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No hay dos sin tres: el cine lésbico inunda nuestras pantallas

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¡Estamos de estreno! Como ya habréis observado las fieles seguidoras de HULEMS, este es mi primer artículo en la web; pero, en realidad, no es este el estreno que debemos celebrar (aunque a mí me haga muchísima ilusión disponer de este espacio para divagar sobre unas cosas y otras), sino el de dos películas que han coincidido en estrenarse en España este final de septiembre: De chica en chica (de Sonia Sebastián), el viernes 25 de septiembre, y Freeheld (de Peter Sollett), que compite en la sección oficial del festival de San Sebastián y que ha podido verse allí del 23 al 25 de este mes.

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Edificio Kursaal, de Donostia, donde se ha estrenado Freeheld

Además, a estas dos películas de temática lésbica hay que añadirle una tercera, que esperemos que llegue a España estas navidades: la de Carol, de Todd Haynes. En conclusión, y si las cuentas no me fallan, esto nos da un total de tres títulos lésbicos en apenas tres meses… No sé qué tendrá que decir la Cábala al respecto con tanto número 3 junto, pero yo estoy esperando a que en algún momento alguien me diga “¡Que era broma…!” o a despertarme por fin del sueño y encontrarme en una celda viendo una reposición de Los Serrano, en una especie de tortura kubrick-calderoniana.

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Las “hordas” se agolpan en espera de Ellen Page

Bromas aparte, creo que estamos ante un hecho histórico. ¿Alguna vez antes habíamos tenido tantas películas juntas con el amor entre mujeres como un elemento protagonista? Parece que la ola de la “moda gay”, que primero pasó por los hombres (como todo, por supuesto —¿os acordáis de Brokeback Mountain?—), alcanza por fin a las lesbianas. Tras el campanazo de La vida de Adèle, el cine estadounidense se sube a la ola con dos títulos cuya trascendencia podemos afirmar, aun sin haberlos visto y sin poder evaluar su calidad narrativa, ya solo por su significación simbólica, por lo que representan.

¡Ellen Page estuvo aquí!
¡Ellen Page estuvo aquí!

La película Carol debería traernos a la memoria a Patricia Highsmith, que hizo famoso su nombre gracias a sus novelas de misterio y policíacas, pero que en 1952 publicó Carol bajo seudónimo porque, claro, no quería arriesgarse a acabar con su imagen pública. Solo más tarde (37 años más tarde) se atrevió a reconocer a su “criatura” y más tarde aún (en 2005) una mujer con una enfermedad terminal (Laurel Hester) llamó la atención de los medios y de la ciudadanía para conseguir que su pareja (Stacie Andrée) cobrara la pensión correspondiente de viudedad. ¿Habrían leído Carol Stacey y Laurel, las protagonistas de Freeheld? ¿Llegaría a imaginar Patricia Highsmith la cantidad de mujeres que iba a leer su libro buscando unos personajes en los que identificarse? ¿Imaginarían Laurel y Stacey el futuro mejor que estaban construyendo para las parejas homosexuales que vendrían después?

Ese futuro, no obstante, no ha llegado. Sería injusto decir que no hemos avanzado. Sí, la construcción está en marcha; gracias a personas como ellas (Stacey y Laurel, también Patricia), hemos dado un paso de gigante hacia un futuro en el que por fin exista igualdad en la diferencia. Pero cuando pienso en las alegaciones de uno de los legisladores del caso de Laurel Hester para no conceder la pensión por viudedad a las parejas homosexuales (según él, eso amenazaba “la santidad del matrimonio”), me parece estar oyendo las palabras que, diez años después, repiten hasta la saciedad todos los que se oponen al matrimonio homosexual, aquellos que luchan para impedirlo y que lo derogarían —si pudieran— en los pocos países (porque son pocos) en los que se ha aprobado. Parece que hay ciertas mentalidades de hoja perenne que se mantienen inmutables en el tiempo.

Mi futuro ideal transcurriría en la casa de De chica en chica. No, no haría falta que casi todo el mundo fuera gay, que para eso dicen que en la variedad está el gusto. Pero sí que hubiera humor, y que no fuera necesario presentarse ante nadie como la “amiga” (o no presentarse), y que no te preguntaran en los hoteles si es correcta la petición de una cama de matrimonio… En fin, si podemos reírnos con De chica en chica es porque hubo novelistas antes que retrataron el dolor de un “amor prohibido” y es porque hubo mujeres que dieron un paso al frente para exigir un poco de dignidad. Por eso me parece una feliz coincidencia que De chica en chica y Freeheld se hayan proyectado por primera vez en España en las mismas fechas, como las dos máscaras del teatro grecolatino. Porque ya hemos sufrido y no sabemos lo que nos quedará por sufrir; así que, por si acaso (mujer prevenida…), más vale que ahora nos riamos un buen rato a pleno pulmón.

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