Hace tiempo que os hablé de la primera temporada de La maldición de… , una serie de la plataforma Netflix cuya primera entrega, llamada La maldición de Hill house, cosechó gran éxito, por la profundidad e intensidad de la trama, lo bien desarrollados que estaban los personajes y lo cuidado de sus elementos estéticos.
Ansiaba, con verdadera avidez, una segunda temporada que, al igual que otras series —como American Horror Story—, no continúa la trama, sino que abre la veda para una nueva historia, independiente, contada en pocos episodios.
¡¡OJO!!
A partir de aquí es muy probable que encontréis spoilers.
La maldición de Bly Manor se anunció como una adaptación de Otra vuelta de tuerca (The turn of the screw), la celebérrima novela de Henry James, en donde la sordidez latente y la ambigüedad en el relato de los acontecimientos hacían de ella una candidata perfecta para desarrollar una segunda temporada extraordinaria.
La atmósfera y la cuidada belleza de su puesta en escena se mantiene intacta, si hacemos la comparación con la primera temporada, sin embargo, me encuentro aquí con una serie de elementos y personajes que no acaban de cuajar. La narración siembra esos elementos, sin embargo, su nulo desarrollo posterior deja un agridulce sabor de boca que no ocurrió con la primera temporada.
Para no seguir hurgando en la herida y en la decepción me centraré en lo interesante, y en lo que nos concierne: la potente historia de amor lésbico que traspasa el mundo de los vivos.
De hecho, podría quedarme, solamente, con la historia entre Danielle Clayton, la maestra encargada de cuidar a los huérfanos Miles y Flora en la mansión Bly, y Jamie, la jardinera.
“The gardener did not even introduce herself to the new au pair. She barely acknowledge her at all. Simply treated her as if she´d always been there”
(La jardinera no se presentó a la nueva maestra. Ni siquiera se dio cuenta de su presencia. Simplemente la trató como si siempre hubiera estado allí)
Con esta frase la voz narradora describe la primera vez que ambos personajes coinciden en pantalla. Una curiosa descripción para evidenciar que su historia traspasará todas las fronteras temporales conocidas, porque estaban destinadas a conocerse, ¿qué otra alternativa podría haber si no?
Las intensas experiencias vividas en la casa conseguirán acercarles, y convertirles en cómplices y apoyo mutuo. Hasta que a ese apoyo se le empieza a agregar la mutua atracción física que sienten.
Danielle, en su evolución propia, consigue liberarse de un fantasma del pasado (literal, porque, recordemos, estamos ante un cuento de fantasmas) que le impide ser quién realmente es, arrastrando demasiada culpabilidad con ella que le va sumergiendo en un pozo de depresión sin fondo. Cuando, por fin, el exorcismo emocional hace su efecto, ambas se entregan a sus más profundos deseos.
Sin embargo, como buen melodrama, esto no podía ser tan sencillo ni terminar comiendo perdices… La casa, la mansión de Bly, tiene un fantasma letal, La dama del Lago, y Danielle decide inmolarse para salvar a Miles y Flora de las garras de esta señora. Lo que ocurre es que las consecuencias del acto de Danielle no van a ser instantáneas. La maestra sabe que, aunque haya conseguido la desaparición momentánea de La dama, esta volverá algún día, clamando su venganza.
Este berenjenal en el que mete Danielle (no logro saber la razón, por eso insisto en que la serie tiene elementos que no terminan de desarrollarse, para que sean comprensibles y verosímiles) motu proprio es tan descomunal que no quiere hacer pasar por esta incertidumbre a su enamorada, Jamie. Así que los guionistas deciden desplegar toda su artillería pesada emocional en los últimos minutos de la serie, de lejos, los más lacrimógenos, para mostrar cómo su amor perdurará durante años viviendo cada día como si fuera el último, a pesar de que Danielle vaya mostrando signos de degradación (porque La dama regresa, poco a poco) mental y cognitiva.
Teniendo en cuenta que, en la primera temporada, lograron que la que suscribe estas líneas (es decir, yo) llorase como si no hubiera un mañana durante los últimos minutos de la serie, en esta no consiguieron ablandarme. De hecho, me resulta una metáfora un poco burda de las enfermedades mentales: Jamie se mantiene al pie del cañón con Danielle, pese a su evidente degeneración mental, agradeciendo cada uno de los días que podrán pasar juntas. Hermoso y duro mensaje, aunque me hubiera gustado que, como espectadora, no me lo lanzaran de manera tan evidente. Personalmente me gusta que me traten como público exigente y terminar de interpretar yo misma la historia, a partir de las pistas que me lancen sus creadores.
En definitiva: si no tienes las expectativas muy altas, te olvidas de la novela de Henry James y no la comparas con la primera temporada podría ser una entretenida serie para ver en un fin de semana, con palomitas y manta.
.- Aída Cordero es Doctora en Comunicación Audiovisual y fan del cine de terror. Puedes seguirla en su Twitter o su Instagram.