Hace justo diez años, el doce de marzo de 2006, perdíamos a Dana Fairbanks. Hace diez años de la muerte de uno de los personajes más queridos de una de las series capitales de la historia de la televisión LGBT, uno de los episodios que más indignó, y con razón, a las fans. El preciso momento en que nos dimos cuenta de que The L word, a lo mejor, no iba sólo de lesbianas sino que contaba historias universales, historias de pérdidas y desolación.
Dana murió de manera injusta, lacrimógena, y no por menos esperada se nos hizo menos intensa la pérdida. Dana murió sola. Y a Alice, su amor, la que estuvo con ella en sus últimos momentos, no se le dio ni siquiera la oportunidad de despedirse de ella.
Dana era, de todo el grupo de mujeres que centraban la historia de The L word, la que contaba una historia que nos es muy familiar, la de todas las mujeres que permanecen, por una razón u otra, en el armario, pero que finalmente se arman de valentía y dan ese paso adelante. Por eso, por esa cercanía, su desaparición se hizo más dolorosa quizá que si hubiese sido la de otra.
Como lesbianas y bisexuales, estamos más que acostumbradas que nuestro personaje favorito de las series termine muerto. Es una pena, pero es así. Por más que nos enfade o indigne, es algo que nunca deja de suceder. El último caso ha sucedido esta precisa semana. Y aunque la creadora de The L word haya declarado que se arrepiente profundamente de haber escrito esta línea argumental, quizá la muerte de Dana sea la más real de todas ellas, y la que más nos conmovió precisamente por ese recordatorio de que el cáncer está ahí, y que es algo que a todas nos es más o menos familiar.
Sea como fuere, nos quedamos con los grandes momentos que nos dio, que fueron muchísimos. Te tenemos en nuestros corazones.