Ayer fue día de cine, pero antes de la película fuimos a comer a un sitio que, aunque ya lleva un tiempo por aquí, por Valencia, para mí es bastante nuevo porque no suelen llamarme la atención los bares de hamburguesas y carne (así, en general).
Cuando entras en este sitio te da la impresión de haber viajado en el tiempo y en el espacio a los Estados Unidos de los años ’50. Ya desde fuera, a través de los grandes ventanales, se puede ver a las camareras con unos vestidos color rosa muy cortos de una tela que parece poco cómoda. En el mismo establecimiento, los camareros visten camisa azul y pantalones de la misma tela que los vestidos.
Es un lugar que, en cuanto a la decoración, puede decirse que está “conseguido” (incluso la ropa está conseguida, pues pretende emular a los camareros pin up de la época). Sin embargo, ayer vi algo sobre lo que he estado reflexionando bastante hasta que, finalmente, he tomado la decisión de compartirlo aquí con vosotras.
Como parte de lo que parece una promoción, han creado un menú infantil especial que se anuncia en un gran trozo de cartulina. En una mesa de la entrada, a modo de recibimiento, hay dos montones de cartulinas: uno es azul y el otro, rosa. Las azules tienen los clásicos recortables con los que seguro habréis jugado en vuestra infancia. La idea, según entendí, es que los niños y niñas se entretengan con las piezas mientras esperan la comida.
A continuación podéis ver la cartulina azul ya montada (no pudimos resistirnos):
Me pareció buena idea, no voy a mentir. Aunque todo cambió cuando descubrí las cartulinas color rosa. Y como una imagen vale más que mil palabras (en ocasiones como ésta se confirma el refrán), aquí tenéis las fotos:
Lo primero que me dije fue:
«No tengas prejuicios, no tiene por qué ser como piensas. ¿Por qué crees que la camarera es para chica y el coche para chico?”. Pero, inevitablemente, me fui cabreando poco a poco. Porque no se trata sólo de los roles, los colores, los juegos y las clasificaciones sexistas, que también. Este caso va todavía más allá. Mirando cómo los niños y las niñas de mi alrededor jugaban con sus respectivos recortables (porque así era: los niños jugaban con el coche y las niñas con la camarera), intenté analizar ambos “personajes”.
Coche:
Azul, deportivo, ingenioso en su estructura (sobre todo para montarlo), grande, tridimensional, complejo, se mantiene derecho por sí sólo.
Camarera:
Rosa, semi-desnuda, ropa incómoda, sencillo en su estructura (por no decir simple), mucho más pequeña que el coche, complicada de vestir, incómoda y artificial en su pose, bidimensional, no puede mantenerse de pie por sí sola, se cae.
Entonces yo me pregunto, ¿Qué es lo que se consigue con estos estereotipos? ¿Cómo serán los juegos imaginarios de los niños cuando terminen de montar el coche y la camarera? ¿Qué pensará él? ¿Y ella?
Puede que tenga prejuicios, incluso puede que los creadores/patrocinadores de esta campaña no hayan pretendido obtener el resultado que, al menos en mí, han obtenido. Pero desde luego, después de analizar esta experiencia, pienso que algo no cuadra en todo esto.