El otro día estaba yo pensando (suelo hacerlo. En serio, lo hago. ¡Que sí, coño! Pero tranquilxs, que no cunda el pánico, solo me sucede muy de vez en cuando. Señora, por favor, ¡deje de acumular víveres! He dicho que SOLO MUY DE VEZ EN CUANDO. Y no se lleve al tendero, por amor de dios. ¿Es que no se da cuenta de que con eso no hay Humanidad que se repueble, criatura?). Vale, pues lo que decía, que estaba pensando (tengo que decir que esas raras ocasiones en las que lo hago a veces caen en lunes, otras en jueves y muy raramente los martes. Los martes los carga el diablo. Te crees que es un buen día, porque has dejado atrás al imbécil del lunes, pero entonces miras hacia adelante y, ¿qué ves, eh, qué ves? ¡¡Tres días más hasta el finde!! ¡Maldito martes!). Bueno, que me disperso, sigo: que estaba pensando [ah, se me olvidaba puntualizar que resulta que habitualmente eso ocurre entre las cuatro y veintitrés y las cinco y diecisiete de la mañana. Es una putada, lo sé. Sobre todo para mi santa esposa porque (qué gracia, fíjate tú) soy de las que piensan en voz alta (no, todavía no se ha separado de mí. ¡Es más buena, ay!). En cuanto a lo de pensar con ese horario, no sé, creo que es algo cerebral que resultó dañado tras una ingesta masiva de albóndigas (niñxs, decid no a las albóndigas. Vuestras futuras parejas os lo agradecerán). Oh, y los domingos tampoco pienso, pero no porque lo considere un día sagrado (soy apóstata total, de esas con carta del Arzobispado y todo), sino porque ese día no estoy para procesos mentales, lo dedico única y exclusivamente a cansarme (ya sabéis, de andar por el monte como una gilipollas detrás de la loca de HAN1)]. Total, a lo que iba. Que estaba yo pensando y dio la casualidad de que era algo muy interesante [también me suele ocurrir eso, lo de tener pensamientos interesantes. Os lo juro. A los hechos me remito, si no: ese pensamiento en concreto se me ocurrió un lunes a las cinco menos cinco de la mañana. Y ese día, a esas horas, SOLO se me ocurren pensamientos muy interesantes (los de las cinco menos cuatro minutos son una mierda absoluta. Tipo final de “Perdidos”, ¿sabéis lo que os digo?)]. Lo recuerdo perfectamente, además, porque me gané un zapatazo de mi señora [y lo entiendo, de veras. A ver, una cosa es que no tome la decisión de separarse de mí, pero los lunes son muy duros y el amor no llega para tanto (ah, pero mirad qué curioso: no lo hizo aquella madrugada que la despertó Bam-Bam (es una de mis sobrinxs. Tiene seis años. No preguntéis por el mote, cosas nuestras).
Esa noche Bam-Bam vio un fragmento de “Yo, robot” antes de irse a dormir. Y ya me olí yo que iba a ser noche de pesadillas bambaneras, porque la cara de los robots no le hizo demasiada gracia y me preguntó, mientras la arropaba y exhibiendo un tic en el ojo, si esos robots existían y yo la tranquilicé (o eso creía) diciéndole “No, cariño, eso es en el futuro”. Efectivamente, como me temí, esa madrugada Bam-Bam se presentó en nuestra habitación, desvelada, y me preguntó: “Tía Clari, ¿el futuro existe?”. Os juro que después de su pregunta la que no pudo dormir fui yo). Total, que esa madrugada a mi señora no se le ocurrió zapatillear a la niña. Y digo yo: ¿por qué, eh, por qué? ¿Qué tiene Bam-Bam que no tenga yo para no contusionarla con una pantufla? ¿La ONU y su puñetera Declaración de los Derechos del Niño? (y digo yo, señorxs de la ONU, ¿para cuándo la Declaración de los Derechos de las Personas que Piensan Cosas Interesantes a las Cinco Menos Cinco de la Mañana de un Lunes? A que no hay cojones de hacerlos, ¿eh, casta? Que sois todos una puta casta, coño)]. A lo que iba, que me dio un zapatazo y lo recuerdo sobre todo porque me arreó tres veces (¡tres!), como a las malas cucarachas. ¿Sabéis de lo que os hablo? ¿Esas cucarachas que no hay forma de que se mueran así les des con las botas de montaña, la escoba, la Thermomix y la vecina de al lado? (hum, sí. Es terrible formar parte de mi vida, lo reconozco y lo comprendo. Sobre todo si eso supone que revienten de forma intempestiva la puerta de tu casa, te lleven a la fuerza a la de al lado y seas usada con contundencia para matar una mierda de cucaracha. Pero, en fin, para compensar doy los buenos días si te cruzas conmigo en la escalera. ¡Soy más educada, ay!). Pues a lo que iba, que el lunes en cuestión, a las cinco menos cinco de la mañana estaba yo pensando una cosa muy, pero que muy interesante y…