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Amy Landecker: “El rodaje de ‘Transparent’ hizo mi sexualidad mucho más fluida”

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amy landecker transparent

Si no habéis visto la maravillosa Transparent, cualquier momento es bueno para ponerse al día con la serie: todos los medios (incluído éste) la consideran el hallazgo de la temporada, y no es para menos. En ella, se cuenta  la historia de Maura, un padre de familia que decide tomar el paso de convertirse en mujer bien pasada la edad de la jubilación. Pero aunque esta sea la historia central, el microcosmos de personajes que la rodean no es ni un poquito menos interesante.

sarah tammy transparent

Entre ellos se encuentra Sara, su hija mayor. Sara está casada con un hombre, tiene hijos, y su vida parece la de la ama de casa de clase media americana tan manida en películas y series. Pero toda su vida da un vuelco cuando se reencuentra con su novia de la universidad, Tammy, y decide abandonar todo por tener una vida a su lado. Amy Landecker, la actriz que la interpreta, ha hablado sobre cómo su personaje tiene muchos paralelismos con su vida real, y de cómo Sara le ha abierto el punto de vista hacia la vida.

Una [de las cosas en común con Sara] es el elemento del divorcio, que es como mi experiencia personal. Estaba sucediendo al mismo tiempo, así que era una línea argumental que me sonaba. Y otra es esta especie de renacimiento de la sexualidad.

Landecker reconoce que en la Universidad tuvo experiencias con mujeres, pero que rodando sintió una conmoción física y emocional. “Tuve cuelgues con muchísimas gente, me sentía muy viva… No quiero enfadar a las novias de nadie, pero había mucha gente en el set con la que me hubiese ido, y eso antes ni lo hubiera considerado. Me siento completamente abierta. No estoy muy educada en juguetes ni en cosas que te permitieran satisfacer tus apetitos sexuales sin importar el género de la persona con la que estás. Cuando estás envuelta en el espectro de sexualidad que este show cubre, y además tienes gente explicándote, te das cuenta de que puedes sentirte atraída y facilmente satisfecha en un montón de diferentes escenarios”. Pues… bienvenida al club, Amy. Nos alegramos mucho de que tu vida sea más plena.

Vía: out

 

Maria Bello y las etiquetas

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Todas conocéis a Maria Bello: actriz en Urgencias y en El bar coyote, saltó a la prensa LGBT el pasado febrero cuando, mediante un articulo en The New York Times, explicaba que estaba saliendo con su mejor amiga, pero que seguía considerando al padre de su hijo su pareja, y que todos juntos conforman una familia moderna de la que se siente cada vez más orgullosa. En la premiere de Big Driver habló una vez más de este asunto, haciendo hincapié esta vez en el asunto de las etiquetas.

Cuando le dije a mi hijo que estaba saliendo con una mujer, que además era mi mejor amiga, él dijo: “Mamá, seas lesbiana, gay, bisexual, transgénero o loquesea, díselo al mundo”. Esto es lo que dijo, y estoy tan orgullosa de él por saber actuar así. Así que loquesea es la respuesta a “¿Cómo te etiquetas a ti misma?”

A pesar de que no es una gran fan de las etiquetas para si misma, la actriz está muy a favor de ellas como medida de empoderamiento y para ganar visibilidad.

Creo en algunas etiquetas, en coger las etiquetas para cambiar las políticas, en las que nos hacen sentir más fuertes. En las que no creo es en las etiquetas que alguien más nos da sólo porque sienten que es la ‘etiqueta social’

El asunto de las etiquetas siempre es peliagudo, y siempre, siempre genera un debate muy encendido. El último ejemplo nos queda muy cercano, la periodista Sandra Barneda en aquellas declaraciones en las que parecía negarse a pronunciar las palabras mágicas. ¿A vosotras qué os parece? ¿Las etiquetas suman o restan? ¿Son una medida de confort para los demás o ayudan a la definición de una misma?

Vía: Out

 

 

 

 

Romance frío y sadomaso en ‘The Duke of Burgundy’

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The Duke of Burgundy es una película británica que se estrenó hace diez días en los cines españoles. Por la ausencia de ruido y entusiasmo, podemos deducir que no ha generado demasiado interés entre la comunidad LGBT. Y si echamos un vistazo a su argumento, a lo mejor encontramos el porqué: “Una entomóloga que estudia las mariposas y las polillas pone a prueba los límites de la relación con su amante”. 

Entomólogas. Mariposas. Polillas… no son conceptos que, en principio, atraigan a demasiada gente. Pero si os decimos que The Duke of Burgundy entraña una retorcida y oscura historia de amor entre dos mujeres, a lo mejor la cosa cambia, ¿no?

El director Peter Strickland nos acerca a esta relación de poder/sumisión que mantiene la pareja lésbica formada por Cynthia y Evelyn. La historia es un puro tira y afloja que se plasma primero de una manera ambigua, después de un modo más evidente, a medida que avanza la película. Algunos de los espectadores la han tachado de oscura, fría, incluso asquerosa porque el romance que estas dos mujeres mantienen no es al uso. Otros dicen que es una maravilla.

Teniendo en cuenta que el sadomasoquismo es lo que subyace de esta relación lésbica en The Duke of Burgundy, es de esperar que no sea una película para todos los gustos. No obstante, estamos seguras de que más de una lectora de HULEMS la apreciará. Para las curiosas, aquí va uno de los clips de la cinta:

La Pluma y La Espuma: Del Elisa y de todos los nombres de mujer que hay detrás

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la-pluma-y-la-espumaSé que me has querido por encima de mí misma, de ti misma, y lo que eso te ha hecho. Toda mi vida he intentado ser lo que otros creían que debía ser. (…) He tenido que replantearme en mitad de mi vida lo que tendría que haber tenido claro desde un principio.

Estas palabras pertenecen a uno de los personajes (Elisa, precisamente) de mi novela “Elisa frente al mar” (sí, lo sé. Esto va a ser un poco raro. Cual Paco Umbral de pelo rizado, voy a hablar de mi propio libro. Me tomo la libertad de hacerlo, porque quería decir una cosita y quería hacerlo de forma pública. Ya me perdonarán ustedes el egocentrismo, si eso).

Para quien no la conozca, la novela gira en torno a la historia de amor, pérdida y renuncia que marca la vida de dos mujeres a lo largo de casi 30 años. También habla, finalmente, de reconciliación. Con el pasado y con una misma.

No es ningún secreto que este libro es la niña de mis ojos. Lo supe nada más escribir su última línea (en un proceso que podría calificar casi de febril y que duró poco más de dos semanas). Sin embargo, cuando lo terminé, nunca, en ningún momento, preví el alcance que llegaría a tener. Pensé que solo sería un desahogo, un reventón emocional. No recuerdo exactamente la razón del mismo. Porque, sí, volví a reencontrarme con la Elisa real, tras casi tres décadas sin verla, pero eso ocurrió dos años antes de escribir el libro (no sé, debo de ser mujer de reventones lentos…). Y, por si alguien se lo ha preguntado (que sé que sí), la novela no es autobiográfica. Nunca hubo una Elisa como tal, ni yo fui nunca una Nuria. La historia es inventada en un 90%. Pero sí es personal. Tan personal como lo son las emociones y los sentimientos sobre los que la cimenté.

Sea cual sea la razón, la escribí. Y lo hice desde la nostalgia, el sentimiento de pérdida y, también, un tardío cabreo (marca de la casa). Porque escribirla fue como recibir un bofetón. Como despertar de un largo letargo. Y lo fue porque, al terminarla, me di cuenta, perpleja (madre, qué espesita soy), de que había vivido siempre con una perenne sensación de pérdida, y que esta, realmente, lo había hecho camuflada bajo otra forma más engañosa: la resignación. Toda la vida que no pude vivir. Todos los sentimientos que no pude sentir (o, más bien, compartir). Tal y como dice Nuria en la novela: Nunca cuchicheé al oído con mis amigas sobre la chica de 6º A. Nunca tuve la oportunidad de declararme a ninguna. Nunca paseé de la mano con mi novia al salir de clase. Nunca ningún adulto me tomó el pelo preguntándome si ya tenía novia, si llevaría a mi chica a cenar, si contaban con ella para la cele­bración, cualquier celebración. Nunca pude volar y la niñez terminó y la adolescencia se perdió y esa amputación, esa obligación de espiar desde la sombra lo que a otros se permitía gritar a pleno pulmón, mutiló una parte vital de mí.

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Sí, siempre había sido consciente de que había perdido una parte gigantesca de mi experiencia vital (los 15, 17 o 19 años nunca, nunca, vuelven. Porque solo se tiene esa edad una vez en la vida. Esa edad y cómo recibes, vives y experimentas los sentimientos). Pero también, al parecer, había asumido que era lo que había, que había ocurrido así y ya está, que no tenía que darle más vueltas, porque, entre otras cosas, como he dicho, no hay vuelta atrás (Estoy hecha de todos los reproches nacidos de las palabras que nunca pronuncié, de las cosas que nunca hice. Y, finalmente, de las que consentí). Y lo hacía desde la misma justificación de siempre: eran otros tiempos, no había tanta información, ni referentes positivos. La homosexualidad era una de esas cosas que, si salían en una conversación, automáticamente los interlocutores bajaban el tono de voz, relegándolo a incómodos (y censores) susurros (… condenarnos a vivir en voz baja…).

Tuvieron que pasar tres décadas para que todo esto me reventara dentro como tenía que ser (¿he dicho ya que soy algo lenta para las crisis vitales?). Y, cuando lo hizo, lo hizo en forma de novela, bajo el nombre de una mujer, Elisa, que arrastra consigo (se lleva por delante, más bien) a otra, Nuria. Bien, la escribí y pensé: “Vale, te has desahogado. Es tu historia más personal y, probablemente, la única que escribas de ese tipo. Ya está”. Decidí compartir la historia, publicándola, y pensé que solo sería un libro más. No para mí, desde luego (porque desde el primer momento supe que era MI libro), pero, de verdad, nunca pensé que podría llegar a serlo también para otras personas.

Ahí fue donde me equivoqué (soy un zote, sí. Culpable). Porque en el año que ha transcurrido desde que lo saqué he recibido tanto y tan emotivo feedback de sus lectoras (la inmensa mayoría, mujeres y, de estas, prácticamente todas lesbianas) que fui una idiota al pensar que solo yo vería su “valor” (sentimental). Sin embargo, prácticamente desde el mismo momento de su publicación, empezaron a llegarme comentarios y correos privados. Y empecé a entrever el alcance de la historia. El alcance tanto físico como emocional. Físico por la, a veces, gran distancia en kilómetros que me separa de algunas de las mujeres que se han tomado la molestia de escribirme para hablarme del Elisa, contarme cómo les ha llegado y qué les ha ocurrido al hacerlo (mujeres de otras culturas, y que lo han hecho desde lugares tan lejanos como EEUU, México, Argentina, Colombia…). Y emocional porque, a través de esas mismas personas, la mujer que ahora soy se ha reconciliado en parte con la niña de ese Elisa, la que miraba la vida asomada tras una esquina.

Porque si las lectoras me dais a mí las gracias por esta historia, yo os las doy a vosotras mil veces por devolvérmela en forma de experiencias personales, por hacerla de carne y hueso, por poner vuestros nombres delante de ese mar que actúa como metáfora. Porque, por las emociones desnudadas en esos (generosísimos) correos y comentarios, esa niña ha sabido que, realmente, nunca estuvo sola en lo que sentía (ni era tan rara, equi­vocada, tarada, enferma o sucia).

Y a veces siento un vértigo enorme. Lo confieso. Un vértigo inmenso, porque algunas de las que me habéis escrito (mujeres en mi misma, o superior, franja de edad) lo habéis hecho para decirme que la lectura del Elisa os ha despertado sentimientos enterrados. Os ha removido muchas cosas dentro. Os ha hecho reflexionar.

Replantearos vuestra vida.

Tocar de ese modo vidas ajenas (decidme si no es para estar abrumada).

Pero no solo siento vértigo y no es solo por esas mujeres. También siento pena, y rabia, y las siento porque entre las que me han escrito también hay chicas que apenas sobrepasan la veintena. Que me dicen que se sienten como Nuria, o como Elisa. Y eso es terrible. ¿Chicas de apenas veinte años que se sienten identificadas con la historia? ¡¿Por las penas y vaivenes de unas mujeres arrolladas por los convencionalismos y estrechez de miras de treinta años atrás?! ¿Por tanta pérdida, tantos miedos, tantas fuerzas externas que arrinconaron lo que sentían?

Pero, ¿qué hemos hecho? O, peor, ¿qué no hemos hecho para que eso sea así? Yo he asumido mi vida amputada porque la época era la que era. ¡Las pérdidas del Elisa corresponden a una chica de hace casi tres décadas! Era una historia del pasado y, aunque muy consciente de que no todo está conseguido y de que todavía queda mucho camino por delante, quería pensar que, a día de hoy, tanto Nuria como Elisa tendrían las herramientas suficientes, tanto emocionales como legales, para mandar a tomar por saco convencionalismos sociales y miedos, propios y ajenos.

Y, ¿entonces? ¿Por qué una chica del año 2014 le escribe a una de 1984 para decirle cuánto y de qué modo ha llorado leyendo el libro, porque veía parte de su vida reflejada en él? ¿Qué o quién falla? ¿A quién puedo echarle la culpa de estas Nurias y Elisas del siglo XXI? Porque culpables hay. Claro que los hay. Aquí van unos cuantos: ideologías conservadoras, religiones nefastas, deficiente educación en valores, desconocimiento, ignorancia… Los mismos fantasmas de siempre, los mismos espectros que parece que nunca dejarán de acecharnos.

En un momento dado de la novela, Nuria reflexiona sobre la cobardía de Elisa: No puedo reprochárselo, no fue ella la que metió ese miedo en todos nosotros, no nació de ella, de ninguno de los que lo padecimos. Fue siempre un invasor indeseado inoculado por otros. ¡Perder tanto luchando en tantos frentes! Teníamos que crecer, madurar y, al mismo tiempo, batallar. Contra todo lo aprendido, todo lo insinuado, lo callado, lo ocultado, lo reprimido. Contra un conjunto de valores erróneos, indignos, un lodazal de represión trans­mitido de generación en generación. Muchos y muchas hemos llegado agotados hasta aquí, no pueden no enten­derlo, no pueden dejar de comprender que las dudas forma­ran parte también de nosotros, pero no porque nos recha­záramos per se, sino porque nos enseñaron a hacerlo. Y yo me pregunto: ¿sigue esto siendo válido hoy en día? ¿Es esto lo que les pasa a estas chicas del s. XXI? ¡¿Con todo lo que hemos avanzado?! Y, si es así, vuelve a surgir la pregunta: ¿qué podemos hacer?

No estoy muy segura de tener la respuesta. Sí, hemos avanzado mucho, muchísimo. Pero sigue habiendo chicas que sienten el mismo miedo que le rompió la vida a Elisa y, por extensión, a Nuria. Sigue habiendo chicas que pierden como lo hizo Nuria, porque chicas como Elisa tienen tanto miedo, tanto, que prefieren vivir una vida de mentiras a dar un paso al frente. Y del mismo modo que no tengo la respuesta, no creo tener la solución. Sí, he escrito esa historia, pero yo no puedo poner más ejemplo que lo que yo hice: vivir. Como lo que soy. Sacarlo de la oscura zona de cuchicheos para incorporarlo a las conversaciones del día a día. Y, así, lograr que (¡al fin!) me preguntaran si ya tenía novia, o si ella iba a venir al cumpleaños de Fulanita o a la boda de Menganito (y, por cierto, a tomarme eternamente el pelo porque no le gusta la cerveza).

Eso es normalidad. Eso es vida. Eso es lo que tiene que ser. Y lo que yo querría es que esas mujeres en la mitad de su vida pudieran (pudiésemos) volver al principio del camino, ya con todas las cartas ganadoras en la mano (imposible. El pasado no puede volver a vivirse). Lo que yo querría es que esas chicas en el principio de la suya no tuvieran que llegar hasta donde ellas llegaron (llegamos), solo para acabar echando una desoladora mirada atrás. Que mirasen siempre al hoy y al mañana (podéis hacerlo. Tenéis todo el futuro por delante).

Lo que yo quiero es que nadie pierda. Que nadie renuncie.

No soy quién para aconsejar nada a nadie, porque las circunstancias personales de cada una solo las sabe una misma. Pero, por decir, diría: salid al centro de la calle. Porque todo lo que dejéis atrás os va a pesar como una losa el día de mañana. Que solo hay una, y que todo lo que no viváis en esa única vida por miedos impuestos (o autoimpuestos) no servirá nada más que para llenar de puntos oscuros lo que al final se convertirá en un mapa de dolor.

Y que gracias, infinitas, por estar al otro lado de las páginas (y más allá).

‘Stalker’ o cómo matar a la novia lesbiana

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Si la muerte de Silvia no te había dejado convenientemente traumatizada, no pasa nada, ahora tienes otra oportunidad para gozar de pesadillas durante el resto de tu vida. Lo siento por las televidentes de Stalker (si hay alguna en la sala creo que será un milagro), pero esto va con spoilers. Y es que gracias a AfterEllen hoy nos hemos enterado de que esta serie de la CBS ha empezado haciendo honor al lesbiana muerta al que nos tienen acostumbrados los guionistas.

¿De qué va Stalker? Da igual. No nos importa, realmente. Pero si de veras te interesa, el restumen es que va de detectives que persiguen a acosadores en Los Angeles. Unos cuantos de esos vendrían bien en el mundo croqueta, agentes especiales para bollolocas, pero ese no es el caso. Lo que nos ocupa es que la serie acaba de empezar y apuntaba maneras. Teníamos a dos novias, vestidas de blanco, dispuestas a darse el “Sí, quiero” en el altar.

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Todo muy bonito. Matrimonio igualitario. Yadda. Yadda. Te dan ganas de conocer a las novias y darles un abrazo. Tú querías ser testigo de esa boda, reconócelo.

stalker 3Bla, bla, bla. Pero cuando ya tienes la lagrimita asomando en el rabillo del ojo… bueno….nos hacen un Silvia a la americana y sucede esto:

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La novia b) (consideraremos la “a” como la superviviente) se queda en coma de un disparo en la cabeza. El día de su boda. Vestida de blanco. Al más puro estilo Tim Burton.

A la vista de los hechos, proponemos una nueva línea de negocio: Funerarias Croqueta S.A. Éxito asegurado. También valen enterradores especializados en muertes súbitas de lesbianas. Nuestras amigas de LesbianLips reportan avistamientos lésbicos. En HULEMS vamos camino de especializarnos en avistamientos funerarios.

¿A alguien le quedan ganas de ver Stalker y comprobar si muere realmente la novia b) o se queda discapacitada el resto de sus días? ¿Constituye esto un record mundial de cómo maltratar a la lesbiana lo más rápido posible? Creo que sí. Apuesta personal: la próxima será en los títulos de crédito.

 

 

‘Happy end’: lesbianas on the road

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happy end

¿Qué hacer cuando tu mejor amiga muere? Pues después de llorarla hasta quedarte seca por dentro, cumplir su última voluntad, por encima incluso de lo que quiera su familia. Esto es lo que resuelve hacer  Valerie, salvaje e impulsiva, quien le pide ayuda a una recién conocida Lucca, estudiante de derecho y niña de papá, siempre haciendo lo correcto. Las dos intentarán hacer cumplir los deseos de Herma, embarcándose en un viaje que las llevará por toda Alemania, y en el cual se conocerán la una a la otra.

Hace unos meses Emma Mars os traía The mermaids, un short film que, oh sorpresa, ¡tenia un final feliz!. Mientras nosotras continuábamos dando palmas de alegría, la directora, Petra Clever, ha estado rodando esta, su primera película, que ya está presentando en el circuito de festivales, como el Seattle’s Lesbian and Gay Film Festival y el Albuquerque’s Southwest Gay and Lesbian FIlm Festival. Aunque si ninguno te pilla cerca, no te apures: el lanzamiento en DVD está planeado para enero del año que viene.  Nosotras estamos deseando verla.

Vía: Biggaypictureshow

Los Secretos de Thais: ‘Rain of Love’ de Shunga

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Rain of Love Shunga

Rain of Love Shunga

Shunga es la casa de referencia de la cosmética erótica. Me arriesgaría a decir que sus productos son inimitables por su alta calidad y por la dedicación que tiene hacia sus consumidores. Siempre que entro a una tienda erótica y veo el despliegue de todos los artículos de Shunga me siento atraída por algo que no sabría ni definir. Hace un tiempo me ganó la curiosidad y me metí en su página web. Descubrí que Shunga significa “imagen de primavera” y que es una manera refinada para hacer alusión a las relaciones sexuales. Además, Shunga también es el nombre que se le otorga a un tipo de arte japonés en cual se representaban escenas eróticas entre los siglos XVI y XVIII. Ay, queridas lectoras: Thais una apasionada del arte y no puede evitar declararse fanática incondicional de la cosmética erótica de Shunga.

Hoy vengo a hablaros de uno de sus productos: Rain of Love. Se trata de una crema para estimular el punto G y hacer que se vuelva más sensible al tacto. El punto G es una zona erótica situada en nuestra vagina, entre el hueso púbico y el cuello del útero. Con su estimulación se pueden alcanzar orgasmos múltiples e incluso llegar a la eyaculación femenina.

Punto G

Rain of Love viene en una caja preciosa e incluye, además de la crema de 30 ml., una guía que explica qué es el punto G, cómo encontarlo y cómo utilizar el producto. Su aplicación, a pesar de ser sencilla, requiere concentración y algo de paciencia: tenemos que ponernos un poco de crema en los dedos e introducirlos en nuestra vagina. Una vez localizado el punto G, lo masajeamos y nos aseguramos de untar bien la crema. También se puede utilizar un vibrador especial para el punto G. He probado ambas cosas y no me parece un procedimiento muy cómodo. Es complicado atinar y que la crema no se pierda antes de llegar al punto G, por lo que pienso que sería recomendable que idearan un aplicador o algo similar. Pero que esto no os desanime, es probable que vosotras tengáis más maña que yo.

No se tarda mucho en notar la sensación intensa de frescor de Rain of Love. Una vez llegamos a este punto, podemos jugar en solitario o en pareja. En solitario: seguimos con la estimulación del punto G, masajeándolo hasta alcanzar el orgasmo o bien utilizando un vibrador. En pareja las opciones son infinitas; ¿qué tal si las dos probáis la crema y luego os ayudáis de un dildo doble? Una experiencia inolvidable, os lo aseguro.

El efecto de la crema dura entre unos veinte y treinta minutos. Si todavía no habéis tenido suficiente podéis utilizar un poco más de crema. Aunque el frescor se pase, es probable que sigáis notando la excitación, así que no me extrañaría que Rain of Love también actuara como afrodisíaco.

Os recomiendo que le deis una oportunidad a Rain of Love y a Shunga. Pronto os traeré más productos de esta casa, pero por ahora el primer contacto con uno de sus artículos ha sido excelente.

Lo mejor: Que cunde mucho y el envase da para usarlo bastantes veces.

Lo peor: La aplicación, pero con la práctica deja de ser un problema.

Para comprar Rain of Love, haz clic AQUÍ.

Pon una rubia en tu vida: Claire Danes

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Claire Danes

Claire Danes

La primera vez que vi a esta rubia de 1,66 iba arrastrada para ver una película de Leonardo DiCaprio, el terror de las nenas en esas épocas. No me malinterpretéis, Leo me encanta, pero en Romeo+Juliet yo sólo tuve ojos para la chica delicada pero ultra expresiva que coprotagonizaba la película. Si Claire Danes no fue mi primer girlcrush cinéfilo, cerca estuvo.

Claire Danes

Estamos acostumbradas en esta sección a babear por curvas cuanto más pronunciadas mejor. Claire no las tiene, pero voy a babear igual porque me encanta su cara y ese aire angelical pero a la vez un poco pícaro. Incluso su aire de locura apagada me gusta y NO es algo que de normal me guste.

Claire Danes

A Claire hay que verla actuando, que es cuando su rostro se transforma. Es expresiva hasta el punto de volverse fea, pero eso es lo que la hace guapísima. Me encanta como lo da todo, como llora hasta que se le hinchan los ojos o como ríe hasta que la boca casi la cruza la cara por completo. Y tu estás ahí viviéndolo intensamente con ella. (Claramente no soy la única que piensa así o no existiría el The Claire Danes Cry Face Project)

Claire Danes

Además, Claire tiene buen gusto eligiendo sus papeles. Desde Mujercitas, Los Miserables o Belleza Robada, hasta Stardust o Las Horas. Le puso la voz a San en el doblaje inglés de La Princesa Mononoke. No he visto Homeland todavía pero estoy segura que me gustará sólo porque ella hace de protagonista. (Y si encima me añades a Morena Baccarin, yo estoy comprada de por vida).

Claire Danes

Lo que me haría más feliz en esta vida es que aceptara algún papel croquetilla con el que ser feliz y poder mirar gifs durante horas. Tendremos que conformarnos con tooodas estas fotos, mientras tanto.

Claire Danes no se prodiga mucho por las redes sociales, cosa que es casi un punto a su favor. Sin embargo, si estáis necesitada de raciones diarias de esta guapísima actriz, tenéis el Twitter de la página oficial de fans y el Facebook.

Satrdust Claire Danes
¡Feliz domingo ladies!

Corea del Sur censura el videoclip con tintes lésbicos de las SNH48

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SNH48 Uza

Desde que las Four Ladies se apretujaran sutilmente entre ellas en Move que teníamos ganas de que alguna otra girlband se atreviera con eso del amor croqueta. Sin muchas esperanzas, claro, porque a nuestros vecinos orientales les encanta que niñas de doce años bailen en minifaldas pero dios nos libre que dos mujeres hechas y derechas se miren con lascivia.

Eso si que no, es lo que deben haber pensado los de Corea del Sur cuando el videoclip de Uza se subió online. Duró tres días contados y la prensa del país ya especula si el hecho de que apareciera un poco de bollodrama fue la causa.

Las culpables del revuelo es la versión china de las famosas AKB48, las SNH48. En el videoclip se ve a dos del grupo teniendo una pelea muy dramática mientras otras dos se abrazan y acarician. Aunque si tenemos que ser sinceras, lo más bollo del videoclip es sin duda la armadura de Xena que nos plantan así porque sí.

SNH48 Uza
Croquetoradar aúllando

Si dos mujeres abrazándose en un videoclip ya es motivo de censura, ¿Qué pensarán estos brillantes mandamases sobre las lesbianas (Peor aún, ¡croquetas!) como concepto? Una vez más, se hace patente que en Asia el desarrollo social no está a la par con el económico.

 Vía: Gay Star News

Los mejores cosplays de Morrigan (‘Dragon Age’)

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Dragon Age Morrigan Cosplay

Apenas queda un mes para que salga a la venta la tercera parte de la saga, Dragon Age: Inquisition, y apostaría lo que fuera a que muchas estáis deseando volver a ver a Morrigan, a la que echamos mucho de menos en Dragon Age II (aunque damos gracias infinitas por Isabella).

Así pues, ¿qué mejor manera de ir calentando motores que disfrutando de algunos de los mejores cosplays de nuestra bruja de la espesura favorita que hemos encontrado por la red?

¡Todavía hay más! Recientemente, Electronic Arts ha anunciado que está colaborando con Laura Sánchez, conocida en el panorama del cosplay en España como Nebulaluben, para que confeccione el traje de Morrigan en Dragon Age: Inquisition de manera oficial y, además, que participe en diversas actividades de promoción para el juego. Disfrutad de la pequeña galería que le dedicamos; el nivel de detalle de su traje lo vale. También podéis visitar su página de Facebook para echarle un ojo al resto de sus obras.