Todo parece ir viento en popa en el ship Sanvers. Alex y Maggie van a clases de yoga juntas, se ríen un montón, son muy adorables, y se las ve tan felices y contentas que mira, yo también. Hasta el momento han conseguido capear todos los temporales que se les echaron encima y su relación ha salido reforzada y avanzar con paso firme. Con lo que nunca se han topado hasta el momento es con una ex-novia vestida con una gabardina negra y paraguas rojo que atiende al nombre de Emily y puede crear serios problemas en el paraíso.
Saliendo de clase de yoga, Alex y Maggie se cruzan con ella en un encuentro que comienza con Emily informando a Maggie de donde se queda a dormir y que se termina con un típico “Tenemos que ponernos al día en algún momento” que más que de cortesía para salir del apuro no es descartable que vaya con segundas. Pero Alex, ay, Alex, la pobre e inocente Alex la invita a cenar con ella y Maggie, porque ¿por qué no?. Brillante idea (#no). Emily tenía la misma cara de emoción ante la invitación que yo cada vez que tengo que ir al dentista, y de ahí el plantón en el restaurante. Como Alex no puede estarse quieta y dejar ahí las cosas, hasta que consigue que su novia arregle las cosas con su ex, no para.
Por otro lado, en este último capítulo hemos conseguido conocer un poco más a Maggie, siempre tan reservada y misteriosa, Alex ha conseguido adentrarse un poco más en los secretos del corazón de la detective de National City, pero no sabemos a qué precio, porque esto no va a traer nada bueno, que lo huelo yo. IMDB dice que Emily volverá para la tercera temporada, y es que ¿en qué fregado te has metido Alex?