Por razones que no vienen al caso, llevo una temporada bastante apartada de todo cuanto tiene que ver con las ficciones LGBT y, claro, de las series croquetas que nos va ofreciendo la vida. Ayer, por casualidad, vi en mi TL de Twitter una recomendación de una serie nueva, Feel good, y como ahora, CLARO, tengo bastante tiempo, me lancé a ella como quien se lanza a la piscina después de estar sudando a 40º un buen rato. Pero, amigas, la serie no era lo que yo pensaba
En un primer momento, digamos… los primeros quince minutos, Feel good es una sitcom bastante de manual: chica (Mae) conoce chica (Charlotte), se enrollan, se van a vivir juntas, surgen los primeros roces. No ofrecía nada nuevo, y esto no es un impedimento para seguir viéndola, pero parecía más de lo mismo.
*A partir de aquí, espoilers flojitos*
Pero, poco a poco, la serie empieza a tratar temas más profundos, y no siempre desde la óptica que se podría esperar. George no quiere contarle a su entorno que está saliendo con una chica, y eso empieza a hacer mella en Mae, que es una ex adicta a las drogas. Las mentiras, los remiendos, las omisiones, y, sobre todo, la falta de comunicación se empiezan a apoderar de las dos, y todo salta por los aires con una actuación de Mae en la que, de una manera muy cruel, relata los problemas de pareja que sufre, achacándoselos casi en exclusiva a su novia.
Me vi los seis episodios del tirón, son cortitos, y aún hoy tengo un poso amargo que sé que, en parte, es por Feel Good. Mae Martin, la protagonista, es también la guionista, y parte de la historia está basada en su propia vida. ¿Habrá segunda temporada? Los datos han sido razonablemente buenos, así que seguramente veamos más de Mae y George. Y, espero, de Lava, que creo que ha sido el personaje que más me ha gustado.