Un siglo antes de la aprobación del matrimonio igualitario en España, Marcela y Elisa se casaron. Esto las convierte en la primera pareja lésbica que ha contraído matrimonio en nuestro país, y además, en la única en hacerlo por la Iglesia. ¿Cómo lo hicieron? Detrás de este hecho, que podría no pasar de lo anecdótico, se esconde una historia asombrosa y sobrecogedora. Marcela y Elisa fueron perseguidas por la justicia, linchadas por el pueblo y ridiculizadas por la prensa. Cien años después, el Ayuntamiento de A Coruña ha decidido homenajearlas y planea dedicarles una calle.
Marcela y Elisa se conocieron a mediados de la década de 1880, en la Escuela Normal Superior de Maestras, y se enamoraron. Acabados sus estudios, pasaron unos años sin grandes problemas, ya que no resultaba extraño que dos maestras vivieran juntas, dado sus bajos salarios y que era considerada una profesión de solteras.
En 1901, Marcela y Elisa decidieron casarse. Para ello, Elisa se presentó vestida de hombre y bajo el nombre de Mario. En el Rectoral de San Jorge, en A Coruña, explicó que había vivido en Inglaterra desde su infancia, pero deseaba adoptar la fe católica y casarse con Marcela, que en aquel momento estaba embarazada, para así “cubrir su honor”. No encontraron ningún impedimento y el enlace se celebró.
No obstante, la liebre no tardó en saltar. Y las consecuencias fueron desastrosas. Se creó un gran revuelo mediático que traspasó las fronteras de Galicia y de España. La historia se conoció como “el matrimonio sin marido” en la prensa. La Iglesia puso en marcha una auténtica cruzada contra ellas, que provocó que una horda de gente rodeara la casa de Elisa con intención de lincharla a gritos de “qué salga el marimacho”. Según la prensa de la época, este fue el insulto más suave, pero decidieron no transcribir el resto.
Marcela, sin embargo, no recibió este tipo de ataques, ya que la furia de la sociedad de cernió sobre la que transgredió los roles de género. De hecho, más que la relación homosexual, lo que más condenaron la prensa y la iglesia fue la falta de marido y que este rol fuera asumido por otra mujer. Elisa declaró que siempre se había sentido más hombre que mujer, por lo que es posible que en realidad fuera transgénero. Sin embargo, no tenemos manera de saberlo del cierto.
Tras la boda y el descubrimiento del engaño, Marcela y Elisa fueron procesadas por falsificación de documentos públicos. Se trasladaron a Oporto, donde vivieron como marido y mujer durante unos meses, hasta que fueron detenidas. 13 días después, fueron puestas en libertad gracias a la presión de un grupo de activistas portuguesas.
Poco después se fueron a vivir a Buenos Aires con la hija de Marcela, donde cambiaron sus nombres y trabajaron de criadas durante un año. Su situación económica era muy dura y Elisa decidió casarse con un adinerado sexagenario danés, con la esperanza de que muriera al cabo de poco y poder heredar. Sin embargo, su negativa a consumar el matrimonio hizo que su marido sospechara, acabara descubriendo que no era quien decía ser y solicitara la nulidad. A partir de aquí, ya no se sabe nada más de la historia de Marcela y Elisa.
Marcela y Elisa fueron dos víctimas de su época, dos víctimas de una sociedad encorsetada por los roles tradicionales. Ahora, cien años después, nuestra labor es la de hacer que esta historia y muchas otras no se olviden y sirvan para reflexionar y seguir adelante, para la creación de una sociedad más justa y diversa.
Vía: Público