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Margaret Qualley, Aubrey Plaza y una detective lesbiana en’Honey Don’t!’, nuestro nuevo plan de vida

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A ver, croquetillas del universo, agarraos fuerte a lo que tengáis más cerca (la taza de café, el cojín, la esperanza en la humanidad), porque lo que se viene, como ya te contamos hace meses aunque NADIE nos hizo caso, es jugoso, divertido y, lo más importante, CROQUETA. Y no croqueta de sutil, de “ay, hay química”, no. Croqueta de lesbiana detective en el papel protagonista, croqueta de Margaret Qualley y Aubrey Plaza compartiendo pantalla, croqueta de “esto lo han escrito sabiendo que nos íbamos a volver locas”.

Sí, hablamos de Honey Don’t!, la nueva comedia negra de Ethan Coen y Tricia Cooke, ese dúo dinámico que ya nos regaló Drive-Away Dolls (aún nos estamos reponiendo). Esta es la segunda parte de lo que han descrito como una trilogía de B-movies lésbicas, así que como ya es tradición aún no se ha estrenado la segunda parte y ya estamos esperando la tercera.

La protagonista de esta fantasía se llama Honey O’Donahue y será interpretada por Margaret Qualley, quien lleva unos años demostrándonos que no sólo es un torbellino de talento, sino que además tiene ese magnetismo rarísimo que hace que no puedas dejar de mirarla. Honey es una detective privada que se ve envuelta en una investigación de lo más turbia: una iglesia sospechosa, un líder carismático (interpretado por Chris Evans, sí, el Capitán América metido a gurú sospechoso) y, cómo no, una “mujer misteriosa” encarnada por Aubrey Plaza.

Que a ver, vamos a hablar de Aubrey Plaza. No hay nadie en este planeta Tierra que interprete mejor a una mujer inquietante, elegante, con una sexualidad ambigua y un pasado lleno de secretos. Que nos pongan a Qualley y a Plaza cara a cara en una película con tensión croqueta… francamente, deberíamos estar pagando una cuota mensual más alta que la de Atres Jugador solo por ese privilegio.

Y no nos olvidemos del resto del reparto, que incluye a Charlie Day, Billy Eichner y Gabby Beans. Dirige Ethan Coen, monta Tricia Cooke, y en la música está Carter Burwell, que ha puesto banda sonora a algunas de las pelis más icónicas de los Coen. Vamos, que el combo está servido y huele a clásico instantáneo.

La película se describe como una mezcla sensual y descarada de The Long Goodbye con Fat City, ambientada en la Bakersfield contemporánea, y ya se ha ganado su hueco en la sección Midnight Screenings del Festival de Cannes, donde se estrenará este mayo. El estreno en cines en EE. UU. será el 22 de agosto, así que ya podéis ir avisando a las amigas porque todo pinta a que el VOD caerá pronto

El título, por cierto, viene de la canción Honey Don’t, en la versión de Wanda Jackson, que ya nos mete en el mood de rockabilly subversivo que parece que va a tener toda la peli.

En resumen: detective croqueta, sectas, Aubrey Plaza seduciendo con la mirada y Margaret Qualley repartiendo carisma. ¿Nosotras? Ya estamos en la cola del cine con una birra en la mano y el corazón listo para romperse (o derretirse, ya veremos).

‘Más que amigas’, el libro que nos tendió una mano cuando más lo necesitábamos

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En un mundo perfecto, todas creceríamos viendo pelis donde la chica se enamora de otra chica, las madres te preguntan si tu crush del instituto ya te ha escrito, y los libros de texto hablan de la historia LGTB+ como algo que existe (¡sorpresa!). Pero como el mundo no es perfecto, hubo una época —no tan lejana, de verdad— en la que ser lesbiana o bisexual en España era como jugar una partida sin mapa, sin brújula y con el GPS gritando “recalculando ruta” cada dos minutos.

Y en esa oscuridad, apareció Más que amigas de Jennifer Quiles. Publicado en 2002, cuando internet iba a pedales y todavía nos bajábamos los discos del emule y el kazaa, este libro fue una absoluta revolución. Imagínate esto: una mujer bisexual, visible, sin miedo, escribiendo un manual de autoayuda para mujeres que aman a otras mujeres. ¡En pleno principio de siglo! Eso es heroísmo sáfico del bueno, querida.

Jennifer Quiles no solo escribió un libro. Escribió el libro. El que muchas habríamos querido encontrar a los 15, el que nos habría ahorrado muchas lágrimas, armarios y líos innecesarios. Más que amigas fue el primero en poner negro sobre blanco todas esas preguntas que te carcomen cuando descubres que tu brújula amorosa no apunta hacia el mismo norte que el de tus amigas hetero. Y lo hizo sin dramas, sin juzgar, sin cargar con culpa. Lo hizo con amor. Con humor. Y con una claridad que ya querrían otros manuales especializados.

La portada de la primera edición, la que tenía yo

¿De qué va? Pues de lo que necesitábamos oír entonces y seguimos necesitando ahora: cómo aceptar tu identidad, cómo salir del armario (y no perder la cabeza en el proceso), cómo sobrevivir a tus primeras relaciones sin lanzarte a los brazos de la ex de tu ex, cómo lidiar con el “pero si nunca has estado con un hombre, ¿cómo lo sabes?” y otras frases para imprimir y quemar. Habla de cómo encontrar referentes, cómo crear tu comunidad, cómo enfrentarte al rechazo (que a veces viene desde muy cerca) y cómo quererte un poquito más cada día.

Y lo mejor es que no ha envejecido mal, pero nada mal. A pesar de que algunas cosas han cambiado, gracias al activismo, al feminismo, a las redes y a las lesbianas que nunca se callaron, Más que amigas sigue siendo súper necesario. Porque la lesbofobia sigue ahí, en forma de comentario disfrazado de broma. Porque aún hay adolescentes encerradas en su cuarto llorando sin saber qué les pasa. Porque aún hay mujeres adultas que descubren que, sí, están enamoradas de su mejor amiga y no saben qué hacer con eso.

Jennifer Quiles, con su pluma afilada pero amorosa, nos tendió una mano y nos dijo: “tranquila, no estás sola”. Y ese gesto, ese libro, vale oro. Porque lo que no se nombra, no existe. Y Más que amigas nos nombró a todas. Nos dio espacio. Nos dio voz. Nos abrazó cuando más lo necesitábamos.

Así que si estás leyendo esto y aún no te has lanzado a por él, hazte un favor: búscalo. Léelo. Regálaselo a tu yo del pasado. A tu amiga que no se atreve a decirlo en voz alta. A tu madre que quiere entenderte. A ti misma, si aún hay rincones por explorar. Porque hay libros que son como una linterna en mitad de la noche. Y Más que amigas sigue brillando.

Los 10 libros lésbicos más vendidos de la historia (y por qué deberías leerlos otra vez)

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Si algo nos ha enseñado la literatura es que el amor entre mujeres no es una moda ni una tendencia: es una constante. Desde las cartas de Safo hasta las novelas que devoramos en Kindle bajo la manta, el universo literario lésbico ha estado ahí, abriéndose paso a codazos en estanterías donde antes solo había sitio para los mismos dramas heterosexuales de siempre. Y contra todo pronóstico (o quizás precisamente por eso), estos libros no solo han sobrevivido: han arrasado en ventas.

Aquí tienes una lista con los 10 libros lésbicos más vendidos de la historia. Puede que los conozcas. Puede que los tengas. Puede incluso que te los hayas leído tres veces. Pero seguro que al verlos juntos en esta lista, vas a querer volver a empezar desde el principio.

1. Carol, de Patricia Highsmith (publicado originalmente como The Price of Salt)
La historia que hizo que miles de mujeres se dieran cuenta de que el amor entre mujeres también podía acabar bien. Therese, Carol, un guante olvidado y un viaje en coche que es básicamente la hoja de ruta de muchas relaciones lésbicas: fascinación, drama, motel y final incierto. Íntimo, elegante y peligrosamente adictivo.

2. Oranges Are Not the Only Fruit, de Jeanette Winterson
Cuando la religión y la homosexualidad chocan, el resultado puede ser devastador. O brillante. Winterson escribió esta semiautobiografía ácida y tierna a la vez, con una protagonista que va descubriendo su lesbianismo entre sermones y represión. Un clásico que se ha leído en secreto y en alto desde los años 80.

3. Fingersmith, de Sarah Waters
Sexo victoriano, crimen, traición y deseo. Sarah Waters dijo “¿qué pasaría si Dickens fuera lesbiana?” y el resultado fue esta joya. Si no lo has leído, deja lo que estés haciendo. Si ya lo leíste, sabes que merece una segunda vuelta. Y una tercera.

4. Stone Butch Blues, de Leslie Feinberg
Más que una novela: un testimonio, una cicatriz compartida. Jess Goldberg navega el género, la clase y el rechazo con una honestidad que no pide permiso. Fue el libro de cabecera de muchas activistas queer de los 90 y sigue siendo una lectura imprescindible para entender de dónde venimos.

5. The Miseducation of Cameron Post, de Emily M. Danforth
Sí, hubo película. Pero el libro tiene todo lo que el film se dejó por el camino: matices, profundidad y un coming-of-age que no necesita artificios. La adolescencia queer contada sin filtros, con el tono agrio-dulce que solo quienes han estado ahí saben reconocer.

6. Tipping the Velvet, de Sarah Waters
Sí, otra vez Sarah Waters, pero es que esta mujer entendió el assignment como nadie. Travestismo, deseo, teatro de variedades y relaciones tóxicas que se parecen sospechosamente a la que tú también tuviste con esa actriz amateur. Es un festín.

7. Rubyfruit Jungle, de Rita Mae Brown
Antes de que existieran las etiquetas, Rita Mae Brown ya estaba escribiendo sobre mujeres que no pedían disculpas por desear a otras mujeres. Molly Bolt es una protagonista con más agallas que muchas heroínas del siglo XXI. Pionero, irreverente y todavía vigente.

8. Annie on My Mind, de Nancy Garden
Este libro fue prohibido en bibliotecas. También fue el primero que muchas adolescentes leyeron a escondidas bajo la sábana. Annie y Liza viven un amor adolescente que, para variar, no termina en tragedia. A veces, eso es todo lo que se necesita para cambiar vidas.

9. The Color Purple, de Alice Walker
Puede que no lo cataloguen como “literatura lésbica” en todos los lados, pero la historia de Celie y Shug es, sin duda, una historia de amor entre mujeres. Una historia que nace en el dolor y florece en la ternura. Leerlo es como abrir una herida para que finalmente cicatrice.

10. Juliet Takes a Breath, de Gabby Rivera
Moderna, racializada, queer y con una protagonista que busca respuestas fuera del feminismo blanco cis. Gabby Rivera escribió el libro que muchas habríamos necesitado leer a los diecisiete. Juliet no tiene miedo de cuestionar todo, empezando por sí misma.

La mayoría de estos libros no solo han vendido miles (o millones) de copias: han cambiado vidas. No siempre por lo que dicen, sino por lo que hacen sentir. Porque verte reflejada, aunque sea en un personaje de ficción, a veces es la única forma de entender que no estás sola. ¿Has leído todos? ¿Te falta alguno? Ya tienes excusa para ir a la librería. O al menos para volver a caer en tu saga favorita. Por cuarta vez.

Kristen Stewart y Dylan Meyer: una boda íntima y con sabor a margarita

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El pasado domingo 20 de abril de 2025, Kristen Stewart y Dylan Meyer se dieron el “sí, quiero” en una ceremonia que fue todo lo que esperábamos de ellas: íntima, sin pretensiones y absolutamente encantadora. Lejos de los fastos hollywoodienses, la pareja eligió Casita Del Campo, su restaurante mexicano favorito en Los Ángeles, como escenario para su boda. Este lugar, conocido por su ambiente acogedor y margaritas legendarias, cerró sus puertas al público para acoger a unas 170 personas entre familiares y amistades cercanas.

La elección del lugar no fue casualidad. Stewart y Meyer, quienes comenzaron su relación en 2019 y se comprometieron en 2021, siempre han apostado por la autenticidad y la sencillez. Ambas lucieron atuendos que reflejaban su estilo relajado: Kristen optó por una minifalda gris con un cárdigan a juego y camiseta blanca, mientras que Dylan eligió un vestido corto de seda color crema con detalles negros.

La ceremonia estuvo llena de detalles personales y toques únicos. El oficiante sorprendió a los presentes con objetos simbólicos como tiritas, un reloj y una taza, añadiendo un aire lúdico y significativo al evento. La fiesta continuó hasta pasada la medianoche, con música de dos DJs y una selección de sushi, reflejando el ambiente distendido y festivo que la pareja buscaba para este momento. Entre los asistentes destacados se encontraban la actriz Ashley Benson y su esposo Brandon Davis, quienes compartieron la alegría del momento con las recién casadas.

Esta boda no solo celebra la unión de dos personas, sino que también representa un acto de visibilidad y reivindicación en una industria que aún lucha con la representación plena de la diversidad. Kristen Stewart, quien ha hablado abiertamente sobre su bisexualidad y las presiones de ocultar su identidad en Hollywood, continúa siendo una figura a seguir para la comunidad LGBTQ+.

En un mundo donde las bodas suelen estar cargadas de expectativas y convencionalismos, Kristen y Dylan nos recuerdan que lo más importante es celebrar el amor de la manera que más auténticamente nos represente. Y si eso incluye margaritas, sushi y una pista de baile improvisada, mejor aún.

¡Vivan las novias!

Vía: Divinity

Zoa, la magic wand 2 en 1 de Shunga

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Cuenta la leyenda que, en la dinastía Edo, existía una geisha llamada Zoa que se saltó a la fama por un ritual íntimo llamado Mimikaki. Con la cabeza del cliente descansando en su regazo, Zoa tomaba un kanzashi (los adornos que llevaban en el pelo las geishas) y empezaba a acariciarle alrededor de la oreja. Se dice que esta técnica estimulaba la imaginación de los clientes hasta tal punto que se rendían por completo a las fantasías de su imaginación. Este ritual se extendió por todo el imperio y, todavía hoy, se sigue practicando.

Desde luego, Zoa diseñó un ritual muy efectivo, porque las orejas tienen muchas terminaciones nerviosas, por eso son tan sensibles al tacto, a los susurros o a los besos suaves. La destreza de esta geisha inspiró el juguete del que quiero hablarte hoy, con el mismo nombre que nuestra protagonista.

Zoa forma parte de la colección de masajeadores íntimos de Shunga, una marca canadiense que se caracteriza por utilizar una estética inspirada en el arte shunga, es decir, pinturas eróticas japonesas. Inicialmente, Shunga fabricaba y comercializaba productos de cosmética erótica, pero desde hace unos años han incorporado una línea de juguetería erótica.

Y si sus productos de cosmética estaban diseñados con el mismo mimo que el arte shunga, los juguetes no podían ser menos. El año pasado te hablé de Obi, un masajeador externo, y es que cada producto tiene un diseño especial inspirado en este arte japonés. De hecho, cada uno de ellos tiene una textura única en la superficie. En el caso de Zoa es esta cruz lobulada.

Además, cada juguete está pensado para ofrecer un tipo de estimulación distinta. Si Obi era perfecto para complacernos de forma externa, Zoa nos propone rendirnos al placer con su formato de magic wand 2 en 1. Por un lado, tiene un cabezal ancho que se adapta a la anatomía de la vulva para un rango de estimulación amplio y envolvente. Y, por el otro, el mango se puede utilizar como dildo o vibrador, por lo que podemos disfrutar de dos juguetes diferentes en uno solo.

Zoa tiene varios detalles que lo hacen distinto de cualquier otro juguete que hayamos podido experimentar. A diferencia de las magic wand habituales, tiene una forma mucho más curva y un cabezal más redondeado. Estas dos características hacen del juguete una versión más ergonómica respecto a las clásicas magic wand, tanto para sostenerla con más amplitud como para conseguir una estimulación más cómoda con el cabezal. Además, la punta es ligeramente flexible (se puede doblar unos 15 grados a cada lado), lo cual nos permite jugar con el ángulo y la presión.

En cuanto al material, Zoa está fabricado en silicona hipoalergénica y tiene un acabado suave y agradable al tacto. Su diseño es único y elegante, tanto en el cabezal como en el mango o la parte central del juguete, donde se ubica la interfaz bajo un anillo dorado con la insignia de la marca.

Como te comentaba más arriba, Zoa es un juguete 2 en 1 que nos permite estimularnos de forma externa con el cabezal o interna con el mango, que imita la forma de un dildo o vibrador para la zona G. A pesar de la gran ventaja que supone combinar ambos juguetes, hay dos detalles a tener en cuenta. El primero es que Zoa tiene un solo motor ubicado en el cabezal, por lo que la vibración que llega al extremo interno es residual. Como vibrador para la zona G tal vez se nos quede corto en potencial. Y el segundo, que al utilizar el mango para sostener el juguete, esas vibraciones residuales que se extienden por el mango pueden resultar molestas después de un rato de uso.

Es por ello que debes tener en cuenta el uso que le darías a este juguete: si tan solo buscas una magic wand tal vez prefieras un juguete que concentre las vibraciones en el cabezal, y si solo quieres un vibrador externo necesites algo más de potencia. Precisamente, lo que hace diferente a Zoa es su versatilidad, por lo que es ideal para ti si quieres disfrutar ambas funciones: estimulación externa e interna.

En mi experiencia, Zoa es todo un acierto en cuanto a diseño, tanto del cabezal como del propio mango curvo. Me ha resultado un juguete ligero y muy cómodo de utilizar como magic wand y agradable también como vibrador para la zona G, aunque las vibraciones son suaves y lo he utilizado más bien como dildo. Con 12,5 cm insertables, ofrece una penetración firme y profunda que resulta más sensorial por la textura que envuelve el mango.

A pesar de que los juguetes de este tipo son conocidos por su potencial para la masturbación en solitario, se pueden utilizar en pareja. Por ejemplo, para disfrutar de masajes eróticos mutuos donde el cabezal va explorando zonas tensas y zonas erógenas, pero también es ideal para masturbar a tu pareja mientras te está haciendo sexo oral. La longitud y la curvatura del mango permiten darle este uso tan excitante.

Toda magic wand debe ser muy potente para poder llamarse así, y Zoa está a la altura. Tiene un motor fuerte, discreto y un rango de 5 intensidades: 20 %, 40 %, 60 %, 80 % y 100 %. Y, además, ofrece 10 modos de vibración distintos que nos permiten explorar y experimentar el placer de diferentes maneras.

Podemos disfrutar de cada modo con la intensidad que nos apetezca gracias a la interfaz de tres botones estratégicamente ubicada. Es fácil de manejar durante el uso y nos permite ir cambiando de modo pulsando el botón de encendido y bajando o subiendo la intensidad con – y +. Para encenderlo y apagarlo basta con pulsar 3 segundos el botón de encendido. He echado en falta aprovechar el cuarto orificio del diseño (donde hay un botón no funcional) para un botón que facilitara volver al modo anterior.

De Zoa también me ha encantado una peculiaridad que comparte con Obi: el indicador de luz. En el aro dorado hay una pequeña luz que, según el modo, se ilumina de un color u otro. Esta funcionalidad nos ayuda a dar con nuestro modo favorito de forma más sencilla. Asimismo, el indicador nos informa sobre el estado de la carga: mientras se está cargando parpadea y, cuando está listo para usarse, la luz permanece fija.

Zoa es un juguete resistente al agua y recargable, hay que insertar la clavija en uno de los laterales y conectar el cargador a la corriente. Requiere unas dos horas y media de carga para entre una hora (máxima potencia) y tres horas (mínima potencia) de uso. Para evitar imprevistos durante los traslados, cuenta con modo bloqueo (pulsando 8 segundos el botón de encendido).

La historia de la geisha Zoa impregna el packaging del producto: desde una ilustración con su figura hasta la textura que también vemos en el juguete. Zoa está presentado en un estuche con imán y detalles dorados, elegante y exclusivo. En la caja se incluye el cargador, el manual de uso, la garantía de un año y una bolsita de tela para guardarlo o transportarlo. En cuanto a los colores, este juguete está disponible en rosa, negro y frambuesa.

En definitiva: Zoa es un juguete ideal si buscas versatilidad y quieres experimentar una estimulación externa potente y una penetración envolvente con posibilidades tanto en solitario como en pareja. Además, es perfecto para liberar las tensiones del día a día y estimular nuestro sistema nervioso de forma tan placentera como lo hacía la geisha Zoa en su poderoso ritual.

Lo que pasó, pasó (entre Teddy y Cass de ‘Anatomía de Grey’)

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No sé vosotras, pero en esta casa llevamos meses (¿años? ¿vidas pasadas?) esperando que a Grey’s Anatomy se le cayera la venda hetero de los ojos y nos diera lo que sabíamos que tenía en la despensa desde hacía tiempo: la tensión lésbica no resuelta entre Teddy Altman y la Dra. Cass Beckman. Y por fin, POR FIN, ha pasado.

En el episodio del 3 de abril, titulado “Don’t You (Forget About Me)”, se nos regaló un momentazo que nosotras ya habíamos coreografiado en nuestras mentes desde que Cass (Sophia Bush, reina siempre) apareció por primera vez en ese hospital a repartir trauma y miradas intensas. Desde la primera escena juntas, el subtexto era más evidente que que no vamos a poder dejar de ver jamás esta serie.

Pues bien, no fue subtexto esta vez. Fue TEXTO. Fue beso. Fue cama. Fue ‘¿nos saltamos esta charla médica random y nos vamos a la habitación del hotel a hacer lo que el fandom pide?’. Y nosotras, desde casa, gritamos un poco.

Teddy (Kim Raver), que ya sabemos que lleva una temporadita perdida entre decisiones de vida, cirugía y un matrimonio que ni fu ni fa, se dejó llevar por la energía poderosa de Cass. ¿Y quién no lo haría? Cass es segura, divertida, y tiene ese punto de ‘sé exactamente lo que hago con mis manos’. En fin, que la tensión llegó a su punto máximo y pasaron cosas. Cuerpos. Ropa en el suelo. Una cama. Todo lo que esperábamos.

Pero, claro, esto es Anatomía de Grey, y no todo iba a ser mariposas y flirteo sexy. Justo cuando el momento alcanzaba la temperatura adecuada, Teddy se congeló. Se bajó del tren lésbico antes de llegar a la estación, y entre lágrimas (de ella, de nosotras, de todas), confesó que aunque su matrimonio con Owen está en modo “abierto”, no se siente bien consigo misma. Que esto no es la solución. Que abrir la relación era la tirita para una herida profunda.

Cass, que no solo es guapa sino además empática, lo entendió y le dio el espacio. La conversación fue madura, honesta, una masterclass de consentimiento y autocuidado emocional, y aún así nos rompió un poquito el corazón porque, sinceramente, queríamos más.

Fuera de cámaras, Kim Raver contó que ella misma dirigió el episodio y que trabajaron con una coordinadora de intimidad para que la escena fuera tan real como respetuosa. Y se notó: fue sexy sin caer en el cliché, fue vulnerable, fue cruda y cálida a la vez. Fue, en resumen, lo que tantas veces echamos de menos en la representación sáfica en la tele.

¿Y ahora qué? ¿Volveremos a ver a Cass y Teddy juntas? ¿Tendremos segunda ronda, esta vez con menos culpa y más deseo? ¿Abrirán el matrimonio y el corazón al mismo tiempo? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que, pase lo que pase, este momentazo lésbico ya es canon y NADIE nos lo quita.

Gracias, Grey’s, por darnos este regalo. Y a ti, Teddy Altman, solo te decimos: te estaremos vigilando.

La historia que España intentó enterrar: Rocío Wanninkhof, Dolores Vázquez y la lesbofobia judicial

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Hay historias que duelen. Que hieren. Que te cabrean profundamente. Y luego está la historia de Dolores Vázquez, que directamente te deja con el estómago hecho un puño. Porque lo que le pasó a esta mujer no fue un error judicial: fue una injusticia brutal, impulsada por prejuicios, amarillismo y una lesbofobia que se olía a kilómetros.

El caso Wanninkhof: sangre, morbo y portadas

Corría el año 1999 y España entera se paralizaba con la desaparición de Rocío Wanninkhof, una adolescente de 19 años en Mijas, Málaga. El caso lo tenía todo para convertirse en el nuevo culebrón nacional: una chica joven, una madre destrozada, un cadáver y un entorno familiar que los medios podían retorcer hasta el extremo.

Y vaya si lo retorcieron.

Pronto, la policía puso el foco en Dolores Vázquez, la expareja de Alicia Hornos, madre de Rocío. Dolores no tenía pruebas en su contra. Nada. Cero. Pero era lesbiana, tenía una personalidad que no encajaba con lo que la España de entonces consideraba “femenino” y, lo peor de todo, estaba fuera del molde.

¿Motivo del crimen? Ser lesbiana y tener cara de pocos amigos

La única “prueba” era que Dolores no lloraba en público, hablaba con firmeza y mantenía una frialdad que incomodaba. Porque claro, una mujer lesbiana que no se descompone en cámara no puede ser otra cosa que… ¿una asesina? La narrativa era delirante, pero encajaba perfectamente con la lesbofobia estructural que aún hoy campa a sus anchas.

Dolores fue juzgada y condenada a 15 años de prisión, sin pruebas, sin testigos, sin ADN, sin nada. Solo con un juicio mediático que la pintó como una bruja, una “marimacho”, una mujer con “odio” y “celos enfermizos”. Como si su orientación sexual la convirtiera automáticamente en sospechosa.

El verdadero culpable y el silencio posterior

Años después, el asesinato de otra joven, Sonia Carabantes, reveló el verdadero nombre del asesino: Tony Alexander King, un ciudadano británico con antecedentes por agresiones sexuales en su país. ¿Y sabéis qué? Mientras Dolores Vázquez estaba en prisión por un crimen que no cometió, él seguía libre, campando a sus anchas por España.

Cuando se descubrió la verdad, a Dolores la soltaron. Pero nadie le devolvió los años perdidos. Nadie le pidió perdón con la contundencia que merecía. Y, por supuesto, nadie en los medios hizo la autocrítica necesaria sobre el tratamiento del caso. ¿Una mujer lesbiana condenada por serlo? Mejor pasar página.

Lo que este caso nos enseñó… y lo que aún falta por aprender

El caso Wanninkhof no solo fue un fallo del sistema judicial: fue una muestra clara de cómo la orientación sexual puede convertirse en un arma contra ti. Dolores Vázquez fue culpable de ser distinta en una sociedad que no toleraba lo diferente.

Y aunque han pasado más de veinte años, seguimos viendo cómo los estereotipos y prejuicios afectan a mujeres LGTBI+ en los medios, en los juzgados, en la calle. Porque ser mujer y lesbiana en este país aún implica tener que demostrar constantemente que existes, que tienes derecho a ser tratada con justicia, con respeto, con humanidad.

Un reconocimiento tardío, pero necesario

Esta semana, el Ayuntamiento de Betanzos, su ciudad natal, ha decidido rendirle un homenaje otorgándole el XVII premio Úrsula Meléndez de Texeda. En el acto, Dolores ha expresado su gratitud, pero también su anhelo de una disculpa oficial: “Necesito que el Gobierno me pida perdón”. Porque aunque el reconocimiento local es valioso, no puede sustituir la responsabilidad que el Estado tiene pendiente con ella.

La alcaldesa de Betanzos, María Barral, en un gesto de empatía y justicia, ha pedido perdón en nombre de la comunidad, reconociendo que Dolores fue víctima de una sociedad “terriblemente injusta” y de unos poderes del Estado “que no estuvieron a su lado y que siguen sin estar a la altura”. Palabras que, aunque significativas, evidencian la ausencia de una disculpa formal por parte de las instituciones nacionales.

Dolores, con la dignidad que la caracteriza, afirma no guardar rencor. Sin embargo, su petición es clara y legítima: una disculpa oficial que reconozca el error cometido y el sufrimiento infligido. Porque aunque el tiempo haya pasado, la herida sigue abierta, y la justicia real aún está pendiente.

Si quieres más información sobre este caso, te recomiendo el libro La construcción de la lesbiana perversa, de Beatriz Gimeno, donde cuenta, desde una perspectiva LGBT, la odisea de esta señora. Y, para una visión más global del asunto, el documental de Max Dolores, la verdad sobre el caso Wanninkhof.

Estrenos lésbicos de cine (y alguna serie) para que veas este 2025

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¡Agarraos bien a vuestros asientos, porque 2025 viene cargado de películas lésbicas que nos van a hacer gritar, llorar y, por supuesto, suspirar de amor! Entre dramas, thrillers, comedias y hasta algún que otro sustito, el cine sáfico sigue ganando terreno, y nosotras aquí para contaros todo. Así que, preparad la agenda, que estos son los estrenos que no os podéis perder este año.

(ponemos lésbicos cuando evidentemente son sáficos porque también incluyen a muejeres bisexuales, pero es que a Google le gusta más así, yo qué sé)

“Girls Will Be Girls”

Abrimos fuerte con esta película india que se estrenó el 28 de febrero en Filmin. La historia sigue a una adolescente de 16 años que está intentando descubrir quién es en un entorno que parece empeñado en decirle quién debería ser. Con una madre que tampoco tiene las cosas muy claras, la peli promete emociones intensas y reflexiones sobre el deseo, la rebeldía y las tradiciones. Vamos, que nos va a dejar con el corazón blandito.

“Fear Street: Prom Queen”

Si sois de las que os gusta un poquito de terror (y no solo el de la vida real cuando ves tu cuenta bancaria a final de mes), os alegrará saber que la saga “Fear Street” vuelve con “Prom Queen”. Aunque los detalles de la trama aún están bajo llave, lo que sabemos es que habrá gritos, sangre y, lo más importante, subtexto lésbico bien servido. Matt Palmer dirige esta nueva entrega, y nosotras ya estamos listas para verla con las luces encendidas.

“A Simple Favor 2”

Si la primera parte nos dejó con ganas de más salseo entre Blake Lively y Anna Kendrick, la secuela promete subir la apuesta. Nadie sabe exactamente qué nuevas intrigas nos traerá esta vez, pero si hay miradas intensas, misterio y una pizca de “esto es demencial, pero me encanta”, nosotras estamos dentro.

“Secrets”

Desde Dinamarca nos llega esta serie, que puedes ver en Filmin desde el 4 de febrero. Dos hermanos, un montón de secretos y un drama de los que enganchan. No es cien por cien sáfica, pero hay trama lésbica en medio de tanto embrollo. Para las que amamos los enredos emocionales ajenos, aquí hay material de sobra.

“The Wedding Banquet”

Andrew Ahn está al mando de esta nueva versión del clásico de Ang Lee, pero con un giro: ahora la historia se centra en una pareja de mujeres. Si os gustan los dramas familiares con toques de comedia y mucho corazón, esta peli os va a dejar satisfechas.

“Sally”

Un documental que nos lleva a conocer la vida de Sally Ride, la primera mujer estadounidense en el espacio, y su relación con Tam O’Shaughnessy. Un poco de historia, un poco de amor y un montón de inspiración para seguir rompiendo techos de cristal.

“Dreamers”

Dirigida por Joy Gharoro-Akpojotor, “Dreamers” sigue a una joven inmigrante en el Reino Unido que, además de enfrentarse a la burocracia y la incertidumbre, también está explorando su identidad sexual. Drama, luchas personales y muchas emociones aseguradas.

“Close to September”

Un cortometraje español dirigido por Lucía G. Romero que nos trae una historia de amor de verano en Madrid. Sol, calles adoquinadas, miradas robadas y la intensidad de los romances efímeros. Pinta precioso.

“Sirens Call”

Para cerrar, un documental germano-holandés dirigido por Miri Ian Gossing y Lina Sieckmann, que promete ser una joya.

Y hasta aquí el repaso a lo que nos espera en 2025. Ya sabéis, id comprando palomitas, reservad fechas y, sobre todo, preparaos para sentir. ¡Nos vemos en el cine!

Paula Usero, a por el croqueteo vintage (más vintage aún)

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¡ATENCIÓN, CROQUETILLAS! Netflix nos tiene preparadas unas croquetas bien calentitas con su nueva serie Manual para señoritas, que promete ser la versión española (yo qué sé, más o menos) de Los Bridgerton. Esta comedia romántica de época nos transporta al Madrid de 1880, donde seguiremos las andanzas de Elena Bianda, la carabina más solicitada de la ciudad, interpretada por Nadia de Santiago, a quien recordamos con cariño como Marga en Las chicas del cable.

Detrás de este proyecto está Bambú Producciones, expertos en hacernos suspirar con series como Velvet y Gran Hotel. La trama nos presenta a Elena, encargada de guiar a jóvenes señoritas en su camino al altar, pero todo se complica cuando llega a la casa de los Mencía y debe lidiar con tres hermanas que pondrán su reputación en jaque.

PERO ATENCIÓN, porque esto nos va a gustar: ¡PAULA USERO SE UNE AL REPARTO! Sí, nuestra Luisita de Luimelia, la mismísima reina de las croquetas audiovisuales, va a hacer de las suyas en esta serie. ¿Significa esto que habrá contenido sáfico de época? pues todo parece que sí, que habrá algunos besitos con Maria Caballero, y estamos VIBRANDO.

El elenco se completa con talentos como Álvaro Mel, Isa Montalbán y Tristán Ulloa, entre otros. Manual para señoritas constará de ocho capítulos y estará disponible en Netflix a partir del 28 de marzo, o sea, ya.

Ya podemos disfrutar del tráiler oficial, que nos deja con ganas de más y promete una química arrolladora entre los protagonistas. Así que id preparando las palomitas y los abanicos, porque esta serie promete hacernos viajar en el tiempo y enamorarnos una vez más del buen hacer de nuestras producciones patrias. Netflix, haz lo tuyo y danos las croquetas que merecemos.

¡Que vivan las novias #mafin!

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A veces, solo a veces, las esperas, los neriovs y las curvas merecen la pena, y hoy el fandom ha vivido una tarde DE INFARTO con el episodio adelantado de Sueños de Libertad. ¿Sabíamos que los guionistas nos podían dar tantas cosas? Lo sabíamos. Pero no queríamos creerlo. ¡Pero nos lo han dado! Is this real life?

Para las que no sepáis de lo que estoy hablando, os diré que, tras una trama larguísima, tremendamente larga, que comenzó con el cabrón de Santiago denunciando a Fina, Marta y su nuevo socio Pelayo, que también es homosexual, llegaron a un acuerdo para contraer matrimonio, un enlace que les permitiría seguir con sus vidas pero con la fachada de seguridad que los tiempos que viven necesitaba. Al principio Marta tenía sus dudas, pero Fina terminó por convencerla de que era lo mejor para las dos. De esto, queridas amigas, podemos hablar largo y tendido, porque tiene más grietas que la mansión de Casper, pero ha terminado dándonos un capítulo, un CAPITULAZO, de esos que vamos a volver a ver varios millones de veces.

Nos ha dado, por orden:

Fina apareciendo en la casa grande para (volver a) declararse el amor que se tienen y regalarle a su mujer un ramo hecho con las flores que plantó su padre. Aquí casi me dan diecisiete infartos, pero he sido capaz de continuar el capítulo.

Ensoñación / fancam con los mejores momentos de las dos pasando por la mente de Marta mientras escuchábamos al mismísimo Arzobispo de Toledo recitar pasajes de la Biblia. Marta es tan fan suya como nosotras.

Marta mandando a su suegra a tomar por saco de una manera tremendamente elegante. Con esto vamos a tener movidas pero, de momento, disfrutemos.

Una boda simbólica en el sitio menos discreto de España y debajo justo de una farola, pero TAN BONITA, tan romántica, tan lo que necesitábamos.

‘Ahora yo quiero una gran noche de bodas con la persona que ocupa mi corazón, la persona que lo ocupará siempre. Serafina Valero, ¿quieres pasar la noche de bodas con Marta de la Reina, en la casita de los montes?’

La escena del coche que, según la TREMENDA SINVERGÜENZA de Marta Belmonte ‘nos iba a encantar’. MARTA, POR FAVOR.

Y lo que vendrá. ¿Ha merecido la pena tanto sufrir? Yo creo que sí. Sueños de Libertad tiene, como muchas otras cosas, muchos defectos, pero si algo tiene es la capacidad de subirnos al cielo, de hacernos disfrutar de manera colectiva, y de representarnos con más aciertos que errores. Ha pasado más de un año desde que Marta y Fina entraron en nuestra vida y, amigas, por muchos años más.