La abuela de Sara está enferma. Para ella es un mazazo emocional como pocos, porque un referente de su vida se está desvaneciendo poco a poco, como una vela que se apaga. Sumida en una tristeza infinita, intenta que el contacto con Rocío, la que fue el amor y la felicidad de su vida, le de fuerza para soportar la situación.Pero quizá no sea lo más adecuado, quizá deba hacerle caso a Carla, su compañera de piso, e intentar pasar página. Entre los recuerdos de su historia con Rocío y los acontecimientos abrumadores del presente, una nueva figura la llena inesperadamente de esperanza.
La mujer transparente es la primera novela de su autora. Es un libro intimista, rozando la timidez, y en ocasiones duro, que nos habla de pérdidas dolorosas, pérdidas necesarias, y compañeras de viaje que nos ayudan a sobrellevarlas. Narrado en un lenguaje creíble y familiar, sin grandilocuencias innecesarias, está cimentado sobre unos diálogos que conducen toda la historia con cercanía. Abundan en él los flashbacks que narran el pasado de Sara y Rocío, y que nos hacen comprender mejor por qué la protagonista toma determinadas decisiones en momentos justos, pero sin hacernos perder el hilo de la historia.
Vanessa Ejea ha tenido el tino de elegir una historia que va de menos a más y se revela esperanzadora en sus compases finales. La protagonista lo es con todas las consecuencias, pues sobre ella gira todo el peso de la novela, y se llega a empatizar absolutamente con ella, lo cual es casi la primera regla a la hora de escribir, que la protagonista te caiga bien (o por lo menos no te caiga mal, que a veces ocurre). Personalmente, me alegro de haber acompañado a Sara en ese viaje de su vida. Para la siguiente entrega de la autora (que estoy segura de que la habrá) espero que se lance más a la piscina y nos sumerja todavía más en la historia, sin miedo ninguno.