Hay veces que la realidad super con creces la ficción, y aunque esta frase suene manida, la verdad es que la historia de Elena es digna de cualquier película. Porque su historia conjuga los ingredientes principales de cualquier drama romántico, y lo más importante, tiene final feliz. Su relato empieza en Ivanovo, una ciudad media rusa, a 250 kilómetros de Moscú, en la que las chicas tienen un plan: casarse con un hombre.
Era 2006, y aunque las leyes rusas anti propaganda LGBT no habían empezado todavía, ser lesbiana en Rusia era, cuanto menos, arriesgarse a una vida de exclusión y desprecio. Por eso, Elena iba a citas que le concertaba su madre.
Nunca quise estar con un hombre. Lo sabía desde el principio. Y, por supuesto, no me quería casar, pero el problema era que mi familia, y casi todo el mundo, me forzaba a tener citas con hombres y de vez en cuando arreglarme alguna
Finalmente, accedió a salir con un hombre llamado Dima. Pero, a la vez, conoció por internet a Meg, una canadiense que le demostró que podía haber otro mundo ahí fuera.
Meg puede hacerlo todo, ella es música, toca el piano, pilota aviones, conduce barcos… Para mi, era una mujer increíble, ella simplemente me impactó con lo que podía hacer y, por supuesto, casi instantáneamente me enamoré de ella
Tras seis meses hablando con Meg, Elena decidió que lo iba a dejar todo para irse con ella… aunque sin decírselo a nadie, ni siquiera a la canadiense. Quedaron en Kiev, y la primera vez que se vieron, fue todo muy emocionante para Elena, que se deshizo en lágrimas: su nueva vida estaba a sólo unos metros.
En las películas siempre hay un punto de tensión, y en la historia de Elena comienza ahora, justo después de conocer a la mujer de quien estaba enamorada. Estando todavía en Kiev, comenzó a recibir llamadas de su familia, pidiéndole que regresara, que qué hacía feura de su casa. Es entonces cuando le contó la verdad a su madre, y esta accedió a que Elena hiciera lo que quisiera, pero le pidió verla una vez más.
Ese encuentro no era sino una encerrona para intentar secuestrarla y llevarla a casa, algo que terminó con una pelea campal y todos en el calabozo, aunque afortunadamente la policía se puso del lado de Elena y Meg. Cuando su familia su fue, Elena se dio cuenta de que llevaban su pasaporte, algo que necesitaba para salir del país, pero afortunadamente uno de los pocos amigos que le quedaban en Ivanovo se las arregló para conseguirselo y hacérselo llegar.
Las dos mujeres llegaron a Turquía, que si andas justa de geografía te diré que está MUY lejos de Canadá, pero entonces Meg tuvo una idea que les cambiaría la vida: comprar un barco. Estuvieron practicando durante dos meses, y entonces se lanzaron al mar. “Como los rusos no podemos entrar en algunos países sin un permiso, planeamos un viaje sin escalas”. Cruzaron el Mediterráneo, sobrevivieron a un huracán en el Atlántico, pasaron por el Mar Caribe, y a través del canal de Panamá llegaron al Océano Pacífico.
Después de dos meses, Meg y Elena llegaron a Canadá en abril de 2007. Las dos mujeres todavía siguen juntas, y viviendo en el mismo barco que les salvó la vida. Ahora, Elena ha descrito su experiencia en un libro.
Ella navega conmigo, estamos viajando por el mundo, después de lo que ha pasado, ¿cómo explica una su vida en pocas palabras?. Mírala, no sé, es una persona increíble. Mientras esté con ella, seré feliz
Vía: Prospektmag
¡Gracias Alba por el soplo!