Hace un rato, dando una vuelta por twitter, me he encontrado con esto en el TL de la escritora Eva Cid.
Yo no odio a Pérez Reverte. A mi ese señor me da igual, y aunque he visto que estos últimos días está por todas partes, he sido bastante hábil intentando esquivar cualquier información sobre él, me ha salido bien la jugada. Pero sí me gustaría pararme un momentito a hablar sobre los comentarios
A partir de ahí, lo que cada cual quiera hacer con su pelo, que para algo le nace a una misma en sus propios folículos, es potestad exclusiva de ella. Para gustos los colores, y para preferencias, las tijeras. Cada cual que se depile hasta que se encuentre cómoda ella misma, y no cualquier que vaya a ser el espectador.
Por eso, cuando leo estos comentarios, no deja de asombrarme la capacidad del ser humano para establecer diferencias sociales y culturales donde en un principio no las hay. Jamás se hablará del pelo de los hombres, sino solamente si no lo hay en la cabeza. El hombre, cuanto más vello más hermoso, ya sabéis. Pero tú eres una guarra por no depilarte. Pues ok.
El pelo es uno de los rasgos que diferencian a las mujeres de las niñas. Por eso, en esta sociedad machista que tiende a infantilizarnos y a decirnos todo el rato lo que tenemos que hacer, parece que se ha extendido que el único coño válido es el coño depilado. Pues sí, ese también vale, el gusto estético de cada cual es personal, pero no es el único modelo. Y, desde luego, cada cual que decida sobre su propio coño y deje a los de las demás en paz. Especialmente si es usted un varón: entonces no tiene ni voz ni voto en este asunto.
Dice Caitlin Moran en Cómo ser mujer, un libro que recomiendo fervientemente, ” ahora creo que sólo hay cuatro cosas que una mujer adulta, moderna, deba tener: un par de zapatos amarillos, un amigo que aparezca y pague una fianza a las cuatro de la mañana, una receta infalible de pastel y un buen felpudo. Un gran sexo peludo. Un estupendo pubis velludo que, cuando esté sentada, desnuda, parezca un pequeño titi en su regazo”. Reinvindiquemoslo, pues, para todas a las que les apetezca. Y que nos de igual lo que opinen los demás.