¡Extra! ¡Extra! ¡España está de enhorabuena! (gritos del público, emoción, aplausos incansables) ¿Puigdemont ha cambiado de peluquero? ¿Las Spice Girls se reúnen de nuevo? ¿El final de Los Serrano era una broma? ¡No! ¡Nada de eso! Por primera vez, una mujer española será magistrada en Estrasburgo, nada más y nada menos que en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, un puesto que ha obtenido tras la votación de sus ahora compañeros y ha ganado por 114 votos (frente a los 76 y 37 votos de sus dos rivales).

Qué alegría y qué alboroto. Qué puesto tan merecido e impor… Un momento. Si mis gafas no me engañan (nota mental: limpiarlas más a menudo) y estoy leyendo con claridad, la catedrática María Elósegui Ichaso (ojo al nombre entre conseda y directora de cine) no es solo miembro del TDEH, sino que también ha publicado varios artículos y libros de diversa índole. Muchísimos medios han dado cuenta de varias de sus afirmaciones, muchas de ellas algo curiosidas. Para sorpresa de todos, la magistrada, erudita, cosmopolita y oseasoyjueza, tiene sus propias opiniones acerca de la homosexualidad y la transexualidad.

La Cadena Ser recoge en su página web una serie de afirmaciones de sus publicaciones, tales como «quienes construyan y realicen su comportamiento sexual de acuerdo a su sexo biológico desarrollarán una conducta equilibrada y sana, y quienes se empeñen en ir contra su biología desarrollarán distintas patologías. Eso está claro». Para que lo entendamos: si eres croqueta y no quieres estar acompañada por pepinillos, te aguantas, porque, amiga, de toda la vida se han visto en el mismo plato. En resumen, y citando a la maravillosa Ana Botella, «una manzana y una pera no pueden dar dos manzanas». Aquí tenemos que parar los vítores de alegría que iniciábamos por tener a una mujer en el Tribunal Superior de los Derechos Humanos. Se me han quitado las ganas y el nivel de Defensa Croqueta se ha disparado, porque la opinión de una respetable magistrada alcanza a todos más allá de Estrasburgo y esos señoros que hablan con boquita de piñón.

Derecho, pero no mucho. 

La Vanguardia también se ha hecho eco de esta, nuestra jueza, y nos regala un maravilloso párrafo, firmado por la señora de mazo en pecho: «Para muchos, el sexo biológico y el género, es decir los roles sociales, no están relacionados, de manera que podríamos construir nuestra identidad sexual al margen o de espaldas a nuestro sexo biológico. […] Pero el que lo podamos hacer (siempre dentro de unos márgenes, ya que no podemos cambiar nuestro ADN masculino o femenino), no quiere decir que el saldo sea positivo, sino que afectará a la construcción de la personalidad.»

En otras palabras más llanas: que las niñas tienen vuelva y los niños tienen pene. Que no te engañen (¡cuánta frase célebre!). ¡Que estáis locos! Que eso de que sientas que tu cuerpo no te corresponde, que te mires al espejo y no te reconozcas, que te atraiga alguien por su personalidad y no por lo que esconda detrás de la bragueta, ¡son chuminadas, patochadas, meloneces, mimimimi!

El País ha hablado con Elósegui, que también se luce. Respondiendo a María Fabra, nos regala esta frase: «No, no creo que la homosexualidad produzca patologías. Creo que está en investigación los orígenes de la homosexualidad y hay distintas teorías. […] Las personas pueden hacer elecciones en su vida y esta es una elección más.» Espera, que me desorino. Ser homosexual es lo mismo que decidir qué zapatos te vas a poner hoy: si llevo una camisa roja, zapatos rojos y uñas color vino; si hoy he dormido menos, croqueta 24 horas.

Tal vez esto sea una broma y despertemos del sueño como Antonio Resines, pero, mientras tanto, toca defender el amor en todas sus formas, porque, como dijo el uruguayo Mario Benedetti, «el amor es una bahía linda y generosa/ que se ilumina y se oscurece/ según venga la vida».