“Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita”. Este refrán no tiene nada que ver con lo que me planteo expresar a continuación; o sí, porque mal de muchos consuelo de tontos y más vale pájaro en mano que ciento volando.
Pero, en fin, antes de que llaméis a las Cazafantasmas para que me libren del espíritu de Sancho Panza —maestro en hilvanar refranes—que parece haberme poseído, iré al grano. De un tiempo a esta parte, tengo la sensación de que a veces a las mujeres se nos trata como máquinas de parir, como fábricas de niños o como “mujeres Kinder”, incluso. Y es mi sensación la que ha aparecido de un tiempo a esta parte, no el hecho en sí; sensación que se une a la duda de no ser una verdadera mujer por no ser madre.
Con este marco emocional previo, después de un período de descanso vacacional y de ausencia mental, he regresado al mundo. De nuevo he puesto la tele y he vuelto a leer esas informaciones deslavazadas y sorprendentes que suelen traer consigo Facebook y Twitter. Y por alguna razón extraña, o quizá simplemente por la inminencia de elecciones autonómicas y tal vez de elecciones generales (como diría Sancho, no hay dos sin tres), he leído de soslayo un titular de hace ya más de un año (del 15 de mayo de 2015). En el titular, protagonizado por Mariano Rajoy, este afirma que la diferencia entre la pensión media que cobra un hombre (1500€) y la que cobra una mujer (1100€) se debe —¡ojito!— a que “muchas mujeres deciden cuidar hijos porque quieren y no trabajan tanto como un hombre”. Es decir, según él, las mujeres jubiladas cobran menos porque han cotizado menos, ya que han decidido trabajar menos para cuidar a los hijos. (Si digo “menos” una cuarta vez, ¿se me aparecerá el espíritu de Rajoy? Y, en tal caso, who i gonna call?).
Dicho de otra manera, para que todas y todos lo entendamos: en opinión del PP, la brecha en las pensiones femeninas y masculinas no deriva directamente de la brecha salarial (la pensión es menor porque el sueldo ha sido menor). Tampoco se ve afectada por los obstáculos que ponen algunas empresas para contratar a posibles futuras madres ni por el reducido periodo de baja maternal que dificulta compatibilizar el cuidado de los hijos con el trabajo. Ni influye tampoco en la vida laboral de la mujer cierta presión social que conmina a dar el pecho cuanto más mejor y que impide, en consecuencia, que el hombre se ocupe de la crianza del hijo en los primeros meses (o años) de vida. Nada de eso afecta, puesto que la explicación de nuestro presidente en funciones es que las pensiones de las mujeres son inferiores a las de los hombres porque ellas, nosotras, seres altruistas por naturaleza, decidimos dejar de trabajar para dedicarnos exclusivamente a la maternidad. Y no digo yo que esto sea siempre falso: en efecto, hay mujeres que toman esa decisión. Pero resulta una interpretación muy sesgada porque ni parte de la diferencia social de base entre hombres y mujeres ni tiene en cuenta al conjunto de mujeres que no han sido madres.
Además, para más inri, la solución al problema aportada por el gobierno en plena campaña electoral ha sido una subida de entre el 5% y el 15% en las pensiones de las mujeres que tengan de dos a cuatro hijos o más. Vaya, que nos sale a 5% por hijo y a partir del cuarto ya nada y, oye, el primero no cuenta porque parir uno solo no supone tanto esfuerzo ni nos convierte en esas fábricas de niños que este país envejecido necesita. Y la medida no es que me parezca mal, pero es insuficiente y —repito— no ataca directamente a la desigualdad que subyace en el fondo.
El anuncio de esta medida, además, se produjo en el transcurso de un acto durante el Día Internacional de la Familia en el que se reunían asociaciones de familias y empresarios. Y me pregunto si a ese acto, o a cualquiera de los otros conmemorativos de ese día internacional, acudieron familias LGTBI o familias monoparentales. Lo dudo mucho…, igual que dudo que el PP tenga previsto incluir en su plan de apoyo a la familia, entendida por Rajoy como un “núcleo de afectos”, ayudas a las parejas de lesbianas que quieran tener hijos. Será que las lesbianas somos fábricas de hijos poco rentables o será que en nuestras familias no se aúnan los suficientes afectos.
En cualquier caso, para mí, este presidente en funciones no funciona, y aunque después de tantos años la garantía no esté en vigor, me da a mí que es un defecto de fábrica. Que me devuelvan el dinero, así pues, o que él devuelva su escaño. Y santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.