En un tiempo que parece muy lejano pero que en realidad está a la vuelta de la esquina, hace menos de veinte años, era prácticamente imposible encontrar una figura pública que se declarase lesbiana. Todo eran rumores de esta, de aquella, pero nada seguro. Entonces la actriz Ellen DeGeneres salió del armario con una portada que no dejaba lugar a dudas “Yep, I’m gay”, rezaba. Pero no es de esa Ellen de la que hoy vengo a hablar, sino de otra que hizo exactamente lo mismo, solo que diecisiete años después, en 2014.
El día de San Valentín, Ellen Page, una joven actriz canadiense con una incipiente carrera en la interpretación, hizo un emocionante discurso, visiblemente nerviosa, en el que anunciaba exactamente lo mismo que su tocaya años antes. “Estoy aquí para decir que soy lesbiana”, dijo. Las muestras de apoyo públicas se repitieron en los cinco continentes. Se apreciaba un cambio social, una evolución en la percepción social de la homosexualidad. Ya no era algo negativo y que tuviera que esconderse, era algo que, simplemente, estaba ahí, y no era sino otro rasgo más de cada persona.
El gesto de las dos Ellens trascendía lo personal. Lo hacían por ellas, sí. Pero de rebote, ayudaban a una tarea mucho más compleja, la tarea de hacer comprender a la sociedad que ser gay, lesbiana, transgénero, bisexual, o cualquiera de las etiquetas que comprende el amplio abanico de la sexualidad no es algo marginal, no es algo negativo, no es algo que merezca ser rechazado. La visibilidad es algo esencial para el colectivo LGBT, todavía hoy lo es, y me temo que lo seguirá siendo mientras los prejuicios sean rampantes, como todavía hoy lo son. Este fin de semana hablaba con un amigo que me confesaba que, si no me conociera a mi, su concepto de las lesbianas sería mucho peor, porque sin mi no hubiera conocido a ninguna más, y los estereotipos campan a sus anchas por los medios. Hablo de un chico de menos de treinta años, no de un anciano de ochenta en un pueblo perdido.
Por eso, cuando Kristen Stewart hizo las declaraciones que hizo la semana pasada, en las que se negaba a etiquetarse a si misma, aunque defendía no esconderse de nadie, me hizo reflexionar, y mucho.
Está claro que una de las libertades básicas que hemos de defender, desde dentro del colectivo y desde fuera, es la de ser uno mismo. Da igual con quien salgas, da igual con quién te acuestes. Sólo sé libre para hacerlo. Es lo que hace Kristen, negándose a etiquetarse como lesbiana o bisexual mientras pasea por Malibú cogida de la mano de su novia. Es absolutamente respetable. De hecho, es la realidad a la que nos gustaría llegar algún día, esa realidad en la que nadie se asombra de que compartas tu vida con otra mujer. Porque no pasa nada por hacerlo.
Pero quizá habría que recordarle a Kristen varias cosas. La primera y fundamental, que ella puede hacerlo porque muchas otras antes que ella lucharon por sus derechos, y muchas otras lo siguen haciendo hoy en día. Las palizas, los insultos, el ostracismo social, el desprecio de tus allegados, es una realidad que está ahí. A veces nos olvidamos, porque las que tenemos la suerte de vivir, como Kristen, en un ambiente que nos permite desarrollar nuestra orientación sexual con libertad muchas veces tendemos a relajarnos en ese aspecto.
Otro aspecto que, si me estuviera tomando un café con ella le comentaría, es que, para la mayoría de la gente, Kristen es heterosexual. ¿Por qué? Porque es lo que se da por hecho. Hasta que una figura pública no da el paso que dio Ellen Page, y dice con todas las palabras yo-soy-lesbiana, nadie se plantea que su orientación sexual pueda ser otra. Nosotras, que leemos medio LGBT, lo sabemos, porque Kristen es noticia continua. Pero “Kristen Stewart no quiere definir su orientación sexual” no es una noticia que vaya a salir en el telediario. Y lo que quiero decir con esto, es que es un referente perdido más, otra oportunidad de mostrarle al mundo que existimos, que estamos ahí, en todas las esferas de la sociedad que se desvanece como las lágrimas en la lluvia.
Por mucho que le pese a KStew, su profesión es pública. No es tendera, no es funcionaria, es actriz, y es una de las más conocidas del panorama. El impacto que tienen sus declaraciones es importantísimo y llega hasta el último rincón de la Tierra. ¿Que no quiere hablar de sus relaciones sentimentales? Estupendo, Ellen Page tampoco lo hace. Pero mientras no sea clara, en los medios generalistas se seguirá hablando de que Kristen y su amiga se van a la playa.
“Creo que en tres o cuatro años habrá mucha más gente que no creerá necesario imaginarse si eres gay o hetero. Será como “haz lo tuyo””. Tres o cuatro años parece una predicción muy optimista viendo el panorama de discriminación, incluso a efectos legales y jurídicos, que sufrimos la comunidad LGBT. Podría enumerar casos flagrantes de homofobia que ocurren todos los días, pero prefiero emplazaros a que recordéis el preciso momento en que salisteis del armario con vuestros padres, o la reflexión que estáis haciendo para hacerlo. El día en que eso no importe, le daré la razón a Kristen. Mientras tanto, me temo que me quedo con la valentía de Ellen.