Vengo a reconocer algo públicamente muy poco hipstericamente correcto: No tengo ni papa de cine clásico. Soy una analfabeta del cine, literalmente. He visto las cuatro básicas y ya. Intentando enmendar mis faltas fui a ver La ventana indiscreta, en pantalla grande. Pero en algún momento se me escapó el interesantísimo argumento por los ojos más azules del mundo.
Hitchcock era de los míos y adoraba a las rubias. Y se nota que se esforzó en que Grace Kelly apareciera espectacular en esa película. Pero el buen material estaba allí desde el principio. Y eso que las fotos no hacen justicia a esta actriz: Hay que verla moviéndose para comprender por qué es imposible quitarle los ojos de encima cuando está en una pantalla.
Hay quien dice que las actrices de la época siempre se veían guapas porque usaban más efectos en las fotos que el photoshop actual. Pero queridas mías, la cámara de vídeo no engaña. Y si me decís que en este gif no habéis tenido ganas de sustituir el cigarrillo por vuestra boca, no os creeré.
Nunca pensé que debería darle gracias a las matemáticas por haber hecho que esta preciosidad decidiera dedicarse al arte dramático. Si, sus notas de matemáticas fueron tan malas que no la aceptaron en la universidad que quería y decidió cambiar el rumbo de su vida. Di que sí, Kelly, quién necesita esos estúpidos números estando así.
A mi me da un infartito cada vez que veo esos labios fruncirse. O las piernas. ¿Habéis visto las piernas? No, miradlas de nuevo. Luego odiad al señor Rainiero III de Mónaco por haberla retirado de Hollywood y que apenas tengamos un puñadito de películas con las que regalarnos. Aunque viendo semejante mujer creo que puedo entender que decidiera quedársela para él. A mi también me despierta esos instintos tan poco apropiados de encerrarla en una torre para que baile sólo para mí.