Hoy, 16 de octubre, se celebra el segundo día de las escritoras, coincidente el primer lunes de octubre del año posterior al día 15. Hoy es un día dónde visibilizar la literatura escrita por ellas celebrarla y celebrarlas.
El año pasado escribí sobre la necesidad de reivindicar a las autoras, de hacer el esfuerzo de buscarlas y leerlas, porque no siempre están a primera vista, y de señalar su trabajo, porque también existe y es igualmente válido y valioso que el de los hombres. Que parece esto una cosa de Perogrullo, pero es necesario repetirlo. Hay escritoras de mayor y menor calidad, como también hay escritores, obviamente, pero el de ellas, da igual su calidad, que sigue siendo relegado a un segundo plano por el mero hecho de que estamos ante textos que salen de una pluma sostenida por una mano de mujer. No hay más razón que esta.
Lo que dije en su momento, por desgracia, sigue estando vigente a día de hoy. Ellos siguen siendo los más galardonados, los más reseñados en los periódicos y revistas, y los que ocupan más espacio en las librerías y en nuestras estanterías. Pero no es en esto en lo que quiero centrarme esta vez, porque sí, estamos igual que el año pasado, pero a la vez no lo estamos. Este año han cogido más fuerza que nunca iniciativas para darles a las autoras el lugar que siempre han merecido, como Las Sin Sombrero o Gloria Fuertes. Otras, como el #LeoAutorasOct, consistente en proponerse leer únicamente a escritoras durante este mes, se han consolidado y aumentan su participación año tras año, sirviendo, en muchas ocasiones, como punto de partida para que los lectores pasen de querer leerlas sólo 30 días, para que lo hagan durante los 365 siguientes. El nacimiento de proyectos como La nave invisible, que hace un trabajo importantísimo y que sirve de altavoz para las voces femeninas, tan ignoradas, en la literatura fantástica, de terror y de ciencia-ficción, o que editoriales, como la Editorial Cerbero, se hayan comprometidos a aportar su granito de arena y a publicar más autoras para tratar de paliar la desigualdad de género en el mercado editorial, nos coloca en una mejor posición que la que teníamos el año pasado.
El boca a boca, las redes sociales e internet se han esgrimido como la mejor arma de las escritoras para sortear, en la medida de lo posible, los cánones patriarcales. Todavía no han ocupado los grande espacios ni los más populares, sometidos aún a una fuerte y resistente dominación masculina, pero estoy convencida de que llegará. Mientras tanto, sigamos leyéndolas, recomendándolas, reivindicándolas.