Estaba recordando ayer la última reunión de amigos y me acordé de una frase que dijo M: “tú siempre tienes una opinión sobre todo”. Lo cual es totalmente cierto y es algo de lo que no me siento particularmente orgullosa y me trae cantidad de problemas, porque siempre aprovechan para meterse conmigo, pero qué le vas a hacer. I am what I am y todo eso.
Así, convertida por mis propios amigos en un enano de circo (sin ánimo de ser ofensiva, ¡queremos a Tyrion como rey de los Siete Reinos!), en esa misma reunión se dedicaron a provocarme para incitar unas de mis diatribas de media hora sobre por qué Jay-Z debería presidir este, nuestro planeta, y Beyonce es lo mejor que nos ha pasado jamás en esta vida (parafraseando a Anderson Cooper: “este es el mundo de Beyonce y nosotros simplemente vivimos en él”). Me pongo hecha una fiera si alguien osa meterse con ellos. Aunque en realidad sería más acertado decir que me pongo hecha una fiera si la gente no está de acuerdo conmigo. Soy una tía un poco intensa.
Quiero decir, en esa misma reunión ataqué con odio feroz a los Black Eyed Peas (y en concreto a Fergie, ¿se puede cantar peor?) y me preguntaron por mi opinión sobre la gelatina neutra (todavía no tengo una, pero estamos trabajando en ello). Y todo esto sin ni siquiera ponerme a hablar del reggaeton (aunque reconozco que las malditas canciones se te meten en la cabeza Y NO SE VAN).
Esto me lleva a la conclusión de que a veces hablo de cosas que a la mayoría de la gente le importan una mierda con una intensidad que asusta. Es decir, no sé si os habéis percatado de que uso mucho las palabras “adoro” y “odio”. No tengo término medio. Las cosas raramente me son indiferentes. O las amo o las detesto.
Y eso, como lesbiana, es muy duro.
Yo abracé el lesbianismo con emoción. Salí del armario dando un portazo y sin mirar atrás. Descubrí las chicas y ya no quise conocer nada más. Pero esto me trajo un mundo nuevo de odio. También es verdad que me trajo un mundo nuevo de cosas que adorar, pero, OH EL ODIO. Los que me conozcáis sabréis que aunque puedo ser una persona relativamente amable, lo que realmente se me da bien es odiar. Está mal que yo lo diga, pero odio como nadie. Tengo un talento innato. Odio con el ardor de mil soles radiantes. Y ahora resulta que, además de las cosas que odio por mí misma, también están las que odio como lesbiana. Cosas que antes de llevar una vida de vicio y perdición no me habían molestado jamás, pero, desde que ando por la acera contraria me cabrean soberanamente.
Y de esto va a ir esta sección: de cosas que odio como lesbiana.
(Y que conste que odiar cosas como lesbiana es una cosa que también odio, pero nobody said it was eaaaasy. El camino del odio está lleno de trabas).