese momento no me di cuenta de que tendría que acabar usándolo más de lo que quisiera, a día de hoy doy gracias por la expresión.)
Y lo más importante de todo, me di cuenta de que de nada sirve hincharte a usar expresiones como “mi pareja” si luego vas a cagarla usando palabras con género.
Creo que no os podéis hacer una idea de lo complicadísimo que es mantener una conversación intentando usar todo el rato expresiones unisex. Es un ejercicio mental que requiere de un amplio vocabulario, de gran agilidad verbal y, sobre todo, de ibuprofenos a mano.
Mi próximo autoregalo va a ser un diccionario para ampliar repertorio.
*Me doy cuenta de que publico con mucho retraso, le echo la culpa a la vida, mis disculpas.
**También me doy cuenta de que me ha quedado un poco serio, a veces incluso a mí me cuesta encontrar el humor.